Méndez Barozzi, R. (diciembre de 2022 - junio de 2023). Los entramados parentales de poder en San Juan, de la época colonial al periodo decimonónico. Antigua Matanza. Revista de Historia Regional, 6(2), 157-191. https://doi.org/10.54789/am.v6i2.6 

Las fuentes como protagonistas

Los entramados parentales de poder en San Juan, de la época colonial al periodo decimonónico

The parental networks of power in San Juan, from the colonial times to the nineteenth century

Ricardo Méndez Barozzi[1]

Universidad Nacional de Luján, Luján, Argentina.

 

Recibido en 02/09/2022

Revisado en 17/10/2022

Aceptado en 03/11/2022

Resumen

El presente trabajo tiene como objetivo investigar la conformación del entramado de las distintas familias en la provincia de San Juan desde tiempos coloniales hasta avanzado el siglo XIX. Asimismo, se destaca la conformación de la elite local, surgida como consecuencia de los grupos de poder, por alcanzar un elevado estatus en el poder político, al tiempo que la provincia se convertía en pionera en alcanzar algunos puntos clave de las ideas liberales en auge en aquel tiempo, como la Carta de Mayo de 1825. Desde épocas tempranas, distintos tipos de redes operaron en San Juan. La marcada endogamia de las familias locales junto a unos pocos vínculos exogámicos como consecuencia de las actividades comerciales, posibilitaron la creación de un denso entramado social. Las relaciones de parentesco, en algunas ocasiones fueron renovadas mediante lazos de compadrazgo (por consanguinidad, amistad o paisanaje), lo que muestra la maleabilidad de las alianzas.

Los enfoques metodológicos cualitativos que guiarán a la investigación se constituyen mediante el análisis documental con la intención de observar el entramado parental local, dialogando con un periodo que estaba marcado por la influencia de las ideas liberales en el espacio geográfico correspondiente al actual territorio argentino. Es por lo mencionado que se hace relevante la indagación de las principales obras que trataron esta cuestión en el San Juan decimonónico, al tiempo que se indagará sobre fuentes correspondientes a diversos Fondos del Archivo General de la Nación y sobres temáticos, procedentes de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno.

Palabras-clave: entramado parental, San Juan, Sarmiento, Benavides, Del Carril, redes familiares, vida privada

 

Abstract

The present work aims to investigate the conformation of the network of the different families in the province of San Juan, from colonial times to the late nineteenth century. Likewise, the conformation of the local elite emerged as a result of the power groups, for reaching a high status in political power, while the province became a pioneer in reaching some key points of the liberal ideas on the rise at that time, such as the Carta de Mayo in 1825. From early times, different types of networks operated in San Juan. The marked endogamy of local families, together with a few exogamous links as a result of commercial activities, made it possible to create a dense social network. Kinship relations, on some occasions, were renewed through godfatherhood ties, which shows the malleability of alliances.

The methodological approaches that will guide the research are constituted through the analysis of the local framework, while the period was marked by the influence of liberal ideas in the geographical space corresponding to the current Argentine territory. It is for the aforementioned that the investigation of the main works that dealt with this issue in the nineteenth-century San Juan is relevant, while inquiring about sources corresponding to various Funds from the Archivo General de la Nación and, thematic envelopes, coming from the Biblioteca Nacional Mariano Moreno.

Keywords: framework, San Juan, Sarmiento, Benavides, Del Carril, family network, private life

Los entramados parentales de poder en San Juan, de la época colonial al periodo decimonónico

 

 

Introducción

 

 

El presente artículo tiene como objetivo investigar la conformación del entramado de las distintas familias en la provincia de San Juan desde tiempos coloniales hasta avanzado el siglo XIX. Antes de determinar el alcance de los entramados de poder en San Juan será necesario indagar cuáles fueron las principales familias de la provincia y la relación que supieron entablar. Por ello, es necesario revisar la bibliografía sobre la temática. En primer lugar, la obra de Javier Ortiz de la Tabla y Ducasse (1999) analiza la vinculación entre las redes familiares y el comercio colonial entre Cádiz, en España y, México y Cuba, en América.

El autor nota la interferencia de los intereses públicos y privados en torno a las influencias de ciertos grupos de poder en las políticas comerciales de intercambio. Asimismo, Ortiz de la Tabla, relaciona al proyecto que involucra a las redes de familias con las relaciones de paisanaje, al tiempo que observa continuidades y rupturas en los grupos de mercaderes, a lo largo del periodo colonial.

Por otra parte, debe considerarse el aporte historiográfico realizado por Ana María Lorandi (2000). La autora sostiene que, para caracterizar a una sociedad colonial de fines del siglo XVIII, deben considerarse muchos factores que complejizan la comprensión de la misma, como ser, la multiculturalidad, la multietnicidad y la presencia de niveles sociales, que, si bien son diferenciados, hay que comprenderlos en un contexto de nuevos patrones de tipos económico, social y cultural.

Finalmente, se tendrá en cuenta la definición que hicieron los autores sanjuaninos sobre el entramado político sostenida en los lazos consanguíneos de Facundo Ortega y María del Carmen Goldberg (2005) “Las relaciones de parentesco entre familias sostienen el entramado político y posibilitan el acaparamiento del poder, fundamentalmente a través del usufructo monopólico de la función pública” (p. 12).

Por lo mencionado, se emplearán conceptos claves para el análisis del objeto de estudio y el empleo del enfoque cualitativo para la construcción de datos y su ulterior análisis contrastándolos con la información de las numerosas fuentes de la época. Es un objetivo de esta investigación, realizar un aporte que contribuya a la construcción de nuevos conocimientos relacionados con la vinculación directa e indirecta entre la constitución de las redes locales de poder en la provincia. Al mismo tiempo, el trabajo se enfocará en establecer qué incidencia tuvieron los sectores liberales locales, en auge en Europa y América en el período en cuestión. Se analizarán las estrategias empleadas por dichos sectores en la provincia.

Por otra parte, cabe formularse: ¿Fueron siempre las redes parentales, las que posibilitaron el acceso al poder local? ¿Cuál era el alcance de las redes amicales y comerciales? ¿Pudieron evitarse enfrentamientos debido a los lazos consanguíneos? La metodología que guiará a la investigación estará centrada en el análisis de la conformación del entramado de poder local en la provincia de San Juan entre los siglos XVI y XIX.

Por último, queda por señalar que este trabajo, es el resultado de un informe vinculado con un proyecto de investigación intitulado “El liberalismo y su influencia temprana en las elites provinciales, el caso de la provincia de San Juan”, para el periodo que abarca desde la sanción de la Carta de Mayo en 1825, por Salvador María del Carril, hasta el final de la gobernación de Domingo Faustino Sarmiento en 1864. Esta investigación se realizó en la provincia de San Juan y en el Archivo General de la Nación entre 2017 y 2020, con el objeto de realizar un Trabajo Final en la Carrera de Licenciatura en Historia, en la Universidad Nacional de Luján[2].

 

 

Antecedentes

 

 

En dos de sus más destacadas obras, Facundo y Recuerdos de Provincia Domingo Faustino Sarmiento (1874; 1850/2011) hace un pormenorizado análisis de las familias sanjuaninas tradicionales. El autor también describe la difícil situación económica que vivía su familia en épocas de su niñez, lo que le impidió asistir a las clases escolares de forma regular. A pesar de que su familia tenía un largo arraigo en la provincia, Sarmiento describe la penosa situación económica en su hogar, como consecuencia de la partida de su padre José Clemente al Ejército Libertador.

En uno de los primeros trabajos que se ocupó de la temática de la red de relaciones en la provincia, Pedro Caraffa (1910) hace un detallado racconto de las familias tradicionales de la provincia. El autor hace un gran aporte describiendo a los integrantes de la elite local, desde la perspectiva de la llamada historiografía tradicional. En el trabajo aparecen los miembros más destacados de cada familia.

Para Octavio Gil (1948) las relaciones de parentesco en San Juan no siempre dieron los resultados esperados. El autor cita entre otros casos, los ejemplos del teniente Gobernador José Ignacio de la Roza depuesto por su cuñado, Mariano Mendizábal y, también, el caso de un pariente de Nazario Benavides, llamado Filomeno Valenzuela. Este era un dirigente federal que asumió el poder transitoriamente en 1861, hasta que fue depuesto rápidamente por los vecinos. Por último, se refiere a la disputa entre las familias locales Videla y Zavalla que dio origen a la llamada Cuestión San Juan (nombre que surgió del discurso del entonces senador Bartolomé Mitre, pronunciado en el Senado el 19 de junio de 1869).

Margarita Ferrá de Bartol y Héctor Arias (1994) en su extensa obra sobre la vida de Nazario Benavides, narran el extenso entramado familiar que unía al personaje con notables miembros de las familias locales, entre ellos, con la familia de Sarmiento. Los autores realizan una profunda descripción de cómo Benavides fue consolidándose en el poder como gobernador y luego, como jefe de la Circunscripción Militar de Cuyo, a través de su matrimonio con una dama de la elite provincial.

Ana María Rivera Medina (2007) hace un largo recorrido desde el siglo XVIII analizando a los antepasados de Salvador María del Carril. La autora rastrea un entramado comercial a través de alianzas matrimoniales que posibilitaron a los primeros representantes de la familia obtener numerosos cargos políticos en el San Juan colonial. Más adelante, Rivera Medina, narra la adquisición de viñas por parte de esta familia, lo que les posibilitó un mayor crecimiento económico a sus descendientes.

Las autoras sanjuaninas Ana Fanchín y Patricia Sánchez (2010) detallan en su obra las características del San Juan colonial donde se podían percibir claramente los distintos estamentos que la integraban. Fanchin y Sánchez hacen una división simbólica cuando se refieren al “extramuros” de la ciudad, es decir, la zona donde no tenían alcance las influencias políticas y religiosas de la misma. En dicha zona predominaban los mestizos y los indígenas, frente a la población blanca que mayormente residía en el ámbito urbano.

En el mismo sentido que su antepasado más famoso, Rafael Sarmiento (2011) hace un análisis profundo sobre los miembros de su familia. Se refiere especialmente a la vida del padre de Domingo Faustino Sarmiento, José Clemente. Al mismo tiempo, el autor rastrea el origen de su apellido, vinculándolo con la nobleza ibérica al encontrar la primera mención a la familia, en la Batalla de Navas Tolosa, a comienzos del siglo XIII. Sarmiento también encuentra testimonios que vinculan a muchos de sus antecesores desde la época colonial temprana en varias partes del continente americano.

La autora local Eliana Fracapani Ríos (2016), en su obra, resalta la formación del entramado sanjuanino en relación directa con las actividades mineras. La autora hace una aguda interpretación de las estructuras de poder, la acumulación de capital y las relaciones de producción en el periodo comprendido entre 1790 y 1815.

Las obras citadas en los párrafos precedentes son aportes fundamentales para la realización de este trabajo. En las mismas, se incluyen a aquellos autores que podemos caracterizar en la bibliografía tradicional, a quienes investigaron sobre historias de familias y, por último, los escritos de este siglo que han dado una nueva mirada historiográfica incorporando temáticas no suficientemente exploradas en el pasado.

 

 

El contexto histórico de San Juan

 

 

El contexto que rodea al nacimiento de la elite sanjuanina tuvo muchos vaivenes, como se verá en el siguiente apartado. La provincia situada al pie de la Cordillera de los Andes, con una relativa cercanía a otras como Mendoza, San Luis y La Rioja, hizo de su territorio un importante sitio de paso de mercaderías y otros bienes, que junto a la explotación de minerales, vides y productos agroganaderos fueron la principal fuente de ingresos (Videla, 1976, p. 382).

Por otra parte, San Juan se convirtió en un importante paso fronterizo hacia el territorio chileno, con el cual también compartía grandes vínculos, especialmente con la ciudad de Copiapó. Esta ciudad, debido a su puerto, era un sitio privilegiado para la entrada, no solo de mercaderías de intercambio, sino que desde el siglo XIX también lo fue de los libros que traían las novedosas ideas de la Ilustración, lo que gradualmente hizo que la elite sanjuanina se viera influida por dichas ideas (Broll Carlin y Pinto Rodríguez, 1988, p. 360).

En la provincia, hubo una constante preocupación por la educación, ya que no solo contaba con un aula de latinidad desde tiempos coloniales, sino que esta política fue tomando un gran impulso luego de la Independencia. Para una fecha tan temprana como 1818, ya había un grupo importante de alumnos inscriptos en la Escuela de la Patria, al mismo tiempo que se promovía la educación femenina (Catálogo de Bienes Patrimoniales de la Provincia de San Juan, 2016, p. 116).

Para 1823, asumió la gobernación Salvador María del Carril un liberal con un ideario progresista, quien vio su gobierno trunco en 1825, por una revolución al enfrentarse a la Iglesia y la milicia local. Esta situación dejó el primer precedente del liberalismo en la provincia que perduraría por muchos años, a pesar de los distintos gobiernos federales de la época (Fernández, 1939, pp. 68-69).

En 1835, luego de una situación de acefalía en la provincia, asumió la gobernación, Nazario Benavides, un destacado militar que se vinculó a la elite mediante su matrimonio, siendo tolerante en varios periodos de su gobierno con los unitarios, en el contexto del rosismo. En el grupo de aquellos, se destacaban entre otros, Domingo Faustino Sarmiento, Antonino Aberastain y Guillermo Rawson. Estos jóvenes, realizaban encuentros culturales y editaron en 1839, el polémico diario El Zonda que vino a revolucionar a la tranquila sociedad local (Fernández, 1939, p. 179).

Luego del exilio de los directores del periódico, el gobierno federal de Benavides mantuvo un discreto contacto con los unitarios, quienes en ocasiones fueron funcionarios de su gobierno. Por ello, Sarmiento consideraba al gobernador como el hombre indicado para derrocar a Rosas, algo que Benavides nunca aceptó. Al producirse la Batalla de Caseros, Benavides se alineó con Urquiza, oponiéndose a los intereses del Estado de Buenos Aires, lo que lo llevó a enfrentarse con los sectores liberales locales.

En la turbulenta etapa de los años 1858-1861, fueron asesinados tres gobernadores: Benavides, el interventor correntino José Virasoro y Aberastain. La provincia que había sido pacífica durante más de dos décadas se transformaba en el principal eje de disputa entre los gobiernos de Buenos Aires y Paraná, algo que finalmente se zanjará de forma definitiva con la victoria de Bartolomé Mitre en Pavón y la posterior asunción de Sarmiento como gobernador en 1862 (Mugnós de Escudero, 1939, p. 220).

 

 

El nacimiento de una elite

 

 

El crecimiento demográfico de San Juan, lento pero sostenido, fue producto entre otros factores, de las migraciones desde La Rioja y San Luis, provincias más pobres. La población residía en los valles y, los más poblados fueron los de Tulum, Ullum-Zonda, Jáchal, Barreal, Calingasta, Pismanta-Rodeo, Mogna, Ampacama, Guandacol y Valle Fértil. Según el padrón de 1812, la población superaba los 12.500[3] habitantes, casi 5.000 habitantes más que la que contabilizó el padrón de 1777 (Morón Lobbe, 2015, p.28).

La ciudad de San Juan tenía 7.000 habitantes en 1825 mientras que la población de la provincia llegaría a 25.000 para esa fecha, 40.000 para 1845 (Sarmiento, 1874, p. 52) y 48.000 en 1854 (Quiroga Micheo, 1994, p. 77). Con mayor porcentaje de indígenas y mestizos en la zona de los extramuros[4] y campaña, los blancos se concentraron en la ciudad y en el valle del Tulum (Fanchin y Sánchez, 2010, p. 17).

Los esclavos siguieron al patrón de asentamiento blanco con residencia principalmente urbana, en menor proporción en las zonas aledañas de la ciudad y fueron casi inexistentes en los parajes más alejados como la villa de Jáchal, en donde representaban solo el 2% frente al 82 % de indios. También predominaban los indios en los valles alejados (Jáchal y Valle Fértil). En este punto, este trabajo muestra cierta discrepancia con algunos historiadores locales que afirman su completa desaparición en los primeros años de la colonización por efecto de los traslados forzados a Chile (Fracapani Ríos, 2016).

Familias de “cristianos nuevos” y otras de británicos, provenientes de las invasiones inglesas de 1806 y 1807, engrosaban la sociedad local, así como familias portuguesas arribadas en el siglo XVIII, como los Irarrázabal, Sarmiento, Mallea, Quiroga, Oro, Funes, Del Carril, Albarracín, Jofré y Cano (Fracapani Ríos, 2016, pp. 193-198). Según Sarmiento, las primeras familias que se asentaron en el valle de la capital fueron los Mallea, de origen mestizo y los Albarracín[5], que contaban entre los miembros de su familia a intelectuales y fundadores del Convento de Santo Domingo (Sarmiento, 1850/2011).

Las familias en San Juan, como las del resto de Cuyo, eran numerosas y muchas veces varias generaciones vivían en la misma casa (Gil, 1948, p. 27). Los rasgos endogámicos prevalecían en sociedades relativamente aisladas, como lo fue San Juan hasta fines del siglo XIX. Y, no podía ser de otra forma cuando era necesario atravesar al menos cuarenta leguas de travesías desérticas para llegar a Mendoza, San Luis o La Rioja, las ciudades cercanas, o más aún, si se pretendía cruzar la cordillera de los Andes con alturas que rondan los 6.000 metros para llegar a Copiapó en Chile.

En este contexto de aislamiento, pobreza y rusticidad, la elite blanca debía necesariamente ser reducida y en ella las líneas étnicas fácilmente se desdibujaban. El factor étnico operaba como un mecanismo fundamental de legitimación ideológica y política sobre el resto de la sociedad, al tiempo que también era un factor de cohesión social en la elite en donde la familia y las alianzas matrimoniales jugaron un papel determinante en la reproducción de los linajes (Fracapani Ríos, 2016).

Las redes parentales tuvieron una fuerte influencia para entrelazar familias como los Oro, Sarmiento, Carril, Aberastain, Albarracín, Quiroga, Rojo y Rawson, entre otras. Sin embargo, este entramado en varias oportunidades no pudo evitar enfrentamientos en su interior; ya fueran por disputas personales, por el apoyo a líneas políticas opuestas o por espacios de poder (Gil, 1948).

Las redes tejidas mediante lazos de amistad y/o comerciales, que respondieron a una construcción más deliberada, parecen haber sido más duraderas, extensas y eficaces que las familiares, ya que nos muestran su efectividad en los lazos provinciales, interprovinciales e internacionales, especialmente con la ciudad chilena de Copiapó, cuyo comportamiento social muestra una notable semejanza con el de la elite sanjuanina del siglo XIX.

La elite provincial mostraba una elevada predisposición a la asociación y, además, según Sarmiento, se componía por numerosos ilustrados, ya que muchos integrantes de las familias tradicionales habían podido acceder a la educación (Sarmiento, 1874, pp. 52-53). Incluso entre las mujeres, la participación en los salones de lectura y la asistencia a las funciones de teatro era asidua, lo que denotaba civilidad y pautas de sociabilidad urbanas. En la constitución de las redes, las agrupaciones tales como círculos literarios, tertulias y asociaciones tuvieron un importante rol.

Para las elites, su constitución no solo significaba el camino hacia pautas de convivencia más urbanas y menos rústicas sino también era un espacio útil para la interlocución en el diálogo político y la consolidación de entramados. En dichas instituciones era notoria la presencia de extranjeros quienes llevaban a cabo la importante tarea de difundir valores que los acercaba a la elite vernácula (Sábato, 1998, p. 52). Si bien en el resto de las provincias aparecieron diferentes asociaciones luego de la caída de Rosas[6], en San Juan habían aparecido en la década de 1830 y en general, contaron con el apoyo firme del gobierno de turno.

 

 

Materiales y metodología

 

 

Los enfoques metodológicos cualitativos guiarán a la investigación y se utilizará el análisis documental con la intención de observar el entramado parental local, dialogando con un periodo que estaba marcado por la influencia de las ideas liberales en el espacio geográfico correspondiente al actual territorio argentino. Es por lo mencionado que se hace relevante la revisión de las principales obras que trataron esta cuestión en el San Juan decimonónico, al tiempo que se indagará sobre fuentes correspondientes a diversos Fondos del Archivo General de la Nación y sobres temáticos procedentes de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno.

 

 

Resultados

 

 

A continuación, se efectuará el análisis de cinco familias destacadas poniendo énfasis en los lazos que las unieron y en la actuación política de algunos de sus protagonistas. Para ingresar en las historias familiares locales tomaremos a algunos de sus miembros más destacados a nivel local, regional y nacional. La familia Del Carril, la familia Oro, Nazario Benavides, Antonio Aberastain y Domingo Faustino Sarmiento, serán los elementos de observación.

 

 

La familia Del Carril y su relación con el poder

 

 

Salvador María del Carril provenía de la familia Vásquez del Carril, de origen gallego, arribada a la provincia en el siglo XVIII. Durante el siglo XVIII, familias del norte de España ya fueran vascas, catalanas o gallegas, desplazaron a las gaditanas en el control del comercio (Halperin Donghi, 2005, p.53). Tal parecería ser el caso de Salvador Vásquez del Carril que se relacionó con las familias beneméritas locales a partir de su casamiento con Doña Isabel Moyano Cornejo y Jofré de la Barreda, emparentada con el fundador de la ciudad, en 1731.

El matrimonio le posibilitó a Salvador comenzar a tejer redes y la muerte prematura de Isabel no le impidió a Del Carril obtener el cargo de Maestre de Campo. Heredó de su esposa el patronazgo de una capellanía y una viña, comenzando así a atesorar un considerable patrimonio (Rivera Medina, 2007, p. 39). Luego se involucró en la industria vitivinícola con la que adquirió numerosas tierras. Además, esta familia estaba relacionada con otras de origen portugués y tenía relaciones comerciales con Buenos Aires, las provincias del norte y del centro y, además, con Chile. Al final de su vida, llegó a invertir en vales reales en España (Rivera Medina, 2007).

Siguiendo los pasos de su hermano Salvador, Don Juan Vásquez Del Carril se casó en 1746 con Francisca Salazar y Cabrera y Quiroga y Sarmiento[7], debido a este matrimonio, Vásquez Del Carril inició su carrera política ocupando diversos cargos públicos, ya que su familia política lo ayudó a introducirse en la esfera pública; en aquel tiempo, su cuñado, Clemente Salinas y Cabrera ostentaba los cargos de Maestre de Campo, Juez de Oficiales reales y Administrador del Ramo de Alcabala (Rivera Medina, 2007, p. 39).

En 1754, Juan Vásquez Del Carril había llegado al cargo de alcalde Ordinario del Cabildo, pasando a ser Fiel Ejecutor[8] en 1760, lo que muestra el crecimiento tanto de su patrimonio como de su prestigio. Años más tarde, Del Carril aparece como garante de Don Pedro Sarmiento, su pariente político (Rivera Medina, 2007, p. 39).

Los padres de Salvador María Del Carril fueron Pedro Vásquez Del Carril y Clara de la Roza y Torres. Del Carril estudió Derecho Civil y Canónico en Córdoba, bajo la tutela del Deán Gregorio Funes doctorándose a los 18 años, trasladándose luego a Buenos Aires donde comenzó a trabajar en varios periódicos, tales como La Estrella del Sur, diario del que fue uno de sus fundadores (Archivo General de la Nación, 2016a, p. 152).

Durante el gobierno de José María Pérez de Urdininea, Del Carril regresó a San Juan donde ocupó la cartera de gobierno sucediendo a Francisco Narciso de Laprida y más tarde, al renunciar Urdininea, Del Carril asumió la gobernación (Fernández, 1939, p. 162). En esos tiempos estaban en la legislatura notorios vecinos de San Juan, entre otros, el citado Laprida, los hermanos Javier y Joaquín Godoy, Rudecindo Rojo[9], Amán Rawson, José Antonio de Oro y su hermano el presbítero José de Oro.

 

 

La familia Oro: religiosos y políticos

 

 

Siguiendo a Sarmiento (1850/2011, p. 20), los Oro eran una familia aristocrática que provenía del capitán José de Oro, quien había participado de la conquista americana luego de su participación en las guerras de Italia. El representante más notorio de la familia a mediados del siglo XVII fue Juan de Oro Bustamante quien tenía el título de capitán y ejerció el cargo de Corregidor de Cuyo a fines del siglo XVII, al tiempo que adquiría una importante concesión de tierras hecha a su favor por la Capitanía General de Chile, de la cual dependía.

Al radicarse en San Juan, Oro Bustamante contrajo matrimonio con doña María de Fraguas, de este enlace nació Bernardino de Oro (Caraffa, 1910). Este último, se casó en 1732 en Buenos Aires, con doña Josefa Cosio y Terán y de esta unión nacieron Diego Martín de Oro y Cossio[10] y Miguel de Oro y Cossio (Caraffa, 1910). En la siguiente generación, este último contrajo enlace con María Elena Albarracín Ladrón de Guevara -quien llevó en dote bienes de fortuna y el Patronato de Santo Domingo (Sarmiento, 1850/2011, p. 20). Estos fueron los padres de Fray Justo Santa María de Oro, representante de la provincia ante el Congreso de Tucumán (Fagalde Albarracin, 2018)[11].

El miembro más destacado de esta familia durante el siglo XIX fue el mencionado Fray Justo Santa María de Oro y Albarracín (1772-1836), emparentado con Sarmiento mediante lazos filiatorios por los mencionados enlaces parentales con los Sarmiento y los Albarracín. Fray Justo estudió en la Universidad de San Felipe Neri, en Chile, egresando a los 20 años como doctor en sagrada teología y cánones, para luego ordenarse como sacerdote.

Más adelante, Oro comenzó a trabajar en diversos colegios eclesiásticos del otro lado de la cordillera, hasta que, por discrepancias con Miguel Carrera[12], debió regresar a San Juan en 1814, donde colaboró con José de San Martín en la preparación del Ejército para el cruce de Los Andes de 1817 (Archivo General de la Nación, 2016c, p. 70).

Fray Justo Santa María de Oro fue elegido en 1816 junto a Francisco Narciso de Laprida para representar a la provincia en el Congreso de Tucumán y allí se definió como un acérrimo defensor del republicanismo, siendo considerado por Bartolomé Mitre como el paradigma de la Iglesia liberal en clara oposición al clero que mantenía su lealtad al régimen colonial. Más tarde fue deportado a Chile, donde residió entre 1818 y 1825 y a su regreso a San Juan construyó la Catedral y mejoró las escuelas religiosas a la vez que fundó una escuela para mujeres (Archivo General de la Nación, 2016c, p. 70). En 1834 se constituyó como el primer Obispo de la diócesis de Cuyo. Se retiró de la vida política debido a las luchas internas entre federales y unitarios (Archivo General de la Nación, 2016c, p. 70).

José de Oro, uno de los hermanos de Fray Justo Santa María, fue capellán del Ejército Libertador además de dedicarse a la viticultura. Luego de la promulgación de la Carta de Mayo por parte de Del Carril, participó activamente en la mencionada rebelión de los pelucones en su contra y luego de ser restituido el gobernador en el cargo, debió huir a San Luis donde ejerció la docencia, acompañado del entonces adolescente Sarmiento, como fue mencionado más arriba.

Otro de sus hermanos fue José Antonio de Oro quien se encargó de la administración de la Real Hacienda de San Juan, años más tarde contrajo enlace con Magdalena Zavalla[13], uno de sus hijos fue Domingo de Oro (Archivo General de la Nación, 2016b, p. 70). Desde joven, Domingo de Oro inició su carrera política, apoyando la revuelta de oficiales subalternos y sargentos, a cargo del Capitán Mendizábal en 1820, para luego viajar a Córdoba y a Buenos Aires. Más adelante, se dirigió a Entre Ríos donde participó de la redacción de la primera Constitución provincial y colaboró en la firma del Tratado del Cuadrilátero.

En 1825, el general Las Heras llamó a Oro a Buenos Aires en donde participó como enviado de la misión al Alto Perú, para luego ser ministro de Hacienda durante la presidencia de Rivadavia (Archivo General de la Nación, 2016b, pp. 66-67). En 1826 fue electo diputado por San Juan ante el Congreso General Constituyente, al tiempo que participaba en el periódico El Porteño, opositor a Manuel Dorrego. Posteriormente viajó a Santa Fe donde se incorporó al Ejército de Estanislao López, desempeñándose como secretario en campaña hasta la batalla de Puente Márquez en abril de 1829, volviendo a Buenos Aires donde fue parte de los gobiernos de Balcarce y Viamonte, además de participar en la Campaña del Desierto junto a Rosas (Archivo General de la Nación, 2016b, p. 67).

Como consecuencia de su fracaso en gestiones administrativas[14] se vio enfrentado a Rosas. Más tarde, fue un hombre importante en el gobierno provincial de Yanzón, pero luego se vio enfrentado también a los federales sanjuaninos, por lo que debió exiliarse en Chile para 1835 (Fernández Pardo, 1969, p. 28). Allí se dedicó al periodismo participando en la Comisión Argentina de Emigrados presidida por Las Heras y, donde entre otros se encontraba Sarmiento, su estadía en el país trasandino fue alternada con algunas estadías en Bolivia hasta la Batalla de Caseros, en 1852 (Archivo General de la Nación, 2016b, p. 67).

 

 

Nazario Benavides, de la milicia a la gobernación

 

 

Para rastrear a los antepasados de Nazario Benavides[15], hay que trasladarse a mediados del siglo XVII, época en la cual comenzaron a asentarse en Cuyo, provenientes de la zona de Lima, un grupo de militares y funcionarios de la Corona (Morón Lobbe, 2015, p. 28). Allí encontramos por su línea materna a Francisco Ugas nacido en Santiago de Chile quien contrajo enlace con Francisca de Laciar y Jofré, emparentada con el fundador de la ciudad. De este enlace nació en 1688, Gerónimo de Ugas quien más tarde se casó con Catalina Bustos, ellos fueron los padres de Juana de Ugas quien luego contrajo matrimonio con Pedro Toranzo quien llegó de Vizcaya siendo ellos los padres de Isabel de Toranzos (Collado Madcur, 2004).

Toranzos se casó en 1731 con Raimundo de Salazar, de esta unión nacería en 1767 Paula de Salazar, la cual contrajo enlace con Asensio Benavides, siendo estos dos últimos los padres de Pedro Benavides quien a su vez contrajo enlace en 1798 con Paulina Balmaceda, siendo esta pareja los progenitores de José Nazario Benavides. También, era sobrino de Sarmiento, a través de sus antepasados mestizos (Collado Madcur, 2013, pp. 21-24).

Nazario Benavides nació en 1802 en el seno de un hogar modesto (Collado Madcur, 2013, pp.21-24), su padre, Pedro Benavides (Collado Madcur, 2004) era vecino de Pueblo Viejo donde poseía una pequeña viña y algunos animales. Pedro figuraba en la lista conformada por el general San Martín de los americanos disidentes, que debían pagar un impuesto obligatorio (Ferrá de Bartol y Arias, 1994, p. 50).

Juan Alberto, era el hermano mayor de Nazario quien había tenido una amplia participación militar, enrolándose en el Ejército de los Andes, participando en las batallas de Chacabuco, Cancha Rayada y Maipú. En 1820 fue parte del movimiento encabezado por Mendizábal que llevó a la autonomía provincial y, a posteriori se unió a las fuerzas de Francisco del Corro quien fue derrotado en Jocolí. En aquel tiempo, San Juan vivía enfrentada entre quienes respaldaban a José de San Martín y a Miguel Carrera, Juan Alberto se alistó en las montoneras de este último, resultando fusilado por las fuerzas del gobierno de Urdininea[16] (Fernández Pardo, 1969, p. 28).

Durante la adolescencia, Benavides había sido arriero y había entrado a formar parte de las milicias como alférez cuando Facundo Quiroga entró en San Juan. Luego de la batalla de Oncativo, los federales perdieron el control del Interior, por ello, en abril de 1830, Benavides conspiró junto a Manuel de la Bárcena para hacer una fallida revolución contra el general unitario Nicolás Vega (Ferrá de Bartol y Arias, 1994, p. 37) quien estaba interinamente a cargo de la provincia, siendo encarcelado hasta que en el mes de noviembre del mismo año pudo escapar de la prisión, huyendo a Chile.

En 1833, Benavides se casó con Telesfora Borrego Cano, una mujer proveniente de una familia de la elite local, siendo padrino de su boda Facundo Quiroga (Ferrá de Bartol y Arias, 1994, p. 37). Luego de la huida de Yanzón[17] de la provincia, con el auspicio de Rosas, otros gobernadores y la elite local, se produjo su asunción como gobernador en 1836, Benavides contó con el respaldo de las familias tradicionales, ya que varios de sus miembros estaban vinculados parentalmente a su esposa.

 

 

Antonino Aberastain, intelectual asesinado por la intervención federal

 

 

Don Luis de Berastayn, de origen vasco[18] llegó a la provincia a mediados del siglo XVIII, se casó con Doña Francisca Sarmiento, de esta unión nació Antonio Berastayn Sarmiento; en aquel tiempo, Luis de Berastayn compró al Convento de Santo Domingo, cinco cuadras baldías donde plantó una viña; además, en su declaración de bienes aparecía la posesión de siete esclavos. Antonio Berastayn, contrajo enlace con María Ángela Benegas Balmaceda, procedente de las familias tradicionales, ambos fueron los padres de Luis Aberastein Benegas (Bunge, 2022).

A comienzos del siglo XIX, se destacó otro miembro de la familia, José Manuel Aberastain Benegas quien era un prominente abogado de notorios vínculos con Laprida y el Teniente Gobernador De La Roza. Aberastain Benegas estaba vinculado por su rama materna a las familias Vásquez del Carril y De la Roza. Para esta época, ya los miembros de este linaje formaban parte de las familias tradicionales a través de los matrimonios lo que le había posibilitado su ascenso social (Caraffa, 1910, p. 261).

Don Luis Aberastein era comerciante, pero a comienzos del siglo XIX se encontraba en una situación económica complicada, al perder sus bienes debido a malos negocios. Había contraído enlace con Manuela de la Roza, siendo estos los padres de Antonino Aberastain; Aberastein fue comisionado por el gobierno de José Ignacio de la Roza[19], quien era su cuñado, para contratar en Buenos Aires a un docente que se hiciese cargo de la enseñanza en la primera Escuela de la Patria en San Juan (Fernández, 1939, p. 162).

Su hijo, Antonino Aberastain de la Roza estudió en Buenos Aires, beneficiado con el sorteo de las becas asignadas por el Gobierno de Martín Rodríguez para los niños de las provincias (Fernández, 1939). Años más tarde, continuó sus estudios de Derecho en la Universidad de Buenos Aires, donde se doctoró en 1832, para retornar luego a su provincia natal y casarse con Magdalena Brihuega Albarracín ([Sobre temático Antonio Aberastain], ca. 1980).

Luego de Caseros, en diciembre de 1852 se realizaron las elecciones para Constituyentes, siendo electos Salvador María Del Carril y Antonino Aberastain. En febrero de 1853 asumieron su cargo como Diputados electos por San Juan al Congreso Constituyente de Santa Fe, Del Carril, y Ruperto Godoy, ya que Antonino Aberastainse negó a asumir por la división de la Confederación y Buenos Aires. Sarmiento nunca le perdonó a Benavides la anulación de su elección como diputado para dicho Congreso, para el que había sido electo junto a Rawson y Tadeo Rojo (Landa, 1951, p.52).

 

 

Domingo Faustino Sarmiento, su parentesco con los Quiroga y los Albarracín

 

 

El apellido Sarmiento se remonta a la rama fundadora del mismo, nacida en 1212, luego de la Batalla de las Navas, en Tolosa, donde los miembros de esta familia se destacaron en el enfrentamiento contra las fuerzas islámicas. Tanto el linaje de los Sarmiento como el de los Albarracín en San Juan se remontan a comienzos del siglo XVII. A lo largo de los siglos, ambas familias se fueron relacionando con las familias tradicionales locales a través de distintas actividades sociales, como el comercio, la industria, el foro, las artes, las ciencias, el clero y la milicia, entre las más destacadas (Sarmiento, 1850/2011, pp. 40-41).

Los padres de Domingo Faustino Sarmiento fueron José Clemente Cecilio Sarmiento Funes y Morales y, Paula Zoila de Albarracín Balmaceda e Irrazabal (Sarmiento, 2011, pp. 13, 22-23). José Clemente Sarmiento fue el hijo de José Ignacio de Quiroga[20] y Acosta y, Juana Isabel de Funes y Morales. En su juventud, José C. Sarmiento tenía inclinaciones intelectuales, por lo que compartía tertulias con Marco Rufino, Fernando de la Roza, Santiago Cortinez, Luis Aberastein, Ignacio Sarmiento, Mariano de Godoy, Saturnino M. de Laspiur, José Rudecindo Rojo, Juan Luis de Funes, Juan C. Quiroga y Plácido Maradona, entre otros notables sanjuaninos de la época (Sarmiento, 2011, pp. 40-41).

José Clemente Sarmiento se destacó por su papel como militar, interviniendo en la Batalla de Tucumán junto al general Manuel Belgrano y luego, fue confirmado como Capitán del Ejército por el general José de San Martín durante el cruce de Los Andes, participando en la Batalla de Chacabuco. A su regreso a San Juan, tuvo una activa militancia política siendo diputado provincial y más tarde fue nombrado Comisario de Policía (Sarmiento, 2011, pp. 45-47).

El obispo José Manuel Eufrasio de Quiroga Sarmiento y Funes, fue el segundo obispo de la diócesis de Cuyo, sucediendo a Fray Justo Santa María de Oro, era además el tío de Domingo Faustino Sarmiento. Fue gobernador interino de la provincia en 1841, luego de la batalla de la Chacarilla, donde Benavides derrotó al general Acha y promovió el regreso de aquel al poder (Landa, 1951).

La familia Albarracín provenía de una antigua estirpe hispano-arábiga con varios siglos de arraigo en San Juan, en la cual encontramos como un antecedente temprano al Fray Miguel Albarracín, a comienzos del siglo XVIII (Guerrero, 1982, pp. 11-13). Otro de sus integrantes, José Tomás Albarracín asumió la gobernación en 1831 siendo un ferviente federal quien dos décadas antes había sido el padrino de bautismo de Domingo Faustino Sarmiento (Gil, 1948, p. 214).

En cuanto a la familia Quiroga se destacaron tres integrantes de la misma. Manuel Quiroga de la Roza también llamado Quiroga Rosas quien se había graduado en Derecho en Córdoba. Quiroga Rosas fue parte de la generación del 37 (Guerrero, 1982, pp. 18-20). Por su parte, Manuel Quiroga Carril, fue electo por los vecinos como gobernador en 1827, como fue mencionado más arriba, luego del ingreso de Facundo a San Juan; Quiroga Carril tenía una absoluta convicción federal (Sarmiento, 1850/2011, pp. 96-97).

Finalmente, Salvador Quiroga, era el hombre de confianza de Benavides y por lo tanto mostraba su total adhesión al federalismo. En 1842 se desempeñaba como Inspector General de Policía cuando se encargó de poner en posesión una nueva escuela del Estado, fue en ese momento, que tomó conocimiento del estado de abandono de la educación pública, por lo que decidió en 1843 fundar la Sociedad Literaria de Instrucción Mutua que convocó a muchos jóvenes locales (Mugnos de Escudero, 1939, p. 212).

 

 

Discusión

 

 

De los resultados obtenidos se pueden realizar algunos análisis e interpretaciones que dialogan con el contexto y las producciones historiográficas que abordan temáticas afines. En primer término, atendiendo a las familias tradicionales sanjuaninas del periodo y, en segundo término, enfocándonos con el comportamiento político de las familias de la elite.

 

 

Conclusiones sobre las familias tradicionales sanjuaninas

 

 

De los casos reseñados, podemos extraer algunas conclusiones preliminares; en primer lugar, la consolidación de la elite parecería haberse logrado en dos etapas: el primer esbozo lo podemos ubicar entre principios y mediados del siglo XVII cuando familias -en algunos casos descendientes de conquistadores- bajaron desde Lima y luego entraron a San Juan desde Chile (entre otros, Juan de Oro Bustamante o Francisco Ugas).

Debemos tener en cuenta la gran movilidad espacial de los españoles durante los primeros siglos de la conquista. De los epicentros económicos del Perú y el Alto Perú habitualmente descendían españoles en busca de oportunidades a regiones consideradas marginales. Por ello, hubo largos desplazamientos de los españoles que vinieron a América durante los siglos XVII y XVIII en búsqueda de fortunas.

El ingreso por la ciudad chilena de Copiapó era clave, ya que esta ciudad se iba transformando en un mercado de capitales para prestamistas y pequeños empresarios al ser una ruta para los comerciantes que se dirigían al Perú (Broll Carlin y Pinto Rodríguez, 1988, pp. 357-360). Tales serían estos casos que se asentaron en San Juan que para el siglo XVII era una aldea muy pequeña que aún casi no había iniciado las obras de irrigación que le permitirían cierto desahogo económico. En segundo lugar, en el siglo XVIII se instalaron familias del norte de España, gallegas como los Del Carril o vascas como los Aberastain.

La mayoría de las migraciones eran masculinas y los casamientos con mujeres locales les sirvió para ingresar a instituciones de la época que, a su vez, le abrieron las puertas a la movilidad social: la administración pública, el Ejército y la Iglesia. De este modo, San Juan de la Frontera[21], como lo indica su nombre, podía considerarse como uno de los últimos confines del imperio colonial español. En cuanto al carácter de las migraciones y las pautas de poblamiento, el funcionamiento de las instituciones y las estrategias de movilidad social se asimiló a las sociedades de regiones más centrales del imperio español.

Cabe destacar que el poblamiento del Valle de San Juan no recibió flujos cuantiosos de migrantes que ingresaran por Buenos Aires o los puertos del Litoral, sino que su vinculación fue por el Virreinato de Perú, a través de Copiapó y partes del Pacífico. De aquí las referencias constantes que hicieron los pobladores al rol activo que tuvo su ascendencia durante la conquista e incluso durante guerras anteriores como la Guerra de Italia, que citara Sarmiento.

En otras palabras, en una región remota y de escaso desarrollo económico como era San Juan de la Frontera en el siglo XVIII, los vecinos notables lo eran por cuestiones étnicas (aunque su color de piel podía ser dudoso) pero más que nada por formar parte de familias de largo arraigo, emparentadas entre sí y con activa participación en instituciones coloniales locales.

Luego, ya avanzado el siglo XVIII, los entramados parentales y amicales mencionados se fueron completando con lazos comerciales que sirvieron de respaldo material a los miembros de la elite sanjuanina, observándose cómo las redes endogámicas buscaron  consolidarse con el acceso y monopolio de los bienes que comenzaron a valorizarse por la demanda  generada por las economías internas y europeas, tales como el control de tierras irrigadas, la producción artesanal de vino, frutos secos, dulces y la explotación de metales preciosos, llegando a moderados procesos de acumulación.

Las diversas relaciones sociales de todo tipo ayudaban a enlazar a las familias, al mismo tiempo que la participación femenina en las tertulias y en variadas actividades culturales como la música y el arte propiciaban los enlaces matrimoniales entre familias locales y los foráneos que se incorporaban al entramado. Claramente, es una excepción a lo mencionado, la familia de Nazario Benavides, ya que, si bien su padre era un vecino de Pueblo Viejo y contaba con algunos bienes, había perdido estos con las medidas impuestas por San Martín a los llamados americanos disidentes.

Se produjo un proceso similar en el caso de Copiapó[22]. Cabe aclarar que esta última, se ubica prácticamente a la misma altura de San Juan del otro lado de la cordillera y su comportamiento hasta el descubrimiento del yacimiento de Chañarcillo y su crecimiento explosivo fue similar. Su elite se componía de la tradicional aristocracia terrateniente que, mediante la amalgamación familiar, había construido grandes redes parentales para consolidar su influencia y mantenerse desde la época borbónica hasta comienzos del siglo XIX.

 

 

El comportamiento político de las familias de la elite

 

 

Si prestamos atención a los principales acontecimientos políticos de San Juan y a quiénes rubricaron estas acciones observamos que casi con exclusividad, aparecen los miembros de estas familias y consideramos que este es otro criterio para tener en cuenta a la hora de definir a la elite local.

Se repiten la mayoría de estos nombres y apellidos, durante el apoyo expresado a Del Carril luego de la Revolución de 1825, aunque en este caso no aparecen los religiosos quienes impulsaron el alzamiento contra el creador de la Carta de Mayo al proponerse la libertad de cultos, como el caso de los religiosos Oro y Mallea, entre otros.

Los entramados que le dieron un mayor dinamismo a la sociedad sanjuanina decimonónica no fueron capaces de evitar que las diferencias políticas e ideológicas irrumpieran en su interior. Sin ir más lejos, se puede mencionar el caso de José Ignacio de la Roza, quien sufrió un motín encabezado por su cuñado, el capitán Mariano Mendizábal (Gil, 1948, pp. 195-196).

En 1820, se vivían tiempos agitados como consecuencia de los enfrentamientos civiles y de los diversos alzamientos producidos en las Provincias Unidas. Debido al insistente pedido de aportes para el Ejército Libertador, De la Roza perdió buena parte de su apoyo y fue destituido por Mendizábal, quien estaba casado con su hermana Juana. Mendizábal contaba con el apoyo del Batallón 1º de Cazadores de Los Andes[23], De la Roza en principio fue condenado a muerte, más luego fue deportado a Chile y posteriormente, partió a Perú, en donde murió en 1834 (Fernández, 1939, pp. 163-166).

El gobierno de Mendizábal solo duró poco más de dos meses, pero fue entonces cuando San Juan obtuvo la autonomía provincial de la Intendencia de Cuyo, cuya sede era Mendoza, el 1 de marzo de 1820. Para ello se firmó la correspondiente acta de la que participaron los principales vecinos de la ciudad apoyando a Mendizábal[24].

También, durante el acta de elección de gobernador de Manuel Quiroga Carril en enero de 1827, luego de la entrada de Facundo en San Juan como consecuencia del cambio de gobierno-liberal reemplazado por uno federal- aparece la complacencia de los más conspicuos vecinos de la ciudad con el nuevo gobernante legitimando al candidato elegido.

Finalmente, en la constancia de elección como gobernador provisorio de José Luciano Fernández en enero de 1836, luego de la huida del gobernador Yanzón y la posterior ocupación riojana en la provincia, aparecen nuevamente los integrantes de las familias tradicionales respaldando al nuevo gobernador provisorio en una situación de emergencia. Así se puede observar el comportamiento de las familias de la elite local en distintos acontecimientos de la historia con un comportamiento relacionado con la estabilización del poder en momentos de incertidumbre política[25].

 

 

Consideraciones finales

 

 

Los grupos de poder regional en San Juan se fueron conformando mediante un entramado de relaciones de parentesco que tendió a la endogamia en la época colonial. Dicho entramado, llevó al menos 300 años de formación, entre los siglos XVI y XIX. Sus principales bases económicas estaban en la tenencia de tierras y en la posterior explotación de la industria vitivinícola.

Los primeros integrantes de estas familias eran antiguos colonos españoles procedentes de los actuales estados de Chile y Perú. La aparición durante el siglo XVIII de numerosas familias de origen gallego y portugués hizo que estas redes se extendieran mediante enlaces matrimoniales. Estos nuevos integrantes de las familias locales extendieron su influencia comercial a otras partes del Virreinato que incluían a ciudades trasandinas. Estas redes supieron ser endogámicas durante los primeros siglos de su existencia y, permitieron el ingreso a ellas, de advenedizos durante el periodo decimonónico.

No obstante, la importancia del entramado parental, paralelamente se fue conformando otra red de origen comercial que parece haber sido más efectiva que la consanguínea. La red comercial incluía la presencia de extranjeros, además de vínculos con otras provincias, Buenos Aires y Chile. Mientras tanto, el entramado familiar, en muchas ocasiones no pudo evitar conflictos y derramamiento de sangre, debido a enfrentamientos inevitables de tipo político, en un contexto convulso de guerras civiles a nivel nacional.

Este trabajo se sustenta sobre una investigación en curso, por lo cual, pretende contribuir a otros estudios que se realicen sobre temáticas similares en el futuro, a fin de que se pueda indagar con más profundidad en el alcance y las limitaciones de los distintos tipos de entramados desarrollados en San Juan durante el siglo XIX.

 

Referencias

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[1] El autor es graduado de la carrera de Profesor de Historia en la Universidad Nacional de Luján (2011-2016) y actualmente se encuentra cursando la Licenciatura en Historia en la misma universidad desde el año 2017. Por otra parte, es Ayudante de Primera Simple de la asignatura Historia de las Ideas Políticas, del Profesorado de Historia de la Universidad Nacional de Luján y trabaja como Profesor de Historia en escuelas públicas de la Ciudad de Buenos Aires. Su área de investigación está centrada en la historia contemporánea.

Correo de contacto: mendezbarozzi@yahoo.com.ar

https://orcid.org/0000-0002-4627-933X

[2] Esta investigación se realizó de manera independiente, sin ningún aporte de ninguna institución pública o privada. Solo se contó con la facilitación del material de las autoridades del Museo Histórico Provincial Agustín Gnecco y del Archivo Histórico de la Provincia de San Juan. El autor agradece a las profesoras en Historia, María Julia Gnecco, Susana Tello y Lydia Gómez, por todas las atenciones recibidas durante su estancia en la provincia.

[3] Para la autora María Susana Morón Lobbe (2015) los habitantes en San Juan a fines de la época colonial eran alrededor de 17.000.

[4] Asentamientos fuera del centro de poder político y religioso, donde residían los vecinos, ya que no existía ningún muro en la ciudad.

[5] Las familias Mallea y Albarracín estaban emparentadas con la familia Sarmiento.

[6] Se consideraba a las asociaciones como un espacio que creaba redes y dirigía a sus integrantes a la civilización universal.

[7] Esta repetición de apellidos es un ejemplo de cómo se iba creando el entramado.

[8] El Fiel Ejecutor era un funcionario permanente del Cabildo, encargado de los abastos de la ciudad. Su responsabilidad principal consistía en fijar los precios y controlar las pesas, medidas y monedas que se utilizaban en el comercio. También era responsable del aseo y embellecimiento de la ciudad.

[9] Su hermano Anselmo Rojo fue un destacado militar y dirigente del Partido Unitario, estuvo exiliado en Bolivia por muchos años, en donde se dedicó a difundir el libro de Sarmiento, “Facundo, Civilización y Barbarie”. Su sobrino fue Benjamín Franklin Rawson.

[10] El apellido aparece como Cosio o Cossio.

[11] Sus hermanos fueron José de Oro y Albarracín, José Antonio de Oro y sus hermanas: Juliana de Oro y Albarracín, María del Tránsito de Oro y Albarracín y, Paula de Oro Juan Miguel de Oro Bustamante y Cossio Terán.

[12] Carrera era el presidente de la Junta de Gobierno de Chile.

[13] Otra familia tradicional de la provincia.

[14] Las mismas se referían a la firma de tratados interprovinciales, de las que estaba encomendado por Viamonte.

[15] Hudson y Fernández Pardo, entre otros autores citan al apellido como Benavidez.

[16] Juan Alberto Benavides nacido en 1800 había participado de las batallas de Chacabuco, Cancha Rayada y Maipú en Ferrá de Bartol y Arias, 1994, p. 33.

[17] Martín Yanzón debió abandonar San Juan como consecuencia de una fallida invasión a La Rioja.

[18] Más tarde el apellido cambió a Aberastain.

[19] De la Roza estaba casado con Tránsito de Oro.

[20] De aquí viene un lejano lazo parental con Facundo Quiroga y, una generación más atrás con la familia Benavides.

[21] Nombre antiguo por el que se conocía a San Juan.

[22] Antes de que se descubriera el yacimiento del Chañarcillo, Copiapó era un departamento de la provincia de Coquimbo. Como consecuencia del descubrimiento, Copiapó tuvo un notorio crecimiento demográfico al tiempo que crecía la explotación minera de forma sideral. Copiapó se encontraba a la vanguardia de la República, debido a que era una sociedad liberal y progresista cuyas ideas se equiparaban a las de la civilización europea destacando que la sociedad indígena era insignificante y la población estaba compuesta por extranjeros en más del 80%. Era una sociedad “sin pasado” pero con un presente rico y un devenir fecundo, impregnado por las ideas relacionadas con el Progreso.

[23] A esta rebelión adhirió entre otros, Domingo de Oro.

[24] Entre ellos firmaron: José S. Cortínez, Dr. Estanislao Tello, Saturnino M. de Laspiur, Juan José de Cano, Pbro. José Manuel Eufrasio de Quiroga Sarmiento, Fray Ángel Mallea, Manuel Astorga, José de Oro, José Joaquín Castro, Ventura Quiroga Carril, Miguel Burgoa, Plácido Fernández Maradona y José J. Jofré.

[25] Firmaron también Valentín Ruiz, Juan Alvarado, José Victoriano Ortega, Domingo Castro, José Ignacio Fernández Maradona, José Rudecindo Rojo, Manuel de Torres, Francisco Coll, Pedro Carril (padre de Salvador María del Carril), Francisco Borja de la Roza, José Clemente Sarmiento, José Rudecindo Castro, Pedro José de Zavalla, Pascasio Borrego, Ventura de Landa, José María Etchegaray, Rafael Sarmiento, Juan Manuel Aguilar, Juan José Carrera, Ignacio Fermín Rodríguez, Domingo Carril, Pedro Juan Gil, Pedro Jofré, José V. Lima, Timoteo Maradona, Clemente Videla y Luciano Fernández (según Sarmiento el último de los hombres ricos que hubo en San Juan hasta la entrada de Quiroga en la provincia).