Antigua Matanza. Revista de Historia Regional

ISSN 2545-8701

Junta de Estudios Históricos de La Matanza

Universidad Nacional de La Matanza, Secretaría de Extensión Universitaria, San Justo, Argentina.

Disponible en: http://antigua.unlam.edu.ar

Médica, G., y Villegas, V. (diciembre de 2017 - junio de 2018). Esos Rengos Peronistas. Dos relatos sobre el Frente de Lisiados Peronistas (FLP). Antigua Matanza. Revista de Historia Regional, 1(2), 72-108.

 

Imago Mundi

Esos Rengos Peronistas. Dos relatos sobre el Frente de Lisiados Peronistas (FLP)

Gerardo Médica[1]

Universidad de Buenos Aires, Programa de Historia Oral, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina

Universidad Nacional de La Matanza, Escuela de Formación Continua, San Justo, Argentina.

 

Viviana Villegas[2]

Universidad Nacional de Lomas de Zamora, Lomas de Zamora, Argentina.

 

Fecha de recepción: 16 de noviembre de 2017

Fecha de aceptación y versión final: 28 de noviembre de 2017

 

Resumen

El presente trabajo vinculado a la historia oral intenta explorar el itinerario de formación y militancia del Frente de Lisiados Peronistas (FLP) en los años´70. El escrito basado en dos narraciones orales de militantes del Frente, busca describir e interpretar una experiencia de visibilidad y de lucha donde se entrelazan la pertenencia a un colectivo social particular – los lisiados/discapacitados – y la articulación con el peronismo como colectivo social-político más amplio. Por otra parte, el trabajo es un intento de ingreso fragmentario a una cartografía de las narraciones orales del peronismo de los años ´70 –permeado con lo que hemos denominado síndrome de “Colonia Vela”, el terrorismo de estado y el “exilio interior”– ubicada en los márgenes de transmisión respecto de los grandes relatos sobre el peronismo de aquellos años.

Palabras Claves: militancia peronista, los setenta, historia oral, Frente de Lisiados Peronistas.

 Esos Rengos Peronistas. Dos relatos sobre el Frente de Lisiados Peronistas (FLP)

Introducción

El presente escrito vinculado a la historia oral y en particular a una historia oral latinoamericana (donde la especificidad propia “obliga al historiador oral latinoamericano no solo regresar al ser humano como sujeto y protagonista de la historia, lo obliga a concientizarse que el oficio de historiador es una tarea colectiva entre el técnico (historiador) y el/sujetos” (Pozzi, 2012, p.11); intenta explorar y adentrarse en los recuerdos de militantes de la Tendencia Revolucionaria Peronista (TRP) de los años´70 – siglo XX– y en particular en aquellos ubicados en una cartografía de las memorias eclipsadas por formas de transmisión y selección social que asocian mecánicamente a la Tendencia Revolucionaria Peronista con Montoneros[3]. Cuando hablamos de la Tendencia Revolucionaria Peronista se hace necesario explicitar que la misma tiene sus orígenes hacía fines de los años ’60 y según Antúnez (2012):

La Tendencia no era ni más ni menos que el apelativo de un amplio espacio político del Movimiento Peronista que reunía una combinación de actores colectivos como las organizaciones guerrilleras ligadas al peronismo (que hacia finales de 1973 ya quedarán condensadas en torno a Montoneros), la Juventud Peronista (JP) de las Regionales y el resto de las denominadas organizaciones de superficie de Montoneros o actores individuales como políticos, intelectuales, sindicalistas denominados “anti burocráticos”, gente del mundo de la cultura, periodistas o universitarios que adherían a lo que también se consideraba la “izquierda peronista”. Podríamos decir que se trataba de un nombre, una expresión, que designaba a todo ese conglomerado pero que no estaba escrito como tal en prácticamente ningún documento político sino sólo en los periódicos y revistas políticas de la época y que, en un proceso casi simultáneo, había sido adoptado por la propia militancia de ese espacio del peronismo revolucionario. En algunos casos, para diluir o disolver en un campo menos preciso la militancia en Montoneros, pero en otros, porque sencillamente se adhería de forma más o menos activa, más o menos explícita, al amplio y diverso espacio político del peronismo revolucionario o combativo. (p.11)

Si anteriormente hablamos de la asociación mecánica de diferentes grupos de la Tendencia Revolucionaria Peronista con Montoneros, estas circunstancias de transmisión de memorias e incluso de reconstrucciones historiográficas, coloca a la “Orga” (nombre asignado en el mundo militante a Montoneros) en un primer plano y espectraliza otras experiencias de militancia generando intersticios que no se acoplan a una continuidad analítica e histórica de los años ’70.

Dentro de esas capas de memorias eclipsadas, el trabajo busca en base a dos entrevistas  –entendidas como “relatos conversacionales” (Grele, 1991, p.111) – realizadas a militantes del FLP, un ingresar a una experiencia de militancia considerándola como una agrupación política que perteneció al amplio y complejo espacio de la TRP dentro del Movimiento Peronista (MP) de los setenta y en particular en el devenir Peronismo Revolucionario (PR)[4]. Hablar de un devenir del PR nos lleva a determinar una genealogía de origen y de evolución centrada inicialmente en los comandos clandestinos y la línea insurreccional de la Resistencia Peronista 1955-1960 (James, 1990), el primer intento de guerrilla peronista del Movimiento Peronista de Liberación- Ejército de Liberación Nacional (MPL-ELN) Uturuncos (Salas, 2003) para luego adquirir, en palabras de Marcelo Raimundo (2000a):

Una trayectoria en los sesenta que incluye los aportes de John William Cooke, los hermanos Rearte, El Kadri, Villalón, el Movimiento Revolucionario Peronista, las Primeras Fuerzas Armadas Peronistas, Juventud Revolucionaria Peronista, las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), Acción Revolucionaria Peronista (ARP) por mencionar algunos militantes y agrupaciones vinculados a él. (p. 45)

Este “continuum” de militancia muestra una “estructura de sentimiento” expresadas en un “sentido común” (Williams, 1997) y formas de actuar ante lo percibido como injusticia social, anhelos de liberación y vías de cambios sociales a lograr que reflejaron en la particularidad del momento histórico en cuestión, un linaje de combatividad con raíces en los años ’50 de esta corriente del Movimiento Peronista.

Realizada está contextualización, tenemos por objetivo desde la fragmentación de los relatos, interactuar con las subjetividades de viejos militantes del Frente de Lisiados Peronistas –expresadas en “historias” y sentidos asignados por ellos mismos a sus trayectorias (Portelli, 2008, p.8) – que permitan una visión de calidoscopio de la espesura de relatos y memorias eclipsadas sobre un sector de la Tendencia Revolucionaria Peronista.

Por otra parte, se busca vislumbrar el itinerario específico del Frente de Lisiados Peronistas donde se entrelazan la pertenencia al peronismo, a la Tendencia Revolucionaria Peronista (adhesión posterior a Montoneros) y su ubicación en un sector de la sociedad con demandas específicas: el de los lisiados o personas con capacidades diferentes en los años setenta.

Hasta el momento los abordajes sobre el Frente de Lisiados Peronistas son pocos. Existe el libro testimonial “Los Rengos de Perón. Crónica de un militante del Frente de Lisiados Peronistas” (Alonso y Cuenya, 2015) y una serie de artículos en revistas académicas que abordan al FLP en relación a las luchas de los derechos de los lisiados durante fines de los años ’60 y ’70 del siglo pasado. Estos artículos son: “Cuerpo, discapacidad y violencia simbólica: un acercamiento a la experiencia de la discapacidad motriz como relación de dominación encarnada” (Ferrante, 2009); “Luchas simbólicas en la definición del cuerpo discapacitado legítimo en el origen e institucionalización del campo del deporte adaptado de la Ciudad de Buenos Aires, Argentina (1950-1976)” (Ferrante, 2012); “Historiar los derechos a la rehabilitación integral de las personas con discapacidad en Argentina (1946-1974)” (Bregain, 2012) y “La revolución de los rengos, José Liborio Poblete Roa y el Frente de Lisiados Peronistas” (Sbriller, 2016). Los trabajos en mencionados son sugerentes por configurar un umbral de ingreso a los “Rengos Peronistas” proyectando posibilidades de investigaciones más amplias que avancen sobre experiencias espectrales de la Tendencia Revolucionaria Peronista y específicamente sobre el Frente de Lisiados Peronistas fuera de una intervención microscópica de un “paper”. Se podría afirmar que la producción sobre el FLP es una estela suspendida de memoria y que es necesario ahondar en pesquisas para un mayor logro de espesura histórica.

No menos importante de destacar es que los relatos orales y memorias de nuestros entrevistados están penetrados por traumas que se resignifican al narrar (Kempler, 2000) y un dolor “cojudo” de los setentistas[5] determinado por la derrota de un proyecto individual y colectivo de vida, la muerte y desaparición de compañeros de militancia y exilios internos.

En el caso de los integrantes del Frente de Lisiados Peronistas este dolor se expresa en sus relatos y silencios,  configurado en una temporalidad recordada y resignificada desde el presente, con una lógica: el intento fracasado de “tomar el cielo por asalto”, las marcas del síndrome de “Colonia Vela”[6] que los ubicó en el terreno de los infiltrados o de los “zurdos” durante el enfrentamiento intestino del peronismo de izquierda y el de derecha, el horror de la muerte y la tortura en la dictadura militar y un tiempo de recomposición personal y colectiva que llega hasta el presente.

Esos “rengos” del Instituto de Rehabilitación del Lisiado (IREL)

En los años ’70 los lisiados eran encasillados –teniendo en cuenta los criterios de normalización relacionados al sistema de producción económico en el terreno de los “anormales” (Foucault, 2000, p. 25)– y en la idea de deficiencia y de cuerpo no legítimo (Ferrante, 2009, p. 18). Es decir, eran vistos como los “no aptos” para el trabajo generando una estigmatización que los relegaba a una situación subalterna, a la medicalización o incluso a la caridad del resto de la sociedad para garantizar su existencia social.

Con esta impronta las intervenciones estatales se orientaban a “definir qué era la deficiencia y  la discapacidad”  y a generar acciones de rehabilitación las cuales pretendían la normalización de los lisiados con la lógica de “cuerpo no legitimado-legitimado” (Ferrante, 2012, p.18). Esto conllevaba que el lisiado por portar un cuerpo “no normalizado” se encontrará sujeto a tratamientos médicos, a la práctica deportiva exclusiva para discapacitados o incluso al aprendizaje de oficios con la prospección de formar parte del mercado de trabajo como obrero con características particulares: los que estaban fuera de convenios colectivos de trabajo vigentes y en el mejor de los casos, bajo la modalidad de peculio.

Una normalización que ponía en cuestión, la aceptación de “una identidad deteriorada” y la portación de un estigma: “la situación del individuo inhabilitado para una plena aceptación social” (Goffman, 2006, p. 13).

Esta idea de normalización existente en la Argentina, determinó en 1956 – producto del alto impacto de la epidemia de poliomielitis– la aparición de la Comisión Nacional de Rehabilitación al Lisiado (CONAREL/CNRL) y como consecuencia de ello, la creación de  “una  serie  de  instituciones  y  de saberes  destinados  a  la  rehabilitación  del lisiado: en 1956 se fundan dos centros médicos: el Instituto  de  Rehabilitación  del  Lisiado  (IREL)  y  el Centro  Nacional  de  Rehabilitación  Respiratoria  (CNRR) María Ferrer” (Ferrante, 2012, p. 20).

Lejos de historiar la especificidad del campo lisiados/rehabilitación, en el período que abarca la década de los ´50 e inicios de los setenta en el país, podemos afirmar que sus derechos a “una rehabilitación integral quedaban restringidos en la práctica, a los aspectos médicos y a algunos aspectos sociales, ya que la dirección de la Comisión Nacional de Rehabilitación al Lisiado CNRL y del SNR (Servicio Nacional de Rehabilitación en 1969) no promueven realmente ni garantizan el acceso a un empleo estable y digno” (Bregain, 2012, p.26).

En este contexto, las aspiraciones de los lisiados tales como estudiar, inserción laboral  o  simplemente la inclusión estuvieron atravesadas por las falencias, el desinterés y la falta de fondos del estado con políticas ineficientes. Incluso parte de sus destinos quedaban supeditados a instituciones privadas nucleadas en la Coordinación de Obras Privadas de Rehabilitación (COR). Esta institución fue creada en 1959 y nucleaba a instituciones como Asociación de Ayuda y Orientación al Inválido (AOI), Asociación de Lucha contra la Parálisis Infantil (ALPI), Asociación Cooperadora del Instituto de Rehabilitación (ACIR), Club ''Marcelo J. Fitte'' y otras. Con esta lógica de intervención la Comisión Nacional de Rehabilitación al Lisiado y la COR estimulaban una intervención donde se ofrecía al lisiado un universo donde confluían prácticas de deportes para  discapacitados, clubes, hogares, escuelas de formación profesional, talleres protegidos y bolsas de empleo “favoreciendo pues, la acción privada en detrimento de la acción pública” (Bregain, 2012, p.17).

Si la “acción privada” condicionaba la intervención estatal respecto a las personas lisiadas, la cuestión de clase social determinaba en los lisiados trayectorias de vida diametralmente opuestas: los discapacitados de los sectores medios y altos –favorecidos  por no depender exclusivamente del estado en su rehabilitación– tenían acceso a estudios, ingreso al mundo del trabajo y a la práctica de deportes[7] favorecidos por su condición. En oposición al esquema referenciado, los lisiados de bajos recursos y del interior del país tenían una trayectoria marcada por las falencias estatales en las instituciones, el destino de aprender solo un oficio y una inserción laboral matizada con cierto halo de beneficencia o caridad en alguna cooperativa de trabajo o taller protegido[8]. El esquema en el que estaban los lisiados sin recursos contribuía y afirmaba una doble estigmatización: ser lisiados y pobres.

Este itinerario de rehabilitación/normalización de los lisiados de sectores bajos en la década de los setentas lo experimentaron nuestros entrevistados: Gilberto Renger Ponce y Ricardo Quiñones quienes llegaron al IREL luego de hacer un largo recorrido por escuelas de oficios y trabajos en talleres protegidos que promovía la CNRL y la COR.

La situación de lisiado de Gilberto Renger Ponce (nacido en Oruro, Bolivia y residente en el país desde los ´70) fue producto de una luxación de cadera y de intervenciones quirúrgicas que le produjeron el acortamiento de unas de sus piernas y como consecuencia de ello, la renguera (Renger Ponce, 2014). En  cuanto a la situación de Quiñones –santiagueño de origen y residente en el Gran Buenos Aires producto de la migración interna de sus padres– estuvo vinculada a accidentes de trabajo que le produjeron lesiones en una de sus manos y la pérdida de un ojo (Quiñones, 2014).

Si tenemos en cuenta la idea de “condición de discapacidad” y “la situación de discapacidad” considerando que (Pantano, 2007):

Nos referimos a la discapacidad como “condición” para designar el estado en que se halla una persona debido a problema/s de salud que opera/n sobre su funcionamiento, en interacción con el contexto, afectándolo en sus actividades y participación y otras consecuencias (como establece la Clasificación Internacional del Funcionamiento, respondiendo a un modelo biosocial).

Con “situación de discapacidad” se alude al conjunto de factores o circunstancias que tienen que ver con las personas (población) en cuanto estén o puedan estar en condición de discapacidad. (p.119).

La tensión entre “condición de discapacidad” y “la situación de discapacidad” actuaron inicialmente de dos maneras en Quiñones: en una primera etapa, pasa a ser el protegido de la familia, “el nene no puede hacer nada” y en contraposición, la presión de una hermana  para  que intente salir  de la situación de inmovilidad que lo invadía. Tiempo después del accidente –comenta Quiñones– su hermana “Chela” –militante del Partido Comunista (PC) y operada de cadera– le consigue un trabajo en una fábrica de silbatos y una vacante en la escuela de oficios del IREL (Quiñones, 2014). Sobre esos momentos el relato de Ricardo Quiñones (2014) se desliza en:

No me quería quedar. Para mí yo era un tipo sano. Para mis adentro (sic) decía: cómo voy a estar con este que le falta la pierna, a este que le falta el brazo… Pero es una experiencia de vida extraordinaria. Ver esos tipos, era…. Estábamos a ocho cuadras de la estación de Belgrano, terminábamos de merendar y uno que le faltaba la “gamba”, pirata el tipo, y estaba el “Chulo” que tenía polio que se rellenaba las piernas con almohadas… me obligaban a levantar minas  en la estación (risas). Eso me despertaba y me decía: “yo a comparación no tengo nada”. Eso me fue levantando. Los compañeros te levantaban, la institución dejaba mucho que desear. Nosotros por ejemplo salíamos de los talleres, teníamos que comer, un régimen tipo militar era y teníamos que hacer la primaria. Yo ya la había hecho. Estábamos en medio de señoras que hacían o creían que hacían beneficencia. Teníamos una vieja, la vieja I… que iba a “mangar”, ella tenía un autito, cazaba un rengo lo tiraba atrás y salía. Y venía llena de cosas. También tenía problemas en los talleres, con el famoso peculio, pagaban poco y el problema era con los rengos del interior que no les alcanzaba para nada. Por ese problema nosotros comenzamos a activar, a militar. Con el famoso peculio te alcanzaba solo para “pucherear”.

La idea que nos transmite Ricardo Quiñones con sus palabras opera en dos direcciones: resaltar la experiencia de vida positiva vinculada al contacto con personas que modifican su vida y, al mismo tiempo, dejar entrever las condiciones precarias de los lisiados poniendo el acento en los talleres protegidos. Es importante resaltar como remata su testimonio con la frase “comenzamos a activar”; frase que deja entrever la no aceptación de una “identidad deteriorada” y el rechazo a las líneas de normalización que se imponían desde las instituciones.

Por otra parte, Renger Ponce al recordar su llegada al IREL pone el acento en la búsqueda de rehabilitación y en el logro de una beca “en la ENET”[9] –la  escuela de oficios– (Renger Ponce, 2014). Si bien pone el eje en las malas condiciones de paga en los talleres tutelados destaca: “en ese lugar encontré a mis amigos, a mis compañeros y a mis hermanos de la vida. Conozco a Poblete, Guillén, Medina y un montón de compañeros del ‘Frente Rengo Peronista’” (Renger Ponce, 2014) (ver figura 1).

Figura 1. Entrevista a Gilberto Renger Ponce, Morón, Buenos Aires, enero de 2014. Fotografía tomada por Viviana Villegas.

Los fragmentos de las entrevistas dan cuenta de la percepción del estigma de ser un “lisiado pobre” –en  relación al contexto del instituto donde se encontraban–  y la significación de la figura del “compañero” como sostén de la vida cotidiana y pilar para modificar las condiciones materiales en las que estaban determinados. La noción del “compañero” como relación vincular, inicialmente fue la que hacía posible asumir la “situación de discapacidad” en un mal contexto, y por otro lado, “esos compañeros” eran vistos también como “compañeros de reivindicaciones” con centro en la militancia política. Ricardo Quiñones (2014) desde su recuerdo nos dice:

Era poca plata para los pibes. Y ahí empezamos a cuestionar al director. Y dijimos acá nos tienen que dar aumento (…). Hubo muchas que pasaron y ahí empezamos a tomar conciencia de las cosas que nos pasaban. ¿Por qué nos tenían que pasar? Encima que teníamos nuestras deficiencias, encimas ellos lucraban con nuestras deficiencias. En eso viene el “Maradona” del equipo, aparece José Poblete, chileno, 17, 18 años con una guitarrita y su tono chileno (…). Un tipo que ya venía empapado de militancia chilena. Nos hablaba primero al ser humano y cuando él hablaba quedábamos con la boca abierta de lo que nos decía (…). Y nos plantea militar. Y ahí empezamos a salir, a una unidad básica en la villa de Bajo Belgrano. ¿Sabes por qué íbamos? Porque tocaban la guitarrita y tomaban mate. Y uno salía del encierro (…). Incluso ahí conozco a mi señora. Y ahí nos entra a picar el bichito del peronismo (risas). “Pepe” (Poblete) habrá ido tres veces a la unidad básica. Y un día viene con la guitarrita al instituto, nos hace sentar en el pasto porque estaba el club del instituto (IREL), donde estaban las piletas, donde venían todos los rengos de plata (Nosotros nos bañábamos pero de noche). Y nos plantea que si solo alcanzaba ir a tomar mate. Y nos dice: “¿no les parece que tenemos que hacer algo más productivo?”.

El Frente Rengo Peronista (FRP)

Ese planteo que les realiza “Pepe” Poblete a nuestros entrevistados, es el puntapié inicial para el surgimiento en 1972 del “Frente Rengo Peronista” (FRP) o “Frente de Lisiados Peronistas” (FLP)[10] vinculando a los lisiados de bajos recursos del IREL y a la militancia peronista. José “Pepe” Poblete Roa era de origen chileno y había llegado al IREL en busca de rehabilitación tras perder sus piernas por un tren, en aquel país detrás de Los Andes. Poblete Roa fue militante del Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR) y desde temprana edad formó parte del Frente de Estudiantes Revolucionario (FER). Una de las principales acciones en el país trasandino fue la creación de “’La Escuelita para el niño trabajador’, una sala sin profesores titulados en las que aprendían a leer y escribir los niños de los obreros.” (Argento, 2012, p.29; Sbriller, 2016, p.95).

Los “Rengos Peronistas” como nuevos actores sociales y políticos buscarán no solo denunciar las malas condiciones en que se encontraban  –y tratar de revertirlas– sino también, cuestionar los mecanismos de normalización de la época politizando sus problemáticas.

De algún modo, se atrevieron a sacar de las catacumbas el destino establecido que tenían al politizar sus reclamos, militar por mejores condiciones de rehabilitación, romper con una mirada paradigmática sobre los lisiados y también al tomar el “cielo por asalto” y la liberación del país sumándose a un colectivo más amplio. En un lenguaje coloquial reclamaban por ser lisiados pero soñaban con ser partícipes de una revolución social en sillas de ruedas desde la pertenencia a la TRP y Montoneros.

Las acciones iniciales del frente se dan en un contexto de dictadura militar encarnada por Levingston y Lanusse donde se producen recortes presupuestarios en el área de rehabilitación y la represión al conjunto de la sociedad. De acuerdo a Bregain (2012):

De 1968  a  1973, el  sector  de  la  rehabilitación no sólo está  sumido  en  una  crisis administrativa, presupuestaria y económica, sino también política. En efecto, al mismo tiempo, sus distintas autoridades pierden legitimidad frente a los que pretenden asistir. En el contexto argentino de los años 1960, en que muchos jóvenes tienen contacto con una contra-cultura de la rebelión, algunas personas con discapacidad física manifiestan públicamente o en privado su insatisfacción creciente acerca del contenido de la asistencia que se les ofrece y de la forma en la que se oferta. (p.12).

Una vez constituido el FLP, sus miembros articularon militancia con el Movimiento Villero Peronista (MVP), la Juventud Peronista (JP) y Montoneros (Argento, 2012, p.19). Articulación que incluía debates, presencias en conjunto de acciones políticas o incluso el juntarse “a tomar mate, escuchar la guitarrita” o “ir a los partidos de River Plate con los villeros o intentar levantarnos una ‘mina’” (Quiñones, 2014). Sobre esta vinculación con distintas organizaciones del Peronismo, el FLP apoyará la llegada de Cámpora a la presidencia  y sus integrantes se harán presentes el 25 de mayo de 1973 en la asunción de su gobierno. El entrevistado  Gilberto Renger Ponce (2014) recuerda:

Nosotros sabíamos que había que militar porque nadie te regala los derechos. Subimos a ver. Y lo de Cámpora fue muy lindo. Jamás habíamos visto una movilización con tantos rengos en la calle, en camilla, en sillas de ruedas, con muletas (…). Entramos por la explanada que sube del costado viniendo de Retiro. Era impresionante lo que era la militancia de todo el país. Había tanta opresión que vos sentías que todo el mundo se quería liberar y era lo más lindo, Lanusse se estaba yendo por la puerta de atrás. Nosotros pudimos entrar, una compañera del FLP entregó un ramo de flores a Cámpora. Y bue, Cámpora significaba mucho para nosotros era parte del proyecto de liberación (ver figura 2).

Figura 2. Volante del Frente de Lisiados Peronistas previo a las elecciones de 1973, extraído de  Revista Oficio, 2(2), p.95.

 

Para los rengos del FLP la militancia dentro del Frente Justicialista de Liberación (FREJULI) y la llegada al poder del “Tío” Cámpora, produce una potenciación de la militancia en el colectivo específico de pertenencia. La visibilidad y la articulación con el Peronismo, los corre del encriptamiento de “lisiados” encerrados o trabajando en una escuela de oficios de manera resignada. Ricardo Quiñones (2014) recuerda y narra:

Con Cámpora se produce la mayor alegría para nosotros. Y dale que va, le damos más a la militancia. Nosotros sabíamos que teníamos talleres protegidos en todo Buenos Aires con mano de obra barata. Entonces empezamos a activar un montón. Había rengos trabajando por dos pesos con diez. La idea era ver y arengar que estaban siendo explotados. Y se organizó la toma de la escuela del instituto por el ‘73 para que se sepa las condiciones en que estaban los rengos.

Como lo anticipa nuestro entrevistado en su testimonio, en mayo de 1973, los integrantes del FLP organizan como acción de visibilidad –“para  que se sepa” (Renger Ponce, 2014; Quiñones, 2014) – la toma del Instituto Municipal de Lisiado (IREL). Una revista de la TRP La describía este hecho en sus páginas (El Descamisado 1(3), 1973) del siguiente modo:

No pedimos limosnas, solo que se respeten nuestros derechos”, reza uno de los carteles colgados de la verja que da sobre la calle J.B. Justo al 8000. Pertenece al Hogar Municipal de Rehabilitación del Lisiado y ha sido tomado la semana anterior. Estos mal denominados colegios de rehabilitación (…) dependían de Bienestar Social pero orientados por la Asociación de Ayuda y Orientación al Inválido.  Detrás de este noble y espartano título de beneficencia se oculta una filial de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), es decir de los E.E.U.U. y la CIA. En el centro ubicado en la calle Teodoro García 1721, cuya directora era la Sra. Sánchez de Bustamante –pariente  del retirado general de la desaparecida dictadura–se puede verificar a hemofílicos trabajando con sierras de carpintería y con caladoras. Los trabajos que se efectúan son a pedido de empresas tales como Boris Garfunkel e Hijos, Philips, Bendix, Winco, Atma. Es decir, la relación con la O.I.T. y estás empresas multinacionales, lleva  la explotación al límite de lo increíble, por ejemplo: los alumnos, en su gran mayoría adolescentes, trabajan ocho horas por día cobrando 20.000 pesos antiguos. Para 13 obreros existen administrativamente, 9 empleados” (p.3).

Paralelamente a esa idea de visibilidad, el FLP buscaba constituir un grupo más amplio de discapacitados con el objetivo de lograr una militancia mayor y el surgimiento de una  institución con alcance nacional y centro en el logro de una ley de empleo para los lisiados. El resultado fue la elaboración del proyecto de la Unión Socio Económica del Lisiado (UNSEL) cuya meta, según Gilda Bregain (2012) era:

Acceder a un trabajo en un medio normal y conseguir recursos económicos suficientes para vivir sin depender  de  las  asociaciones. Eso los lleva  a  criticar  duramente  al  modelo  asistencialista  de  la discapacidad ; crítica  que  resaltan en  su  eslogan : “ ‘Los  lisiados  seremos  artífices  de  nuestro  propio  destino, nunca más instrumento de la ambición de nadie” (p. 23).

En esta génesis de militancia, Ricardo Quiñones recuerda que con iniciativa de “Pepe” Poblete y ayuda del Movimiento Villero Peronista que se había constituido en una villa cercana a Barrancas de Belgrano, el FLP logra conseguir una casa para vivir en la calle Echeverría cerca del IRL donde convivirían integrantes del Frente, militantes peronistas y voluntarios que ayudaban a los discapacitados (Quiñones, 2014). Nuestro entrevistado Ricardo Quiñones (2014) rememora y nos dice:

En ese lugar, no me preguntes cómo hizo Poblete, consiguió una casa donde nos dejaban estar, donde vivíamos. Ahí teníamos una convivencia diaria, una suerte de comunidad. Nosotros salíamos de ahí a hacer nuestras cosas y al mediodía veníamos, y hacíamos política. Teníamos reuniones cada fin de semana con todos los compañeros del frente. No era todo chato, con algunos teníamos diferencias y ahí las limábamos. Había rengos que eran ‘derechosos’ también con los que se discutía o discutíamos con los que tenían poca formación política.

Un hecho significativo de esas acciones de militancia emanadas fue la participación de los integrantes del Frente –junto a miles de personas– en acto por el retorno definitivo de Perón al país que se llevó a cabo en Ezeiza y que derivó en el enfrentamiento entre los sectores de la ortodoxia e izquierda del peronismo.

Ambos entrevistados describen ese día, el 17 de noviembre de 1972 como “un día de fiesta que terminó en una tragedia”. Recuerdan que salieron del Barrio de Belgrano en dos grupos: uno el día previo y otro el mismo día del regreso. La presencia del FLP estuvo matizada por la participación de sus miembros en el palco de ceremonias (Renger Ponce, 2014; Quiñones, 2014). Al producirse los incidentes tanto Renger como Quiñones, lejos de explayarse en sus relatos solo atinan a decir que intentaron proteger sus vidas y “a poner en el piso a los compañeros en silla de ruedas” (Quiñones, 2014) o “buscábamos salvar a los compañeros” (Renger Ponce, 2014).

Al reconstruir los sucesos de Ezeiza, en el viejo militante del FLP Ricardo Quiñones surge un sentimiento de ruptura y tristeza que se refleja en su entonación en la narración expresando: “mirando desde hoy, creo sabíamos que se las iban a agarrar con nosotros, pero jamás pensamos que iba a hacer tanto” (Quiñones, 2014).

A poco de los sucesos de la masacre de Ezeiza, el Ministro de Bienestar Social López Rega denunciará en los medios de comunicación que los integrantes del FLP  habían ingresado al acto de Ezeiza con armas y drogas en las sillas de ruedas. En relación a dichas acusaciones, los entrevistados las niegan contundentemente (Renger Ponce, 2014; Quiñones, 2014)  y uno de ellos destaca: “fue una forma de ensuciarnos gratuitamente” o “no podíamos ni caminar y menos darle a los ‘fierros’” (Quiñones, 2014).

Las acusaciones de las que fueron objeto determinaron el repudio y la fijación de posiciones del FLP en dos revistas de la TRP. En la revista “Militancia” publicaron una solicitada donde expresaban las falsas acusaciones sobre ellos (Militancia 1(5), p.17) y en “El Descamisado” Eduardo Medina y Oscar Báez como miembros del FLP realizaron un descargo sobre las imputaciones que les realizaron destacando la decisión de “ir a Gaspar Campos para clarificar la situación y solicitar apoyo para el proyecto de la Unión Socio Económica del Lisiado (UNSEL). Creemos que todo finalmente se va a aclarar´” (El Descamisado 1 (7), 1973, p.28.).

Las disputas intestinas en las que se iba sumergiendo el Peronismo de los ´70 afectaron al FLP. Ricardo Quiñones en su narración hace referencia a que después de los episodios de Ezeiza: “venían tipos al instituto, vos sabías que eran de la derecha por como hablaban y vestían. Y te tiraban la lengua”. También rememora con tristeza que comenzaron a llamarlos “Rengos Comunistas, Rengos Marxistas o Rengos Zurditos” y que hubo pintadas en el IREL “con esos motes despectivos” (Quiñones, 2014).

Es importante resaltar que en función de lo que llamamos el síndrome de Colonia Vela, la designación del otro como “comunista”, “zurdo” o “marxista” planteaba la idea de desviación o de eliminación. A su vez, si lo vivenciado por los militantes del FLP da cuenta de una temporalidad  –donde se torsionan espacio-tiempo promoviendo subjetividades e identidades– el camino de militancia sostenido puede ser visto como un espacio biográfico/colectivo (Arfuch, 2010) y de constitución de identidades que nos presenta a los militantes del FLP en un proceso de construcción de identidad complejo y dinámico. Una identidad asociada al “rengo que cuestiona  la normalización de época”, “el rengo politizado y pobre”, “al rengo peronista” y por el juego de las diferencias del Peronismo del momento: “el rengo marxista o infiltrado”. Está complejización de identidad, lejos de frenar el camino de militancia de los entrevistados, los potenciaba a seguir en la lucha bajo un juego de “nosotros” y “ellos” con la impronta marcada en “seguíamos militando mucho, nos cuidábamos y mirábamos para todos lados porque los ‘derechosos’ nos querían dar leña” (Quiñones, 2014).

Esos “Rengos Comunistas”

Desde el encasillamiento en “Rengos Zurdos o Rengos Marxistas” la militancia del FLP buscará aglutinar sus fuerzas con otros sectores o grupos de discapacitados. Si en un comienzo la visibilidad y la denuncia eran el centro de las actividades, desde mitad de 1973, se buscará o intentará sumar esfuerzos para una ley que reconociera los derechos laborales de los discapacitados incluyendo a otros sectores del colectivo de lisiados. Con este norte, la Unión Nacional Socio Económica del Lisiado (UNSEL) conformada como proyecto en mayo de 1973 cobra protagonismo junto con las banderas de las reivindicaciones de los discapacitados no sólo con filiación peronista. De acuerdo a lo narrado por Ricardo Quiñones, los antecedentes de UNSEL se vinculan a fines de 1972 y comienzo del 1973 ante la propuesta de relevamiento de instituciones de lisiados de Poblete y con la intervención política del FLP en los “Juegos de Sillas de Ruedas Nacionales” (Quiñones, 2014)[11]. El entrevistado Ricardo Quiñones (2014) reconstruye la presencia en el evento al decir:

Primero con el relevamiento Poblete nos dice: “que se podía hacer un congreso nacional de discapacitados y plantear nuestras problemáticas”. En ese ínterin se hacían los juegos para discapacitados nada más, deportes en sillas de rueda, que se llamaban los nacionales (…). Cada provincia tenía su equipo, sus selecciones. Cuando se da esto, nosotros ya veníamos con el FLP y la idea de UNSEL. Ese torneo se hace en Mar del Plata. Bueno nos vamos allá. Sacamos los pasajes acá y paramos en hoteles sindicales (…). Entonces estábamos en Chapadmalal y al mediodía nos acercamos. Nos cerraban las puertas. Los que logramos entrar e hicimos un buen laburo, el de que los compañeros tomen conciencia para pelear porque habíamos que tener trabajo digno.

Está incursión en el evento produce el enojo de los organizadores “al intentar repartir octavillas de corte político” y a su vez, el alejamiento de componentes de derecha en el seno del FLP (Bregain, 2012, p.24).

Retomando la narración, en julio de 1973 y en la búsqueda de una ley que contemple el empleo de los lisiados, el Frente se reúne con funcionarios del Ministerio de Bienestar Social y con el Servicio Nacional de Rehabilitación. Realizada la referida reunión, los discapacitados obtienen resultados no satisfactorios: “Las gestiones de los compañeros lisiados en el Ministerio de Bienestar Social no dieron ningún resultado. Como tantos otros que fueron a buscar apoyo, no consiguieron nada; o algo peor, nos ofrecieron una limosna” (El Descamisado 1(11), 1973, p.14).

Esto derivará en la toma de la sede de AOI (Asociación de Orientación al Lisiado) con un cartel “Libres o muertos. Jamás esclavos” cerca del IREL (El Descamisado 1(11), 1973, p.14). En la reconstrucción de lo sucedido desde el presente, Ricardo Quiñones (2014) nos dice:

AOI estaba en Teodoro García a dos cuadras del instituto (IREL), la fachada era un edificio común, en un segundo piso los rengos trabajando por 2 pesos (…) que estaban siendo explotados. Los que ponían los talleres la levantaban con la pala. Y bue tomamos el taller de AOI. Vienen las fuerzas del orden, nos sacan, quedamos afuera en la calle, dormimos varios días en la calle y la solidaridad de la gente que se sorprendían que no habían que existía eso ahí (…). Nos traían camperas. Estábamos en Avenida Libertador y Teodoro García (…). Y López Rega: “diciendo que éramos buenos chicos”. No nos quería porque éramos un estorbo nos quería mandar a dar palos (sic). Nosotros teníamos que ir a protestar a donde no se sepa (ver figura 3).

Figura 3. Toma de la sede de AOI extraído de El Descamisado 1(11), 1973, p.14

Por otra parte, Gilberto Renger Ponce (2014) comenta:

Nosotros tomamos cuando tomamos Avenida Libertador, tomamos la mayoría de los talleres (de AOI) que manejaban las señoras que hacían beneficencia. En los talleres te daban una moneda y te hacían laburar como burro. Le empezamos a tomar todos los lugares y terminó con la toma de Libertador. Todo esto se tomó como una agresión al Ministerio de Bienestar Social. Lo que era la escuela profesional también la tomamos, una de las primeras tomas fue esa porque ahí los compañeros porque la comida que se mandaba no era lo que se servía. Los directores los oprimían, a la mañana cuando tocaba el timbre a las 630 te tocaban con un palito y te hacían levantar. Los compañeros tenían mucha bronca. Y bue, a partir de eso teníamos diferencias con el ministerio (…). Nosotros buscábamos que los medios vinieran. Nosotros estuvimos, a media cuadra de Libertador estaba un taller protegido. Yo ahí trabajé, armábamos pastillas de frenos. Ahí nos desalojan. Nos quedamos en la puerta y estuvimos un mes,  más o menos en el mes de julio en pleno frío. Y la decisión última fue que se enterara la opinión pública, cortamos Avenida Libertador a la cinco de la tarde. Y bue (risas) ahí se enteraron todos. Y bue,  bajan a reprimir. La represión fue bastante dura, los bomberos y  tipos de civil. Y el túnel de Libertador estaba lleno de sillas de ruedas, camillas y muletas. Nos dieron bastante, no quedo ningún compañero guardado y nos fuimos (ver figura 4).

Figura 4. Corte de Av. Libertador de los FLP durante la toma de la AOI/IREL, imagen extraída de El Descamisado 1(11), 1973, p.14.

La represión sintetizada en “nos dieron bastante” (Renger Ponce, 2014) fue cubierta por la revista “El Descamisado”,  cobertura que mostraba imágenes dantescas sobre la represión que sufrían  los discapacitados tirados en el piso y describía los sucesos, destacando las agresiones de los bomberos junto a la presencia de policías de civil intimidando o incluso también,  la negativa del comisario del operativo a “una orden de López Rega por radio a desalojarlos violentamente” (El Descamisado 1(11), 1973, p.14) (ver figura 5 y 6).

Figura 5. Represión a los lisiados durante en Av. Libertador por parte de los bomberos, imagen extraída de El Descamisado 1(11), 1973, p.14.

Figura 6. Represión sobre militante del FLP durante la toma de AOI/IREL, imagen extraída de El Descamisado 1(11), 1973, p.14.

 La desconcentración se produjo cuando llegaron al lugar los medios de comunicación al dar cuenta de la noticia. “Nos pegaron pero el objetivo de que se instale en la opinión pública lo habíamos logrado. Nuestros reclamos iban a aparecer en los distintos canales e informativos” (Renger Ponce, 2014).

Alejados de la represión y de la toma de los talleres de la AOI, el foco es puesto en la UNSEL (conformada como proyecto y presidida por Norberto Scarpa y Noemí Pauveler) donde se propicia un encuentro en la Facultad de Medicina de la U.B.A de discapacitados no solo del FLP. Un diario de época (Noticias. Sobre todo lo que pasa 1(25), 1973) destacaba:

Se realiza un congreso en la Universidad de Medicina de la UBA sobre discapacitados trabajo y vivienda, en la calle Paraguay. Ahí se invita a la gente del senado y diputados. Había venido un secretario del senador Oraldo Britos que le interesó el planteo. Y después del evento, pasaron unas semanas y llama a U.N.S.E.L. Después de ahí, nos ayudó a sacar lo que es la ley (p.7).

El 23 de noviembre de 1973 se presenta en la Cámara de Senadores el proyecto de ley “Comisión Nacional de Discapacitados” que a la luz de las circunstancias y de la militancia de los lisiados politizados es vista como un avance. Parte del apoyo al proyecto de ley, lo expresaban distintas instituciones de lisiados y la UNSEL en el Diario Noticias justificando que: “el apoyo se debe a que este proyecto responde a una necesidad muy sentida por todos los discapacitados del país, que no quieren ni privilegios, ni limosnas porque han comprobado que luchando se obtienen las herramientas que le permitirán incorporarse a la Nueva Argentina que entre todos estamos construyendo” (Noticias. Sobre todo lo que pasa 1(25), 1973, p.7).

El valor que tenía el proyecto de ley –que será aprobado en 1974 en diputados bajo el nombre de Ley 20.923 – según Bregain Gildas (2012) residía en que:

Responde al deseo de los discapacitados de conseguir un empleo normal, de participar de la decisión de su orientación profesional y de que estén representados dentro de la institución encargada de velar por la aplicación de la ley. Contempla también que las administraciones, públicas o mixtas o privadas, tengan la obligación de contratar al menos un 4% de discapacitados entre los puestos existentes en sus empresas y la creación de un organismo oficial, la Comisión Nacional de Discapacitados. Esta comisión dependería del Ministerio del Trabajo y se le encargaría el control de la aplicación de la ley con poderes para multar las infracciones y oponerse a cualquier medida oficial o privada que perjudicara la salud de los discapacitados o a sus intereses (p.26).

Los días grises de la dictadura

El destino de la Ley 20.923 –de  suma importancia para el campo de la discapacidad– quedará  trunco ya que no solo nunca llegará a reglamentarse sino que también, la dictadura militar iniciada en 1976 la derogará para perderse en el tiempo. Con orgullo y nostalgia, Renger Ponce o simplemente el “Boli”, remarca en su testimonio: “fue la tercera ley que anulan los milicos” (Renger Ponce, 2014).

Con el FLP casi desarticulado, parte de los miembros se suman a militar en “Cristianos para la Liberación”[12]. En tono anecdótico Quiñones al relatar sobre este grupo nos dice “leíamos ‘El Descamisado’ en las misas” (Quiñones, 2014).

Y cuando los pardejones de la dictadura se instalaron el 24 de marzo de 1976, comenzaron a “chuparse” a los lisiados del FLP conformando así, el universo de esos “subversivos” secuestrados, torturados y desaparecidos que duelen aún hoy en nuestra Argentina. Lejos de una lista cuantitativa y exhaustiva, diremos que Claudia Inés Grumberg del FLP, estudiante de sociología y con artritis deformante es secuestrada en octubre de 1976 en Belgrano y nunca más apareció. “Fue la primera compañera que desaparece” resalta Ricardo Quiñones (2014). Tiempo después, José “Pepe” Liborio Poblete Roa, integrante fundacional del FLP es secuestrado el 27 de noviembre de 1978 en las cercanías de Plaza Miserere (ver figura 7). Un día después, Gertrudis Marta Hlaczik (Trudi) y Claudia Victoria Poblete Hlaczik –esposa e hijas de “Pepe” Poblete– son secuestradas en su domicilio en  Guernica,  por la Brigada de Lanús (Conadep, 1984, p.341). Tras  dicho secuestro, el matrimonio y Claudia Victoria son llevados al Centro Clandestino de Detención (CCD) “El Olimpo”. La niña dos días después será entregada al militar retirado Ceferino Landa y a su mujer quienes la registran con documentación falsa como hija propia, con el nombre Mercedes Beatriz Landa. Claudia fue recuperada en el año 2000 y en  CCD “El Olimpo” “Pepe” Poblete fue apodado “el cortito” y atormentado con saña por su condición de ser “Chileno, Peronista y Lisiado”. El matrimonio nunca apareció con vida (Argento, 2012, p.13). Semanas después del secuestro del matrimonio Poblete, Mónica Brull de Guillén (no vidente) es capturada ilegalmente y conducida posteriormente,  junto a su marido Juan Agustín Guillen –también  secuestrado– al CCD “El Olimpo”. Luego de torturas, son liberados el 21 de diciembre de 1978 (Conadep, 1984, p.345).

Figura 7. José Liborio Poblete Roa, imagen extraída de  http://www.memoriaviva.com

         En esta cacería contra el FLP Gilberto Renger Ponce es detenido en la estación de Ciudadela  (GBA) el 7 de diciembre de 1978 y conducido también a dicho centro de detención. Gilberto Renger Ponce (2014) narra sobre la situación inicial en el CCD diciendo:

Al rato me hacen hablar con Gertrudis, esposa de Poblete, quien me dice que hable porque estábamos todos presos. Como no tenía nada que decir, los represores comienzan a castigarme con latigazos. Luego escucho que uno ordena que me lleven a la máquina (…). Allí me atan y comienzan a aplicarme la picana por todas partes del cuerpo: por el pecho, la boca, la lengua, en los testículos y en el ano. Mientras, me preguntan dónde guardaba las armas y me amenazaban con matar a mi hijo y a mi esposa que estaba embarazada.

Luego de las torturas, Renger es liberado el 21 de diciembre de 1978. Con dolor el entrevistado recurre a su memoria y narra (Renger Ponce, 2014):

Esa noche salí con el pelo corto, me tiran en Liniers (…). Compré el diario porque tenía miedo de volver a casa (…). Paso dos o tres veces por mi casa antes de entrar (…). Después saber que había pasado con el trabajo (…). En definitiva mirándolo desde hoy sentía que debía recomenzar. Pero no fue fácil, me liberaron pero tenía que llamar todos los días a los milicos, era como una prisión domiciliaria o sentías que te habían liberado como carnada, para que hagas algo y encuentren otros compañeros (…).

En esta dinámica, nuestro otro entrevistado, no sufre detenciones, ni torturas y explica (Quiñones, 2014) y explica:

A mí me salva la “orga” (Montoneros), me mandan a mi casa en San Justo y me dicen guarda gente que viene de todos lados, mételos a tu casa. Y en mi casa se quedaban personas, y mi hija mayor preguntaba y yo les decía que eran tíos, primos y mi viejo que preguntaba. Pero era desesperante porque los compañeros estaban chupados, uno quería compartir por una cuestión de códigos (…). Yo sentía que no era justo, que me la dieran a mí también, era angustiante.

Con torturados, desaparecidos y sobrevivientes el FLP era diezmado en los días grises de la dictadura. Con la reapertura democrática de 1983, parte de sus miembros rindieron testimonios en el “Nunca Más” y en juicios a los represores. En el caso de Ricardo Quiñones volverá a militar en el Peronismo entrada la década de los ´80 y seguirá militando hasta el presente. “Hay que militar hasta que ningún pibe tenga hambre en el país” (Quiñones, 2014). En tanto el “Boli” Renger Ponce aún lo hace en Morón. Su local partidario tiene el rostro del padre Múgica dando la bienvenida y remarca que su rol en el presente es “contar todo lo que nos pasó, es nuestra obligación para el futuro” (Renger Ponce, 2014).

 Palabras Finales

Las narraciones de Quiñones y Renger como militantes del FLP en los setenta nos han permitido acceder de manera fragmentaria y parcial a la experiencia de una zona marginal del universo de militancia del PR de aquella época. En ella se conjugaron la lucha específica de los reclamos de los discapacitados y la idea de cambio social general de la TRP. Con esto queremos decir que el FLP apostó a militar en pos de modificar las condiciones de estigmatización en que se encontraban los discapacitados y a su vez, participaron de la idea de “tomar el cielo por asalto”.

Los relatos orales y la documentación explorada, nos han permitido también,  ingresar al terreno de la cotidianidad y a cuestiones de empírea de los lisiados en un recorrido que incluyó, el tomar conciencia de su situación y accionar para modificar la realidad material en la que se encontraban. De esta experiencia de militancia del FLP el principal valor se lo puede asociar a que como grupo militante visibilizó los inconvenientes del campo de los lisiados y que luchó por modificar el papel pasivo que les asignaban los mecanismos de normalización de la época.  En otras palabras, lucharon por modificar la imposición de “una identidad devaluada” que se les imponía o el sesgo de personas sujetas a la lástima con la consecuente caridad. En definitiva, con la conformación de la UNSEL, la ley 20.923 intentó “desmedicalizar” la cuestión del lisiado e  incluirlos como trabajadores en la sociedad. Por otra parte, supieron poner en cuestión y politizar, el sector de los “rengos pobres” cuyo destino era tan sólo el aprendizaje de oficios y su inserción en talleres protegidos mal pagos. A modo de cierre diremos que  estos “rengos”; los “rengos peronistas”, “rengos montoneros”, “rengos marxistas”, “rengos cristianos” o “rengos subversivos” son los portadores de memorias y de olvidos de un sector marginal de la TRP que de modo acotado intentamos indagar. El primordial valor del trabajo presentado –creemos– ha sido establecer un diálogo con lo subalterno –“los olvidados en las reconstrucciones históricas” parafraseando el sentido de Spivak (1998) – sobre una experiencia de la TRP solapada y en estado de suspensión,  aspirando a ser también un relicto de memoria de la década de los setenta con impacto en el presente.

 

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[1] Profesor de Historia y Licenciado en Enseñanza de la Historia. Investigador del Programa de Historia Oral de la Universidad de Buenos Aires, (PHO, FFYL, UBA). Integrante de la Comisión Directiva de la Asociación Argentina de Historia Oral de la República Argentina (AHORA). Profesor a cargo de Historia Social Argentina de la Carrera de Lic. en Historia de la Universidad de La Matanza (UNLaM). Docente en escuelas secundarias del Partido de La Matanza.

[2] Profesora para la Enseñanza Primaria. Estudiante de la Carrera de Letras de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (UNLZ). Ha publicado numerosos artículos vinculados a la historia oral en Argentina y otros países. Docente en escuelas primarias y secundarias en el Partido de La Matanza.

[3] Transcribimos a Raimundo (2004): “Tanto en el análisis de las vertientes revolucionarias provenientes de la izquierda marxista como las pertenecientes a la izquierda peronista, las experiencias del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y de Montoneros han resultado respectivamente los íconos más representativos de dichos campos. Este mayor protagonismo respecto de otras organizaciones armadas de la época, ha resultado en una visión hegemónica que subsume una diversidad fácilmente comprobable de manera empírica”. (p.99).

[4] Transcribimos a Raimundo (2000): “Esta corriente, que se encontró claramente desarrollada hacia principios de los años 70, se definió fundamentalmente por la incorporación del Marxismo no sólo como método de análisis de la realidad social sino también como guía para la acción, implicando con esto,  una profunda resignificación de la ideología peronista. La introducción del Marxismo hizo por un lado, que se reformulen aspectos básicos de la doctrina proclamada por Perón, buscando con esto darle el carácter de una ‘teoría revolucionaria’ que respete la especificidad nacional. Por otro, tiñó las prácticas políticas con la preocupación de que en su mismo devenir, sean la base para un nuevo tipo de sociedad”. (p.75)

[5] Sobre los setentistas transcribimos: “En esos años surgieron nuevas organizaciones, tales como los grupos guerrilleros y agrupaciones políticas de izquierda que, si bien existían al comienzo del proceso en núcleos pequeños, un tiempo después habían incrementado su caudal de adherentes y su influencia en la vida política y social. Cada una de estas organizaciones fue producto de la época y todas se esforzaron por conectar las  reivindicaciones populares a su visión de socialismo. Comunistas, trotskistas, maoístas, guevaristas y peronistas revolucionarios atrajeron la atención y la imaginación de una camada de trabajadores y estudiantes, conocida hoy como Generación del ´70”. (Pozzi y Schneider, 2000, p.8).

[6] Con el síndrome de Colonia Vela – lejos de ser una categoría analítica- buscamos transmitir la idea de un enfrentamiento entre la izquierda y derecha peronista, en donde cada uno de los sectores tenía para sí una representación particular de Perón. Una suerte de Perón y del Peronismo poliédrico  que llevaba a la violencia y a la eliminación del otro dentro del movimiento peronista. Quizás el principal paradigma de ese enfrentamiento, lo narró  Osvaldo Soriano (1987) en su novela “No habrá más penas, ni olvidos” (relato ambientado en Colonia Vela, Tandil, Buenos Aires durante 1974).

[7] En relación a las prácticas deportivas, a partir de 1957 el grupo de lisiados en el Club Marcelo J. Fitte (entidad privada que nucleaba a los lisiados de clases medias y altas) con el apoyo de la CONAREL comienzan la práctica de básquet en sillas de ruedas generando competencia nacionales e internacionales. Sobre la ampliación de la práctica internacional de deportes en los lisiados. Transcribimos (Ferrante, 2012): La  participación  internacional  propiciará  la institucionalización  del  campo:  en  1961  se  crea  el Departamento  de  Recreación  y  Deporte  de  la  Asociación  Cooperadora  del  Instituto  de  Rehabilitación del “Lisiado”(ACIR) y el Profesor Héctor “Pocho” Ramírez gana el concurso para ser director del mismo. “Pocho” Ramírez, querido profesor de educación física y elegido por los pioneros como legítimo líder, sintetizaría la mirada nativa en una fórmula: “vales por lo que haces y no por lo que eres” (p.42).

Por otra parte Ferrante (2012) dice: Los requisitos mínimos que debía cumplir un  “lisiado” para poder ser deportista serían resumidos en tres principios que operarían de lema de ACIR en la  difusión  de  los  Segundos  Juegos  Panamericanos sobre silla de ruedas, celebrados en 1969 en la Ciudad  de  Buenos  Aires:  “trabajo,  educación  y  deporte”.  Esta filosofía se relacionaba con las políticas esgrimidas  desde  la  C.O.N.A.R.E.L.:  en  1962  se  había inaugurado  el  Centro de Rehabilitación  Profesional ACIR. Allí, se enseñan diversos oficios a las personas con discapacidad (p.42).

[8]La figura de taller protegido debe entenderse como un establecimiento donde el lisiado ingresaba a trabajar de modo mediado por alguna asociación de ayuda al discapacitado o escuela de capacitación laboral. El taller protegido realizaba la producción de  algún comercio o empresa.

[9] Sigla que hace referencia a Escuela Nacional de Educación Técnica.

[10] El FLP logró tener casi 300 militantes. Entre sus miembros se destacan José Poblete, Alejandro Alonso, Norberto Scarpa, “Chiche” Guillén,  Mónica Brull y Claudia Grumberg. Por sugerencia del General Perón adoptaron el nombre de FLP.

[11]Quiñones al mencionar  “Los juegos de sillas de ruedas nacionales” hace referencia al  noveno Encuentro  Nacional de Deportes para  Lisiados sobre Sillas de Ruedas que se celebró en la localidad de Chapadmalal (Provincia  de  Buenos  Aires)  del  7  al  10  de  diciembre  de  1972.

[12] Transcribimos (Castro y Salas, 2011): Montoneros fue tejiendo la red de lo que sería un nuevo frente de la organización, Cristianos para la Liberación. Conformada por sacerdotes y laicos, se proponía superar las críticas que separaban a algunos cristianos de la política montonera luego del asesinato del padre Carlos Mújica. También buscaba reagrupar a los militantes dispersos tras la crisis del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. Cristianos retomaba la polémica sobre la necesidad de los revolucionarios de asumir la identidad peronista que había dividido al M.S.T.M. (p.75).

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