Editorial
La Argentina de principios del siglo XX: Tan mencionada y tan desconocida
Argentina at the beginning of the 20th century: So often mentioned and yet so unknown
La Argentina de principios del siglo XX: Tan mencionada y tan desconocida
Antigua Matanza, vol. 8, núm. 1, pp. 1-10, 2024
Universidad Nacional de La Matanza
La recurrencia con que se han citado en los primeros meses de este año 2024 los procesos vividos por nuestro país y recogidos por la historia nacional nos llevó a pensar que era hora de recordar, desde páginas destinadas a la historia, lo acaecido en aquella Argentina de principios del siglo XX, pero no solo observando su economía, sino también su sociedad y el clima en el que sus habitantes desarrollaban sus vidas, además del contexto mundial en el cual se desenvolvía nuestra patria.
Sin pretender ofrecer un análisis exhaustivo de la época, brindamos, a continuación, una reseña de los aspectos distintivos del lapso que nos ocupa, con el intento de hacer conocer más profundamente nuestro pasado nacional, que es la base inequívoca de nuestro presente.
Sostenemos, como siempre lo hemos hecho, que los ciudadanos que pretendan actuar responsablemente en su comunidad deben conocer desde dónde venimos para entender dónde estamos y el porqué de este destino, para poder desde allí hacer opciones sobre el camino a seguir en busca de un futuro deseado, donde el bien común sea considerado un valor a defender, si lo que se pretende lograr es una vida digna para toda nuestra sociedad, sin ningún tipo de exclusión.
El lapso que involucra este últimamente tan mentado principio del siglo XX, históricamente, se suele nombrar como la “República Conservadora” o también “la generación del 80”[1]. Comprende desde 1880 a 1916 y predominó, desde el punto de vista político, el PAN (Partido Autonomista Nacional), que perduró celebrando elecciones fraudulentas, que tenían como característica el “voto cantado” masculino y que se solían celebrar en el atrio de las iglesias. Durante más de dos décadas, la figura que se destacó en este escenario fue el Gral. Julio Argentino Roca, ministro de guerra del presidente Avellaneda[2], quien impulsó la “campaña al desierto” para incorporar tierras en poder de los pueblos originarios, llamados salvajes en ese momento, en forma efectiva al dominio de los estancieros propietarios.
En 1867, se había sancionado la Ley N°215 que establecía la ocupación de quince mil leguas cuadradas y el sometimiento "voluntario" o "por la fuerza" de las "tribus nómades existentes". Esto recién concluyó en 1885, pero llevó a Julio Argentino Roca a la presidencia de la Nación, a la vez que diezmó a los pueblos originarios de nuestra Patagonia.
Tras Roca, llegó al poder su concuñado, el cordobés Miguel Juárez Celman, quien, a nuestro juicio, llevó al poder algunas ideas en economía, similares a las tan en boga hoy en Argentina, y por eso deseamos ampliar ese punto. El presidente tenía unas ansias privatizadoras notables y eso lo condujo a sancionar por decreto una "Ley de Bancos Garantidos" que autorizaba a los bancos privados a emitir papel moneda de curso legal, hecho que incrementó descontroladamente la circulación monetaria y generó una notable inflación.
Tomamos de Felipe Pigna la siguiente afirmación de Juárez Celman:
Lo que conviene a la Nación, según mi juicio, es entregar a la industria privada la construcción y explotación de las obras públicas que por su índole no sean inherentes a la soberanía, reservándose el Gobierno la construcción de aquellas que no pueden ser verificadas por el capital particular, no con el ánimo de mantenerlas bajo su administración, sino con el de enajenarlas o contratar su explotación en circunstancias oportunas, a fin de recuperar los capitales invertidos para aplicarlos al fomento de su Banco, a la unificación de su deuda y a la construcción de nuevas obras. (Pigna, 2024)
El cordobés otorgó además préstamos a sus amigos, que los destinaron a la especulación con tierras y a inversiones en la Bolsa, pero aquellos que no fueron beneficiados se pusieron en su contra y así, tras producirse en 1890 el anuncio de que no podía pagar la deuda externa, se produjo una crisis que culminó con la “Revolución del Parque”, producida el 26 de julio, encabezada por Leandro N. Alem al frente de la recién nacida Unión Cívica. Participaron allí Bartolomé Mitre, Aristóbulo del Valle, Bernardo de Irigoyen y Francisco Barroetaveña, entre otros. Buscaban, por supuesto, el derrocamiento de Juárez Celman, a quien se acusaba de múltiples hechos de corrupción. El golpe fue sofocado, pero Juárez Celman dimitió y terminó el mandato su vicepresidente, Carlos Pellegrini (1890-1892).
Luego, continuaron como presidentes Luis Sáenz Peña (1892-1895), José Evaristo Uriburu (1895-1898), Julio Argentino Roca (1898-1904), Manuel Quintana (1904-1906), José Figueroa Alcorta (1906-1910), Roque Sáenz Peña (1910-1914) y Victorino de la Plaza (1914-1916).
La República Conservadora coincide con la hegemonía mundial del Imperio Británico, que había vencido a China en la Segunda Guerra del Opio (1856-1860). Inglaterra impulsó la “División Internacional del Trabajo”, ubicándonos como productores de materias primas (granjeros) y a los países de Europa como productores de “bienes industriales” (industriales). Nos volvimos así un país agroexportador que producía carne y cereales, que vendíamos baratos y que eran cargados en nuestros puertos por barcos con bandera inglesa, y que llegaban hasta allí en los ferrocarriles que Inglaterra se encargó de construir a tal fin. Para acompañar esto, se dieron privilegios económicos a nuestros compradores y la historia nacional refleja jugosas escenas y bochornosas acciones de ciertos funcionarios argentinos que remiten a tales cuestiones. Léase, por ejemplo, lo vinculado con el Pacto Roca-Runciman.
Ese proyecto agroexportador fue sostenido desde la llanura pampeana por los propietarios de vastas extensiones de tierras, mayoritariamente porteños, y enriqueció al país, al punto que hace que en 1896 se lo publique como uno de los primeros del mundo. Esto ocurría mientras los capitales británicos tomaban el control mayoritario de los ferrocarriles[3], puertos y bancos, y se producía la exclusión en el reparto de la riqueza de miles de personas.
Para habitar el país y sostener la economía agroexportadora, se trajeron miles de inmigrantes europeos, sobre todo italianos y españoles, que aumentaron la población. Aunque muchos se quedaron en las áreas urbanas prestando servicios y no llegaron a labrar los campos. Argentina se transformó así en una "colonia informal"[4] que fue reivindicada por el gobierno argentino durante la “década infame”, cuando se produjo la gran depresión de 1930 que puso en crisis al Imperio Británico y a su modelo económico. Para acompañar este proceso, el Estado argentino realizó inversiones destinadas a desarrollar ferrocarriles, puertos y frigoríficos[5].
Se produjo entonces un desarrollo asimétrico del país, quedando postergado el interior. Muchísimos inmigrantes se instalaron en Buenos Aires, que se convirtió en una ciudad próspera y cosmopolita.
A modo de comentario, permítasenos recordar que se llama entre los argentinos “interior” a todo aquello que no es Buenos Aires. Y fue allí, en esa ciudad portuaria, donde se produjo también un gran hacinamiento combinado con exclusión de la clase trabajadora, al mismo tiempo que se daba un enorme enriquecimiento de la “aristocracia ganadera bonaerense”.
Como recordatorio, también debemos destacar que los estudios universitarios eran arancelados[6] y solo unos pocos hijos de familias adineradas llegaban a ese estadio. Tampoco era común terminar los estudios de nivel medio y es interesante ver los índices de analfabetismo: Según publica en agosto del año 2000 el Ministerio de Educación de la Nación, en “La Educación de Jóvenes y adultos – Estado de situación en la Argentina”, en el año 1869 un 77.4 % de la población era analfabeta y en 1895, año anterior al que se nos señala como uno de los países más ricos del mundo (Smink, 2023); el 53.3 % de los argentinos mayores de diez años no sabía ni leer ni escribir.
Hemos visto el esquema político y, muy sintéticamente, el modelo económico imperante; solo falta ahora recordar con algo más de detalle qué sucedía con las clases trabajadoras en ese tan rico país. Se ha mencionado la gran cantidad de inmigrantes que llegaron, pero no debe olvidarse que esa inmigración también trajo de Europa los ideales socialistas y anarquistas, que los conservadores se encargaron de combatir y reprimir, incluso prohibiendo la entrada al país o fomentando la expulsión de quienes las proclamaban.
Al iniciarse el siglo XX, las luchas obreras eran frecuentes. Existían dos centrales obreras que concentraban la resistencia de la clase trabajadora: la FORA (Federación Obrera de la República Argentina) y la UGT (Unión General de Trabajadores), con un ideario anarquista y socialista, respectivamente. Pablo Reid (2024) señala que en el primer año del siglo XX se produjeron muchísimas huelgas, que fueron iniciadas por los panaderos y seguidas por grupos de gráficos, picapedreros, cigarreros, alpargateros, azucareros, ladrilleros, trabajadores del Mercado Central de Frutos, portuarios y marmoleros. Estos últimos obtienen el primer convenio colectivo de trabajo. Las demandas, por lo general, consistieron en ocho horas de trabajo, solicitud de mejoras salariales, condiciones laborales dignas y derecho de agremiación. Las huelgas siempre se complementaron con allanamientos, represión y arrestos y concluyeron con la aparición de la Ley de Residencia de 17 de noviembre de 1902, cuyo autor fue Miguel Cané. De esa misma manera se continúa en los años sucesivos.
El período 1900-1910 fue, sin lugar a duda, de gran prosperidad económica para la Argentina, que fue distinguida como el “granero del mundo”. Se dio allí una Buenos Aires que era un muestrario de opulencia con una arquitectura palaciega, de la cual perduran muchas residencias, y donde habitaba una oligarquía de vida acomodada y con algo de clase media subsidiaria de ella. La época ofrece un impresionante contraste entre ese sector minoritario y poderoso, con otro, mayoritario, donde la constante es la lucha obrera con la ejecución de permanentes huelgas, que llegaron a ser, en el año 1908, 118, y donde el fraude electoral se constituyó en la estrategia política por excelencia y la miseria era fácilmente observable en amplios sectores de la población.
Esta Argentina, plagada de malas prácticas e insensible, encontró su límite cuando, mediante la Ley Sáenz Peña de sufragio secreto y universal (para varones) sancionada cuatro años antes, se permitió el triunfo electoral de la Unión Cívica Radical, liderada por Hipólito Irigoyen, con el que llega al poder una incipiente la clase media. El camino que se inicia allí tampoco fue fácil y será truncado en 1930 con el primer golpe institucional de los seis que caracterizaron al siglo XX.
Sobre este punto, sostenemos que esa inestabilidad institucional que se dio a partir de allí y que atraviesa gran parte del siglo, dejando muy profundas huellas en la sociedad argentina, es la que debe ser analizada si se busca el porqué de alguna fragilidad actual en el sistema democrático argentino, porque a pesar de los sufrimientos vividos y las peripecias atravesadas en la consecución de derechos y el imperio de cuarenta años de ininterrumpida democracia, aún hoy, un sector de la sociedad no ha hecho suyos los valores de la soberanía, la paz, la justicia y la vida digna y sin exclusiones para todos los habitantes de este maravilloso suelo[7].
Para completar este recorrido, pensamos que es una buena idea recurrir a aquello de que una imagen vale más que mil palabras, y es por eso que invitamos a recorrer la obra “Sin pan y sin trabajo” del pintor realista Ernesto de la Cárcova, que se exhibe en el museo de Bellas Artes, donde se plasma toda la tristeza y la impotencia de una familia trabajadora, cuando el trabajo no existe y, por ende, el alimento cotidiano tampoco, pintada en la época de la que nos hemos ocupado, pero que, salvando algunas diferencias, puede adaptarse a la actualidad nacional.
Tras esta observación, se hace evidente entonces que la riqueza que había en nuestra patria en ese momento no llegaba a todos, o mejor dicho, la disfrutaban muy pocos, y como muchas veces también se ha repetido, que la historia es maestra de vida, creemos que hoy la pregunta que se impone hacernos es: Si la Historia nacional puede enseñar algo a los argentinos actuales, ¿queremos desde sus páginas aprender y aplicar lo aprendido?
De esa respuesta, multiplicada por los millones que somos, surgirá nada menos que nuestro futuro.
Referencias
Agostino, H. N. (Dir.), Artola, A. Y., Bertune Fatgala, M. N., y Pomés, R. (2020). La Matanza durante la Argentina agroexportadora desde fuentes censales (1869-1914). Universidad Nacional de La Matanza. https://juntahistorica.unlam.edu.ar/index.php?seccion=7&idArticulo=77
Pigna, F. (2024, 10 de abril). Miguel Juárez Celman y la Revolución de 1890. El Historiador.https://elhistoriador.com.ar/miguel-juarez-celman-y-la-revolucion-de-1890.
Reid, P. J. (2024). Conflictividad obrera entre 1900 y 1916. En prensa.
Smink, V. (2023, 19 de octubre). Cuán rica llegó a ser realmente Argentina y cómo y cuándo comenzó su desplome económico. BBC News Mundo, Argentina. https://www.bbc.com/mundo/articles/ce5461xlzp0o
Notas
Notas de autor
Información adicional
Cómo citar este artículo:: Agostino, H. N. (junio de 2024 – diciembre de 2024). La Argentina de principios del siglo XX: Tan mencionada y tan desconocida. Revista de Historia Regional, 8(1), 1-10. https://doi.org/10.54789/am.v8i1.1
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