Antigua Matanza. Revista de Historia Regional

ISSN 2545-8701

Junta de Estudios Históricos de La Matanza

Universidad Nacional de La Matanza, Secretaría de Extensión Universitaria, San Justo, Argentina.

Disponible en: http://antigua.unlam.edu.ar

Arrosagaray, E. y Gartner, A. (junio de 2018). Walsh en Avellaneda: el recuerdo de los sobrevivientes de La Real. Antigua Matanza. Revista de Historia Regional, 2(3), 131-145.

Las fuentes como protagonistas

Walsh en Avellaneda: el recuerdo de los sobrevivientes de La Real

Enrique Arrosagaray[1]

Asociación de Historia Oral de la República Argentina. Asociación de Historia Oral de Avellaneda (AHOAv), Avellaneda, Argentina

Área de Extensión y Cultura en la Universidad Tecnológica Nacional, Facultad Regional de Avellaneda (UTN-FRA), Avellaneda, Argentina

 

Alicia Gartner[2]

Asociación de Historia Oral de la República Argentina (AHORA), Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina

UBA, Facultad de Filosofía y Letras, Instituto Interdisciplinario de Estudios e Investigaciones de América Latina (INDEAL), Programa de Historia Oral, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina

Instituto Superior de Profesorado “Joaquín V. González”, Ciudad Autonóma de Buenos Aires, Argentina

 

Fecha de recepción: 9 de diciembre de 2017

Fecha de aceptación y versión final: 27 de febrero de 2018

 

Resumen

El presente artículo reconstruye la mirada que tenían sobre el escritor y periodista Rodolfo Walsh los sobrevivientes del 13 de mayo de 1966, cuando en la confitería La Real de la ciudad de Avellaneda, provincia de Buenos Aires, asesinaron a Blajakis, a Zalazar y a García. En particular, se rescatan los recuerdos de Francisco Alonso, quien se relacionó con el escritor a partir de la investigación que realizó sobre aquél suceso, y que publicó luego en el libro ¿Quién mató a Rosendo? Se trata de invertir la perspectiva presentada en el libro, donde Walsh describe a los hombres que estuvieron presentes esa noche en La Real, y focalizar en los recuerdos de los protagonistas del libro sobre el autor. Se utiliza en este trabajo la metodología de historia oral. Se analizan las fuentes orales con el objetivo de rescatar la subjetividad de quienes fueron entrevistados por Walsh, y los vínculos que establecieron con él a partir de esa investigación, a modo de contribución a la construcción de la memoria del escritor desaparecido en 1977.

Palabras claves: Rodolfo Walsh, Agrupación Revolucionaria Peronista Grupo Avellaneda, Historia Oral

Walsh en Avellaneda: el recuerdo de los sobrevivientes de La Real

El escritor y periodista Rodolfo Walsh, desaparecido en 1977, fue el primero en investigar y en rescatar la memoria de los asesinatos de Domingo Blajakis, Juan Zalazar y Rosendo García, en la pizzería La Real, en el centro de la ciudad de Avellaneda. Ese trabajo de reconstrucción a través de documentos y entrevistas a los sobrevivientes de esa noche del 13 de mayo de 1966, se dio a conocer en una serie de notas en el periódico semanal CGT y luego, en una versión completa, en el libro ¿Quién mató a Rosendo?

Nos interesa presentar aquí la mirada sobre Rodolfo Walsh desde los protagonistas de ese libro. Es decir, invertir la perspectiva de análisis, ubicar el eje en los recuerdos de los sobrevivientes de La Real sobre el escritor, y sobre la relación que establecieron con él a partir de su investigación. Para ello, se utiliza la Historia Oral porque permite recuperar la subjetividad de los protagonistas a partir de la entrevista, donde el relato del entrevistado/a va hilvanando y reinterpretando los recuerdos. Al relatar, la memoria reconstruye lo sucedido y el hablante hace un balance y aporta su mirada actual. Los testimonios resignifican el pasado desde el presente, al decir de Alessandro Portelli (1991) “Las fuentes orales nos dicen no solo lo que hizo la gente sino lo que deseaba hacer, lo que creían estar haciendo y lo que ahora piensan que hicieron” (p.42). No son solo los hechos lo que aportan los relatos orales, sino lo que significaron en un pasado y cómo se resignifican en el presente.

En este trabajo se analizan en particular las entrevistas realizadas a Francisco Alonso, el “negro” para sus amigos, quien cuenta cómo conoció a Walsh, y las opiniones que tenían tanto él como sus compañeros de militancia Raimundo y Rolando Villaflor sobre el escritor. Las entrevistas con el “negro” Alonso fueron conversaciones en las que nos habló de sus compromisos políticos y sus apreciaciones sobre ese período histórico de la Argentina. Vecino de la ciudad de Avellaneda y peronista desde chico cuando jugaba al futbol en los Torneos Evita. Militante político y gremial, trabajador de distintos oficios. En una de las últimas entrevistas se le acercó el texto de Walsh y conversamos sobre el libro:

P: ¿Es verdad que es la primera vez que leés el libro de Walsh?

Alonso: Sí, es la primera vez

P: ¿Es veraz lo que cuenta Walsh en su libro?

Alonso: Absolutamente veraz y... encontré recuerdos, recuerdos, incluso todo el contexto: la lucha que se daba en ese momento, de la CGT “De pie junto a Perón”, contra el vandorismo. (Alonso, 12 de diciembre de 2016).

Es difícil creer que Alonso nunca haya leído “¿Quién mató a Rosendo?” a pesar de que han pasado cuarenta y ocho años de su publicación, de que él sea uno de los involucrados en esos asesinatos y de que numerosas veces fue entrevistado por este tema. Tal vez sintió que haberlo vivido era suficiente, que nadie podía decirle lo que había ocurrido cuando él había estado allí. ¿Quién podía contarle lo que había conocido por su propia experiencia? Tal vez porque el “negro” Alonso es así de impredecible y de extraño, le gusta jugar entre la verdad y la mentira. Va un ejemplo, en un relato de un tramo de su infancia: “Nosotros somos nueve hijos pero todos de distinto padre. Cuando era chiquito una vez le pregunté ¿cuál es mi apellido, mamá?, y me dijo podés elegir el que quieras, nene, tenés suerte.(Alonso, 12 de diciembre de 2016).

¿Quién es Francisco Alonso? Ése que en el planito que Walsh hace y publica en su libro “¿Quién mató a Rosendo?”, aparece señalado con la letra A, alrededor de la mesa de los agredidos en la confitería La Real, de Avellaneda. Era la noche del 13 de Mayo de 1966.

Habían juntado dos mesas porque eran siete. A su derecha, Francisco tenía a Horacito, luego a Francisco Granato y después a Juan Zalazar. Enfrente tenía a Rolando Villaflor, luego a su hermano Raimundo y en la punta a Domingo Blajakis, a quién solían llamar Mingo o El Viejo, a pesar de que esa noche tenía solo 47 años. Los tiros que mataron a Blajakis y a Zalazar partieron de las armas de los hombres que estaban en una mesa cercana; allí estaba Augusto Timoteo Vandor, máxima autoridad de la Unión Obrera Metalúrgica y otros sindicalistas y guardaespaldas. De allí salió también el disparo que partió la espalda de Rosendo García, secretario adjunto de Vandor.

En un mes y medio habría en el país un golpe de estado que pondría al general Juan Carlos Onganía, oficial de caballería, como presidente. Vandor no solo estuvo a favor del derrocamiento del gobierno constitucional, sino que también estuvo, corbata al cuello, en la jura del dictador.

Y en el recuerdo también un contexto internacional como la guerra de Vietnam, el Mayo francés, Argelia, la pastilla anticonceptiva, los hippies, un mundo convulsionado que tendía a cambiar. Teníamos miles de lecturas que nosotros... -y aclara-, digo nosotros por una generación que pretendía traer a Perón; y ahí se armaron las discusiones, si lucha armada, el foquismo, la lucha en la ciudad. La liberación. (Alonso, 12 de diciembre de 2016).

Siguiendo a Gerardo Necoechea (2008), quien advierte que “Uno de los problemas centrales en el análisis, y en el uso, de la historia oral es como vinculamos la experiencia individual y particular con colectividades sociales de cualquier índole” (p.77) encontramos en las entrevistas con Alonso que es el mismo entrevistado quien se contextualiza y ubica su experiencia individual en el contexto de la época. Como dice Eugenia Meyer (2009) “Los recuerdos y los olvidos que conforman la memoria hablan siempre de un proceso interno que debe aliarse o enfrentarse a los esfuerzos sociales y políticos por ‘construir las memorias colectivas’.” (p. 23). Alonso, en su relato, se ubica en su barrio, en su generación y en una época, como si su recuerdo fuera el de otros también.

Este es el mundo que enmarca la irrupción más formal de Francisco en la política, pero también describe el momento en el que Walsh se entrevista con Perón en Madrid[3] e inmediatamente es presentado a Raimundo Ongaro, dirigente de los trabajadores gráficos (Arrosagaray, 2006). A partir de esta presentación, Walsh comienza a trabajar en la flamante CGT de los Argentinos e inmediatamente John William Cooke le propone que investigue los incidentes en la confitería La Real, de 1966, y le da una dirección en la barriada de Avellaneda para que vaya a ver a un tal Raimundo Villaflor. Había que golpear a Vandor y a su CGT que cada día era más traidora.

En 1968 Cooke dirigía la Agrupación Revolucionaria Peronista (ARP) y Raimundo Villaflor dirigía el grupo Avellaneda de esa Agrupación, tras el asesinato de Blajakis. Y por eso un día Walsh se tomó un colectivo desde el centro, entró en el sur del conurbano, hizo treinta y pico de cuadras por la avenida Mitre y buscó la calle Pasteur. Ubicó la puerta indicada al 600 de esa calle y golpeó: sabía que iniciaba una investigación importante y riesgosa, no sabía que iniciaba también su camino hacia su incorporación a la vida político-revolucionaria de la época.

Una mañana viene Raimundo a casa, yo estaba durmiendo. Me sacude y me dice: despertate, despertate y vamos para casa que viene un periodista inglés para conversar sobre lo de La Real. No sé por qué me habrá dicho que era inglés. Tal vez haya sido por el apellido. Yo le dije hablá vos con él, para qué voy a ir yo... [con gestos indica que quería seguir durmiendo]. Fui, fuimos. ¡Andaba con un pedazo de grabador, Rodolfo; creo que era un Geloso[4]! (Alonso, 12 de diciembre de 2016).

La investigación de Walsh iniciada en esa casa de la calle Pasteur, tuvo entregas parciales con formato de artículos, publicados en el semanario “CGT”, editado desde la CGT de los Argentinos, que dirigía Walsh, por expresa orden de Ongaro. Lo central de esos artículos es que dejaban muy claro que no había habido un intercambio de disparos entre dos bandos sino que hubo una agresión a tiros desde los hombres de la mesa de Vandor, hacia los hombres de la mesa de Blajakis.

El Grupo Avellaneda de la ARP no solo dejó dos muertos esa noche sino que:

Alonso: Tuvimos que escapar y vivir clandestinos muchos meses. Nos buscaba toda la policía de Buenos Aires. Vandor era poderoso y debía cubrir sus asesinatos.

P: Habitualmente ¿cómo lo llamaban ustedes a Blajakis?

Alonso: Viejo, Mingo... Un tipo rebonachón. Cara de bonachón... Un personaje.

P: ¿Cómo era su casa?

Alonso: No me acuerdo... [se ríe por lo que recuerda y luego nos cuenta] Lo que sí, tenía... Porque él era soltero y donde dormía, había levantado una chapa porque si lo venían a buscar escapaba por ahí. Había estado varias veces preso, era un exponente de lo revolucionario ¡Tenía una paciencia! Yo era el más joven y el más duro de entendederas, cuando discutíamos me decía A vos, Negrito, te atiendo aparte. Entonces, me decía Contame ¿qué pensás vos del peronismo? Yo no estaba acostumbrado a las lecturas, y le decía: Mirá, para mí el peronismo es todo, nací peronista, con el peronismo conocí las colonias de vacaciones, iba a jugar al fútbol y los médicos me hacían el seguimiento y los análisis, juguetes el Día del Niño, mi viejo tenía laburo, mi vieja quería pedir una máquina de coser para coser para afuera. Por todo esto el peronismo es lo mejor para el laburante. Y el Griego me venía con el materialismo histórico, con la lucha de los pueblos, con cuál era el rol político de los laburantes porque teníamos que ser la vanguardia en la lucha popular ¡Y si te agarraba para él, te tenía siempre ¿eh?! Y te preguntaba Contame ¿Qué leiste? Yo iba a la milonga, seguía mi ritmo de vida -rezonga aún hoy por aquella exigencia, pero no tanto-, pero igual, me gustaba, nadie me obligaba ¡Yo iba! ¡Yo, iba! (Alonso, 12 de diciembre de 2016).

En el relato aparece el ideal del revolucionario que tiene Alonso: perseguido, el que no se da por vencido y tiene paciencia, el preparado intelectualmente. Frente a este ideal, sus identidades políticas se definen por la experiencia vivida. En otra entrevista, Alonso nos habló de Domingo Blajaquis a quien definió como un “oráculo”, una guía por haberlo iniciado en la formación política. Una anécdota que cuenta el entrevistado es ilustrativa de cómo influyó en su preparación política:

Él decía [se refiere a Blajaquis] “nosotros los peronistas” y yo le decía “no, el único peronista puro, puro soy yo, yo nací peronista, vos te hiciste peronista” y con eso era como si le pateara un hormiguero. […] Yo se lo decía en broma, para despertar la polémica. Entonces ahí él me decía “vos te pensas que se nace, que es una cuestión espontánea o es una cuestión de conciencia, de estudio, de acercamiento con los laburantes, es ser antimperialista. ¿Qué sabés vos de todo eso? Entonces ahí empezaba la… y estaba dos horas, tres horas, cuatro horas, y después yo soy compañero tuyo…, y acá somos cincuenta y vos me mirás a mí y me decís a mí como si yo fuera… No, yo a vos no te lo digo, es para todos porque muchos como vos, vos lo decís, pero hay muchos que por ahí lo piensan y no lo dicen… Y entonces después yo lo atacaba con otra cosa… Pero yo le tenía un gran respeto y un gran cariño, era un tipo mucho más grande que yo. (Alonso, 5 de marzo de 2014).

Este fragmento nos acerca a temas que se discutían, como “ser” de una identidad política o “hacerse” en el sentido de ser consciente de esa adscripción. Pero, además, podemos inferir cómo Blajaquis generaba un espacio en el que se le podía decir lo que se pensaba incluso las bromas, pero a partir de eso fomentaba un debate que llevaba al plano de la formación teórica. El énfasis que ponía en incentivar la lectura es una característica en la que coinciden distintos testimonios recopilados por Rodolfo Walsh y por otros investigadores (Arrosagaray, 2006; Gartner, 2014). En ¿Quién mató a Rosendo? se publica un folleto escrito por Raimundo Villaflor en 1968 refiriéndose a Blajaquis:

Sus conocimientos de la historia y de las revoluciones mundiales, las diferentes escuelas filosóficas, la física, la química, la medicina, eran parte del conocimiento con el que aclaraba nuestras dudas, nuestra ignorancia, nuestros interrogantes… Era el padre del grupo, “nuestro hermano mayor”, tuvo también claridad para comprender con mucha anticipación como la burocracia se transformaba en dique de contención de las masas… Ese era Domingo Blajaquis, nuestro griego, la muerte lo sorprendo trabajando por el pueblo trabajador. (Walsh, 1984).

Walsh no conoció a Blajakis, pero nos contó Lilia Ferreyra que vio cómo le caían unas lágrimas a su marido mientras escribía la semblanza que hace del Griego para su “¿Quién mató...?”. No le era habitual, afirmaba, ver a Rodolfo tan impactado, tan emocionado por lo que iba reconstruyendo, teclazo tras teclazo en su máquina de escribir (Arrosagaray, 2006).

Hacia 1957 Francisco empezó a cruzarse con Raimundo Villaflor por los bailongos, seguramente por el Club Sudamérica o por el Defensores de Belgrano. Casi en simultáneo se lo empezó a cruzar en actos políticos callejeros. La milonga y la política callejera los unió.

Alonso: Los 17 de Octubre salíamos a la calle, por ejemplo quemábamos algún tranvía y escapábamos por el terraplén. Y una vez me invitó a una reunión en su casa, bah, a la casa del Viejo, a la que vino el Gordo Cooke; no era una reunión abierta... El Viejo  lo había nombrado heredero... Y al final de la reunión Raimundo me dice ¿Y? ¿Querés estar con nosotros? Le dije Nooo, andá vos a las reuniones y después me contás. Pero empecé a participar, ya era ARP. (Alonso, 12 de diciembre de 2016).

Alguna frase muy parecida le dijo Raimundo Villaflor a Rodolfo Walsh cuando lo invitó a incorporarse a las FAP, muy pocos años después. La respuesta inicial de Walsh fue similar; pero semanas después, al igual que Alonso, comenzó a participar. Con cierto orgullo nos contó Lilia Ferreyra aquella relación tan particular y buena que tenía Rodolfo con Raimundo. Ella nos contó que durante algunas semanas:

Raimundo estuvo viviendo con nosotros, […] se levantaba descalzo, andaba descalzo, tomaba mate, mucho mate y a mí, una cosa que me conmovió y que, bueno, ya es una cosa más personal, era que se preocupaba por mí. Porque, claro, nosotros estábamos viviendo muy precariamente, por supuesto con cero peso y un poco en el aire; además, no formábamos parte de la organización, nosotros colaborábamos con los grupos políticos del Peronismo de Base… –vuelve a Villaflor– Raimundo era uno de esos hombres que miran la vida de todos los que lo rodean. No sólo en función de un proyecto político sino con esa cuestión como solidaria…

P: ¿Qué querés decir con eso de que se preocupaba por vos?

Ferreyra: Preocuparse cómo estaba yo, anímicamente, cómo me sentía. Es que para mí habían sido cambios muy vertiginosos… -y parece que Villaflor lo percibía. (Arrosagaray, 2006, p.135).

También a ella se le enrojecieron los ojos con este recuerdo. Y agregó que fue él quien acercó a Rodolfo a las FAP.

Es que nosotros éramos bichos raros para ellos [incluye la mirada de Walsh sobre ellos, por supuesto] éramos negros, obreros, peronistas y revolucionario ¡Incomprensible! Yo quería la vuelta de Perón. Raimundo me decía ¡Yo quiero todo! -. Todo significaba también la revolución y el socialismo. (Alonso, 12 de diciembre de 2016).

Volvemos unos minutos a aquellos días de marzo o abril de 1968, cuando Walsh golpeó la puerta de la casa de los Villaflor para iniciar su investigación. Una investigación político-policial que ayudaría al fin de la omnipotencia de Vandor.

P: Entonces, viste este libro como veraz...

Alonso: Cuenta cómo fueron las cosas. Está comprobado científicamente que nosotros no teníamos armas.

P: ¿Preguntaba mucho, preguntaba detalles...?

Alonso: Primero preguntó cosas generales. Cómo nos presentábamos nosotros, qué éramos. Igual, lo había mandado Cooke y la dirección se la tiene que haber dado Raimundo, así que alguna idea tenía. Después preguntó detalles: dónde estábamos sentados, preguntó nombres y cuando nos dice ¿Horacio cuánto?, le dijimos que no sabíamos. ¡Era verdad!, en esa época nadie preguntaba por apellidos ni nada. Sus preguntas fueron siendo cada vez más minuciosas.

P: ¿Se vieron muchas veces por este tema?

Alonso: Habrán sido cuatro o cinco veces. Tipo minucioso, detallista, ah, te levantaste de la mesa ¿y para dónde fuiste?

P: ¿Siempre se juntaron en la casa de Raimundo?

Alonso: También en la casa de él, un departamento que tenía en Capital.

P: ¿Era un tipo que se ponía en periodista? ¿Marcaba cierta distancia?

Alonso: Noooooo, para nada, era un hombre sencillo. Era un compañero. Entre nosotros, decíamos que era un buen tipo. Él estaba a la altura nuestra y perseguía la verdad. Además creo que él pudo entender..., una cosa es decir, otra es estar y otra bien distinta es padecer; porque nosotros tuvimos que padecer el después, perseguidos, perder la relación con la familia, perder novias, los trabajos. Mil contratiempos. La historia nos puso en ese lugar. Fue muy doloroso, en todo ¡Ni a la milonga!, los amigos con los que te cruzabas, hola y chau... Todo eso te va arrinconando, mal. Y empezar a cruzarse con otra gente... [pone cara de preocupación aunque desconcierta]

P: ¿Con qué tipo de gente?

Alonso: Intelectuales. Yo era joven, veintipico, de un barrio, te cruzabas con intelectuales y a veces te cohibías porque hablaban con otro lenguaje. Escritores, actores, minassss ¡Te cohibías!

P: Minas que no eran como las de tu barrio...

Alonso: Noooo. Por ejemplo las minas de Filosofía y Letras te decían tenés la libido sublimada... ¡Qué será eso! ¿Me estará puteando?, pensaba. Yo les decía no entiendo lo que decís, yo soy de un barrio, vivimos en una villa, somos negros... Y me preguntaban que era yo, y les decía ¿marciano, qué? Y la mina me decía: marciano, no. Si sos marxista leninista...

P: Me parece que vos aprovechabas para gastarlas un poco ¿no?

Alonso: ¡Noooooo! Una vuelta fuimos al casamiento de Norberto Liffschitz [era uno de los abogados de la ARP] y vino una mina con una minifaldaaaaa. Con El Loco estábamos tomando unos tragos [gesticula como mirando una rareza], decían que se llamaba destornillador. Era champagne con jugo de frutilla, ¿con esto te vas a poner en pedo? Nosotros estábamos acostumbrados a tomar vino en damajuana, vino con soda ¡La mina era la novia de Dalmiro Sáenz! Y Dalmiro me dice mirá que yo soy karateka... [se muere de risa por la amenaza, en época de fierros], y yo le digo vos sabé que yo no te voy a dejar hacer un solo movimiento ¡Y Norberto que viene y nos dice che, paren que es mi casamiento! (Alonso, 12 de diciembre de 2016).

En la entrevista, Alonso remarca las diferencias culturales de clase que percibía con sus otros compañeros y compañeras. Aúnque compartía la militancia política referencia un “nosotros” como muchachos del barrio y de cultura popular, y los “otros” conformado por intelectuales. Con esto afirma su identidad y nuevamente se ubica en un contexto de época en el cual intelectuales y universitarios se acercaron al peronismo.

Terminamos de charlar con Francisco mientras compartimos un café con leche, un lunes desde las 9 de la mañana. En La Real, claro. Porque aunque ahora se llame de otra manera, para nosotros sigue siendo La Real. Esquina y bar al que Walsh debe haber venido muchas veces a tratar de ver lo que ya no estaba.

Referencias

Aceves, J. (1999, abril). Las fuentes de la memoria: problemas metodológicos. Voces Recobradas, (7).

Arrosagaray, E. (2006). Rodolfo Walsh, de dramaturgo a guerrillero. Buenos Aires, Argentina: Catálogos.

Arrosagaray, E. (2006, 13 de mayo). Hace cuarenta años, en La Real de Avellaneda, no sólo moría García. Página 12. Recuperado de https://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-66827-2006-05-13.html

Gartner, A. (2014, julio). Domingo Blajaquis: su vida y su compromiso en la memoria de sus compañeros de militancia política y sindical. En Actas del XVIII Congreso de la IOHA. IOHA; Barcelona, España.

Meyer, E. (2009). Memoria, olvido e historicidad. Historia, Voces y Memoria. Revista del Programa de Historia Oral, (1).

Necoechea Gracia, G., y Pozzi, P. (Comp.) (2008). Cuéntame cómo fue. Introducción a la historia oral. Buenos Aires, Argentina: Imago Mundi.

Portelli, A. (1991). Lo que hace diferente a la historia oral. En D. Schwarzstein. (Comp.). La historia oral. Buenos Aires, Argentina: CEAL.

Walsh, R. (1984). ¿Quién mató a Rosendo? Buenos Aires, Argentina: Ediciones de la Flor.

Fuentes

Alonso, F., entrevista realizada y transcripta por E. Arrosarray, 12 de diciembre de 2016.

Alonso, F., entrevista realizada y transcripta por A. Gartner, 5 de marzo de 2014.

Ferreyra, L.; (2005). Entrevista realizada y transcripta por E. Arrosagaray. En Arrosagaray, E. (2006). Rodolfo Walsh, de dramaturgo a guerrillero. Buenos Aires, Argentina: Catálogos.


[1] Periodista, investigador e historiador. Presidente de la AHOAv. Ha ocupado el cargo de Director Gral. de DDHH y Discriminación de la Municipalidad de Avellaneda, provincia de Buenos Aires. Ha publicado los libros Los Villaflor de Avellaneda, La resistencia y el general Valle, Biografía de Azucena Villaflor, Rodolfo Walsh de dramaturgo a guerrillero, entre otros títulos.

[2] Profesora en Historia, FFyL, UBA. Docente de Metodología de las Ciencias Sociales, CBC, UBA. Profesora de Historia Contemporánea ISP “JVG”. Investigadora y capacitadora del Programa de Historia Oral, INDEAL, FFyL, UBA. Presidente de la AHORA. Ha dictado cursos y talleres referidos a Historia Oral, y tiene publicaciones de esa temática.

[3] El cuento “Ese hombre” de Rodolfo Walsh tiene su origen en esa entrevista.

[4] Geloso era una empresa que fabricaba grabadores entre otros artículos de radiofonía.

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