Riquelme Cortés, E. (diciembre de 2022 – junio de 2023). Vinculación política de las parcialidades indígenas y las montoneras realistas en las fronteras (Araucanía y las Pampas, 1818-1832). Antigua Matanza. Revista de Historia Regional, 6(2), 103-134. https://doi.org/10.54789/am.v6i2.4

Imago Mundi

Vinculación política de las parcialidades indígenas y las montoneras realistas en las fronteras (Araucanía y las Pampas, 1818-1832)

Political linkage of the indigenous partialities and the Realistic Montoneras on the borders (Araucanía and the Pampas, 1818-1832)

 

Emilia Riquelme Cortés[1]

Universidad de Buenos Aires, Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani” - Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Buenos Aires, Argentina.

 

Recibido en 23/08/2022

Revisado en 18/09/2022

Aceptado en 30/10/2022

 

Resumen

El estudio de la participación popular e indígena en apoyo al realismo en las independencias latinoamericanas ha estado marcado en las últimas décadas por una importante renovación historiográfica, lo que evidencia que estos sujetos vieron en la defensa del realismo una opción política y práctica. En el caso de la Araucanía y las Pampas, hemos observado que, luego que los restos dispersos de las tropas realistas se refugiaron en territorio indígena, estos entablaron una serie de alianzas con las parcialidades que habitaban la zona, las cuales fueron primordiales para mantener su movilización. Estas alianzas se adecuaron al cambiante contexto que ofrecía el escenario bélico en la frontera y a los reveses que sufrían quienes se mantenían luchando en nombre del Rey. El presente trabajo tiene como objetivo indagar en esta vinculación política de las montoneras realistas que se movilizaron en la Araucanía y las Pampas entre 1818 y 1832 con las parcialidades que habitaban estos espacios. Nuestra hipótesis sugiere que esta vinculación respondía a los propios intereses y formas de acción política de las parcialidades, ya que cuando la guerra que se trasladó a las fronteras abrió perspectivas y posibilidades a todos los actores involucrados en ella, entre ellos los indígenas, que actuaron poniendo en movimiento negociaciones, acciones de guerra y vinculaciones tradicionales. La metodología utilizada para elaborar este trabajo consideró lecturas bibliográficas junto con el relevamiento documental en diversos fondos documentales del Archivo Nacional Histórico de Chile como del Archivo General de la Nación Argentina con el fin de rastrear y analizar el accionar de las parcialidades indígenas.

Palabras-clave: montoneras realistas, aborígenes americanos, acción política, frontera, realismo, independencia latinoamericana, interacción cultural

 

Abstract

The study of popular and indigenous participation in support of the royalist side in Latin American independence has been marked in recent decades by an important historiographical renewal, showing that these subjects saw the defense of the royalist side as a political and practical option. In the case of the Araucanía and the Pampas, we have observed that after the scattered remnants of the royalist military corps took refuge in indigenous territory, the royalists established a series of alliances with the factions that inhabited the area, which were essential to maintain their mobilization. These alliances were adapted to the changing context offered by the war scenario on the border and the setbacks suffered by those who kept fighting on behalf of the king. The objective of this paper is to investigate this political link between the royalist “montoneras” that mobilized in Araucanía and the Pampas between 1818 and 1832 with the biases that inhabited these spaces. Our hypothesis suggests that this connection responded to the interests and forms of political action of the factions, since when the war that moved to the borders opened perspectives and possibilities for all the actors involved in it, including the indigenous, who acted setting in motion negotiations, war actions and traditional links. The methodology used to elaborate this work considered bibliographical readings together with the documentary survey in various documentary collections of the National Historical Archive of Chile as well as the General Archive of the Nation-Argentina in order to track and analyze the actions of indigenous biases.

Keywords: royalist montoneras, american aborigines, political action, royalist, latin american independence, cultural interaction

Vinculación política de las parcialidades indígenas y las montoneras realistas en las fronteras (Araucanía y las Pampas, 1818-1832)

 

 

Introducción

 

 

Tras la victoria obtenida por los revolucionarios en Maipú en abril de 1818, los restos dispersos de las tropas realistas se refugiaron al sur del río Biobío en territorio indígena. Esto favoreció que entablaran una serie de alianzas con las parcialidades que habitaban la zona, las cuales se sustentaban en una larga tradición de relaciones fronterizas que fueron adecuándose al cambiante contexto que ofrecía el escenario bélico en la frontera y a los reveses que sufrían quienes se mantenían luchando en nombre del Rey. A pesar de las derrotas, los realistas lograron ampliar sus vínculos y su movilización más allá de la Araucanía estableciendo alianzas con parcialidades que habitaban el espacio cordillerano y las Pampas, que fueron primordiales para que las montoneras realistas lograran mantenerse activas hasta 1832.

El presente trabajo tiene como objetivo indagar en la vinculación política de las montoneras realistas que se movilizaron en la Araucanía y las Pampas entre 1818 y 1832 con estas parcialidades, y es parte de la tesis doctoral en curso que se desarrolla en el marco del programa de doctorado en Historia de la Universidad de Buenos Aires (UBA). La periodización propuesta considera la resistencia que se desarrolló posterior a la batalla de Maipú en abril de 1818, que implicó el traslado de las tropas realistas a la frontera de la Araucanía, y culmina en 1832, tomando como hito la caída del último foco de resistencia liderada por los hermanos Pincheira que se movilizaba a ambos lados de la cordillera.

La hipótesis que se plantea es que esta vinculación estaba basada en los propios intereses y formas de acción política de las parcialidades indígenas y sus principales liderazgos y no fue determinada por la negociación de los liderazgos hispanocriollos de ambos bandos. Esto se debe a que cuando la guerra se trasladó a las fronteras abrió perspectivas y posibilidades a todos los actores involucrados en ella, entre ellos los indígenas, que actuaron poniendo en movimiento negociaciones, acciones de guerra y vinculaciones tradicionales.

Para abordar el tema se tendrá en cuenta dos aspectos: en primer lugar, que los indígenas aliados a uno u otro bando tenían sus propios objetivos y lógicas de acción que no pueden derivarse automáticamente de sus aliados circunstanciales en la guerra. Esto resulta fundamental para sostener que no hubo “indígenas revolucionarios” versus “indígenas realistas” y pensar en los intereses propios de las parcialidades que se involucraron en la guerra.

En segundo lugar, el análisis de la acción política de estas parcialidades indígenas debiese considerar que estas nunca fueron sometidas a autoridades imperiales y mantenían autonomía en sus territorios. Por tanto, al involucrarse en esta guerra es posible evidenciar que las alianzas que desarrollaron respondieron no solo a los vínculos que mantenían con los hispanocriollos, sino también a sus propios conflictos.

La metodología empleada para desarrollar este trabajo contempló lecturas bibliográficas junto con el relevamiento documental que se ha realizado para la investigación doctoral en curso centrada en la participación popular e indígena en las montoneras realistas movilizadas en la Araucanía y las Pampas.

Por último, se quiere señalar que en el presente trabajo se identifican como “realistas” a sujetos y grupos que se movilizaron invocando el nombre del Rey. A su vez, se denomina “revolucionarios” a los sujetos que enfrentaban a los realistas en el contexto inicial de la guerra. De todos modos, es menester aclarar que estas definiciones son arbitrarias y expuestas para una mejor comprensión del problema a abordar, ya que en las fuentes y documentos de la época ambos bandos se denominaban indistintamente “patriotas”, categorizaban a enemigos de ambos bandos de “insurgentes” y se situaban frente a las situaciones con la legitimidad que cada uno se atribuía. Gabriel Di Meglio (2013) sostiene que para la década de 1810 es “complejo definir a los grupos enfrentados (…) porque todos se consideraban patriotas y la mayoría también partidarios del rey” (p. 98). Se considera que esta dificultad no está del todo resuelta a inicios de la década de 1820 y, por tanto, el uso de categorías como “revolucionarios” o “realistas” sigue siendo problemática.

 

 

Revolución en la Frontera: revolucionarios, realistas e indígenas frente a un nuevo escenario

 

 

El triunfo revolucionario en la batalla de Maipú el 5 de abril de 1818 ha marcado un importante hito para la historiografía chilena. Aunque no puso fin a la guerra, esta batalla “tuvo el efecto de estabilizar el control político del bando revolucionario sobre la mayor parte del territorio que se estaba en trance de convertir en nación” (Pinto y Valdivia, 2009, p. 159), lo cual provocó que “a partir de 1818, la insurgencia revolucionaria se convirtió definitivamente en un proyecto de construcción nacional” (Pinto y Valdivia, 2009, p. 159).

Aunque resulta indudable la importancia del triunfo de Maipú para el control de gran parte del territorio chileno por parte de los revolucionarios y el establecimiento de un gobierno de este corte en la capital, eso no implicó la eliminación de los realistas, ni siquiera en la misma capital. Menos aún, la disolución definitiva de las tropas realistas, las cuales se dispersaron en dirección al sur, refugiándose gran parte de ellas al sur del río Biobío –que marcaba la separación con el territorio indígena– y vislumbrando opciones de resistencia que iban ponerse en movimiento en la frontera de la Araucanía. Aunque la historiografía no ha sido clara en reconocer la persistencia de la resistencia realista como una opción política para una parte importante de las comunidades al sur de la capital, esta se mantuvo activa hasta 1832 creando un escenario particular en la Araucanía, el espacio cordillerano y las Pampas de la actual República Argentina.

Este nuevo escenario que se impuso por el traslado de la revolución a las fronteras implicó, desde la mirada criolla, la necesidad de buscar apoyos para enfrentar a los enemigos y los indígenas aparecían como los principales aliados posibles. Tempranamente, revolucionarios y realistas habían buscado dichas alianzas y asegurar la adhesión de los indígenas, siguiendo la larga tradición de negociaciones que se desarrollaba en la frontera. Como mencionan Joanna Crow y Juan Luis Ossa (2018), “en los primeros años de la guerra civil revolucionaria (1813-1814) los mapuche no parecen haber tenido una participación protagónica en el conflicto” (p. 48). No obstante, los realistas igualmente tuvieron iniciativas de negociación en 1816 a cargo del franciscano Melchor Martínez con las parcialidades al sur del Biobío (Crow y Ossa, 2018, p. 48).

Sin embargo, dicho apoyo no fue necesario sino hasta 1818, cuando las tropas de ambos bandos se establecieron en la frontera. En esta coyuntura, tanto hispanocriollos como indígenas apostaron por utilizar diversas estrategias políticas conocidas para enfrentar los conflictos venideros. Aunque no es tema del presente trabajo, vale la pena mencionar que en la nueva coyuntura diversos actores comenzaron a operar en este escenario, donde fue importante el apoyo y presencia de los religiosos que, desde el Colegio de Propaganda Fide de Chillán, apoyaron a los realistas. Al respecto, Jaime Valenzuela sostiene que “la actividad de los religiosos sin duda ayudó a que una parte considerable de los habitantes de estas regiones participase activamente en la violenta y generalizada guerra de guerrillas que se desencadenó por esos años contra la patria” (Valenzuela Márquez, 2005, p. 141), enfatizando que “los frailes de Propaganda ayudaron a sostener la larga y dramática resistencia, arrastrando a numerosas parcialidades” (Valenzuela Márquez, 2005, p. 141). El rol de los religiosos fue, sin duda, fundamental, pero creemos que las parcialidades no solo “fueron arrastradas” a la guerra, sino que en ello también pusieron en juego sus propias dinámicas políticas, así como lo hicieron hispanocriollos.

Desde la perspectiva de estos últimos, la negociación era clave para lograr una correlación de fuerzas a su favor. Lo anterior se desprende de la documentación entre jefaturas en las cuales se evidencia la importancia de pactar con quienes identificaban como los principales liderazgos de las parcialidades y también como aliados en alguna otra coyuntura. Los realistas apelaron a los antiguos compromisos coloniales para buscar alianzas con los indígenas y resaltaron la fidelidad de quienes consideraban súbditos del Rey. En 1819, el virrey del Perú Joaquín de la Pezuela y Sánchez, en una misiva enviada a Vicente Benavides, comandante de los ejércitos reales en la frontera, mencionaba al respecto

con igual interés he visto las penalidades de todos los emigrados que sean acogido a la protección de las armas y el laudable entusiasmo con que perseveran en nuestro auxilio esos fieles naturales. A todos quisiera proporcionarles en el momento quantos socorros y alivios pudiesen apetecer, y manifestarles la gratitud y consideración a que se han hecho tan acreedores. (De la Pezuela, 1820)

La constante gratitud de las autoridades realistas a los indígenas que los auxiliaban y con quienes se aliaron siguió manifestándose más adelante. En 1821, cuando la situación de Benavides en la frontera estaba lejos de ser ventajosa para los realistas, las tropas ubicadas en Arauco se preocuparon de buscar auxilios en Chiloé con el gobernador don Antonio de Quintanilla quien en varias comunicaciones retomaba el tema de las alianzas con algunos lonko (nombre recibido por los cacique mapuche) evidenciando a aquellas como espacios de apoyo recíproco. Sostenía que:

el cacique Pasqual Antinao me entregó la de usted en que lo recomienda y ha sido asistido y auxiliado con quanto ha necesitado. Va bien satisfecho en el buen éxito de su comision y pronto a continuar en sus buenos servicios por la causa del Rey y de influir en los demás naturales de esa parte para que hagan lo mismo. (De Quintanilla, 1821)

Los revolucionarios no escapaban de aquellas relaciones e intentaban también negociar no solo con las parcialidades aliadas, sino también con quienes se mostraban más cercanos a los realistas. En 1824 Juan de Dios Rivera, intendente de Concepción, comentaba al comandante de la frontera sobre la urgencia y dificultad de lograr un pacto con el lonko Francisco Mariluan para que este dejara de auxiliar a los realistas:

lo transcribo a usted para su inteligencia i gobierno; previniéndole que ya es de necesidad exijir de Mariloan su final resolución al tratado de avenencia o aserle entender que las hostilidades deben romperse necesariamente si continua en aquella irresolución; cuya conducta en todo representa el carácter de malisiosa; i consolo el objeto de ganar el tiempo. (Rivera, 1824b)

Mariluan era el principal aliado de las tropas realistas lideradas por Vicente Benavides y Juan Manuel Pico durante los primeros años de la denominada “guerra a muerte”, por lo cual los revolucionarios intentaron llegar a él desde el comienzo de la guerra, pero no fue sino hasta años después que lograron comenzar a negociar, tarea que no fue fácil como puede apreciarse en la cita anterior. Se señala que la denominación “guerra a muerte” obedece a una apreciación del historiador chileno Benjamín Vicuña Mackenna (1868), quien tomó el término de las etapas de la guerra de Independencia en Venezuela, decretada por Simón Bolívar en 1813, en la cual no se dio cuartel al enemigo.

Mientras negociaban con él, las autoridades revolucionarias eran precavidas para no incomodar o generar malentendidos con sus interlocutores, lo cual se aprecia en diversas comunicaciones que evidencian que, a la vez que negociaban, los revolucionarios se equipaban de auxilios para la guerra teniendo cuidado que los hombres de Mariluan no se enteraran y previniendo un posible malentendido. El mismo Rivera mencionaba que: “este movimiento debe hacerse con el mayor silencio a fin de deslumbrar a Mariloan con quien convendrá conservar por ahora una especie de neutralidad” (Rivera, 1824a).

Aunque las negociaciones entre autoridades hispanocriollas e indígenas eran constantes, las relaciones fronterizas eran un ida y vuelta y no se estructuraban solo en base a lo que necesitaban los primeros. En 1819, Valdivia seguía en manos realistas a cargo del intendente de la ciudad Manuel Montoya, quien regularmente comunicaba a las tropas de la frontera sobre la relación con las parcialidades del territorio indígena que rodeaba a la ciudad. Aunque destacaba su buena disposición para con ellos, también se quejaba de tener que “complacer” a los indígenas. En una comunicación a Benavides le comentaba que “el cacique de este Butalmapu que ha venido a esta plaza se ha empeñado fuertemente sobre llevar tropa pero no me es posible el dársela porque usted sabe los muchos castillos del puerto y tengo todos guarnecidos” (Montoya, 1819). A pesar de dicho lamento, la misiva cerraba comentando que cedió a la petición del lonko y que “iran con los indios 12 oficiales por ahora con igual número de soldados, municiones, algunos efectos para vestir [su] benemerita tropa” (Montoya, 1819).

La comunicación de Montoya evidencia que los indígenas también gestionaban sus apoyos en torno a sus propias necesidades, teniendo los hispanocriollos que ceder y adecuarse a sus requerimientos. Las negociaciones no eran unidireccionales y se enmarcaban en un estado de guerra constante que se transformó en el escenario habitual de estas tierras. En este marco el apoyo indígena a los realistas fue fundamental.

 

 

Vinculación indígena al realismo: un espacio de acción política

 

 

Poco se ha abordado en la historiografía chilena la resistencia realista que se desarrolló posterior a la batalla de Maipú en el sur de Chile. En el último tiempo, trabajos sobre Chiloé (Aravena, 2017) y los hermanos Pincheira (Contador, 1998; Manara, 2021; Herr, 2019; Pérez, 2018) han puesto de manifiesto que esta resistencia se mantuvo durante largo tiempo y que, efectivamente, era un peligro que incomodaba y preocupaba a las autoridades de la época, ya que la guerra en el sur no concluía del todo. Un rápido rastreo por documentos del período corrobora estas preocupaciones. Una de las que más se repetía fue la constante vinculación de los realistas con las parcialidades indígenas, las cuales prestaban brazos para mantener la movilización, participaban de las incursiones y les brindaban refugio. Tanto en Chile como en las Provincias del Río de la Plata, las autoridades de la frontera daban parte de las incursiones indígenas, haciendo eco de estar frente “a un mal que no cesa” y poniendo mayor atención a aquellas donde la vinculación con los hispanocriollos realistas se hacía presente. Todavía en 1830 el gobierno de Buenos Aires escribía al gobierno chileno sobre “la urgencia de la pacificación de los indios en la frontera de Buenos Aires” (Sobre la pacificación de los indios en la frontera de Buenos Aires, 1830), agregando que

se hace tanto mas necesaria la [consecución] de esta empresa, quanto que ella se presenta como el mejor medio de acavar con la division de Pincheyra que no solo es temible por los grandes males que hace por si en ambos estados, asociandose a los indios mas perversos, sino por los peligros a que se halla expuesta la seguridad e independencia de las dos republicas. (Sobre la pacificación de los indios en la frontera de Buenos Aires, 1830)

Esto se agravaba porque era “Pincheyra un asesino defensor de los supuestos derechos de Fernando 7º” (Sobre la pacificación de los indios en la frontera de Buenos Aires, 1830). Entrada la década de 1830, aún se reconocía un liderazgo criollo movilizado con los indígenas en la frontera invocando el nombre del Rey. Se advierte que los cuatro hermanos Pincheira se movilizaron en nombre del Rey, asumiendo sucesivamente el liderazgo de montoneras que operaron hasta 1832 entre la Araucanía y las Pampas. Los dos hermanos menores, Pablo y José Antonio, ampliaron considerablemente su radio de acción, llegando hasta el sur de la provincia de Buenos Aires.

Las preocupaciones estaban basadas en que la mayoría de las parcialidades del sur del Biobío, en los comienzos de la guerra, se involucraron en alianza con los realistas. Consideramos que en la medida que los indígenas prestaron apoyo a los realistas, estos pudieron mantener la movilización. Esta afirmación se sustenta en diversos momentos de la guerra, sin embargo, dos fueron claves. El primero de ellos tiene relación con la muerte del coronel realista Juan Manuel Pico en 1824. Él había sido uno de los aliados más importantes del mencionado lonko Mariluan, y este último había sostenido a la resistencia realista desde los inicios de la “guerra a muerte” en 1819. Sin embargo, luego de años de una devastadora guerra muy resentida entre las parcialidades al sur del Biobío, este último comenzó a negociar con quienes, hasta ese entonces, habían sido sus enemigos, a la par de prestar ayuda a los realistas. Un hecho que muestra la culminación de sus negociaciones fue justamente la caída y posterior muerte de Pico en manos de los revolucionarios en sus tierras sin que nadie le brindara auxilio. Pairicán sostiene que “es difícil pensar que los republicanos pudieran ingresar a las tierras de Mariluan sin ser detectados. No sucedió en los tiempos más álgidos de la guerra, menos podría suceder con los diálogos bilaterales” (Pairicán, 2020, p. 126), por lo cual infiere que Mariluan actuó según las necesidades políticas de ese momento.

Según el historiador decimonónico Benjamín Vicuña Mackenna (1868), “la decapitación de Pico puso por sí sola término definitivo a la guerra a muerte” (p. 512). Esto hizo que se calmasen los ánimos de sus aliados indígenas que firmaron las paces en enero de 1825. Sin embargo, más que la muerte de una importante jefatura realista, lo que define, a nuestro juicio, el fin de la “guerra a muerte” fue la negociación de Mariluan con los revolucionarios y el fin del apoyo prestado a la resistencia realista. Esto provocó que ya no pudieran refugiarse al sur del río Biobío, por lo que debieron trasladar la tropa que quedaba a fines de 1824 a la cordillera en busca del refugio que podían dar los campamentos de los hermanos Pincheira, también resguardados por parcialidades indígenas.

Era evidente que la correlación de fuerzas cambiaba. De hecho, la negociación con Mariluan culminó con un parlamento en enero de 1825 (conocido como Parlamento de Tapihue) que comprometió a los lonko firmantes, entre ellos Mariluan, a perseguir a los restos enemigos liderados por Pincheira. En palabras de Eduardo Téllez Lúgaro et al. (2011): “Mariluan se pacificó mucho después, sometimiento que recién quedó afianzado cuando acompañó la rendición de uno de los últimos caudillos realistas, Miguel de Senosiain en 1827” (p.186).

Un segundo ejemplo de la importancia del apoyo indígena a la resistencia realista tiene relación justamente con lo sucedido después de Tapihue. Los restos de esta, que sobrevivieron la “guerra a muerte” y que han sido tratados por la historiografía como bandidaje como forma de deslegitimar su lucha (véase Carlos Manara, 2021), mantuvieron su movilización desde la cordillera expandiendo su accionar hasta las Pampas. ¿La razón? A nuestro juicio, la expansión de la resistencia realista hacia este lugar nuevamente tuvo relación con los indígenas. La movilización realista que se mantuvo hasta 1832, liderada por restos de las tropas que habían actuado al sur del río Biobío y por los Pincheira, pudo sostenerse principalmente por las alianzas que lograron establecer con las parcialidades de la zona que no solo permitieron que establecieran sus campamentos en sus territorios, sino que también actuaban con ellos en sus incursiones, les permitían utilizar los caminos que estaban bajo su control para trasladarse y comerciar y abrieron posibilidades de alianzas cada vez con más parcialidades en un amplio territorio. De hecho, tan importante fue la presencia de estos grupos en las Pampas que desde Buenos Aires se organizó en 1826 una expedición contra “los bárbaros” que detallaba en sus instrucciones: “su principal objeto será batir y destruir enteramente a los indios chilenos a que se hallan incorporados algunos cristianos que son los que principalmente han dirigido la ultima invasión” (Instrucciones al coronel Federico Rauch, 1826). Cabe destacar que cuando las fuentes rioplatenses mencionaban la presencia de “indios chilenos” se refieren indistintamente a indígenas y a criollos movilizados con Pincheira.

Frente al importante sostén que los indígenas prestaron a los realistas, nos preguntamos por qué las parcialidades indígenas que habían luchado por siglos contra el dominio español apoyaron a quienes luchaban por mantenerlo. Para responder a esta interrogante, deben considerarse varios aspectos, pero en este artículo nos centraremos en dos: las formas de acción política de las parcialidades en el contexto mismo de la guerra y la autonomía que estas tenían en un amplio territorio.

Para analizar las formas de acción política de las parcialidades que se aliaron con los realistas en la Araucanía y las Pampas, han sido de suma importancia los estudios sobre el realismo en otros espacios. Marcela Echeverri (2018) plantea que este y la defensa del mismo no deben entenderse como una lucha contrarrevolucionaria que buscaba restaurar el antiguo régimen, sino como una fuerza política del período que movilizó a diversos sujetos en un contexto cambiante y, por tanto, no puede comprenderse como algo monolítico. Enfatiza, además, que para estudiar los apoyos al realismo hay que poner atención a los contextos y trayectorias de los sujetos que lucharon en defensa de las reales armas.

Los trabajos de Echeverri (2018) y de Cecilia Méndez (2014), entre otros, han abordado comunidades indígenas vinculadas a la defensa del realismo desde ópticas que han destacado el accionar político de las mismas, dejando atrás visiones que plantean la vinculación de los indígenas y de sectores populares al realismo como parte de su intrínseca ingenuidad e ignorancia o porque eran engañados por los grupos dirigentes. Esta idea surge de una premisa cuestionable: que los subalternos debían por causa natural apoyar a los revolucionarios y estar contra los realistas. Estudios que han abarcado diversos lugares han puesto de manifiesto que el apoyo popular al realismo no fue excepcional ni extraño y que este fue una importante expresión política del período, lo cual podemos rastrear en distintos lugares de América y Europa. De hecho, en su estudio Echeverri (2018) demuestra que indígenas y esclavos lograron grandes avances y concesiones en nombre del realismo durante la revolución de independencia. Por tanto, no debe resultar extraño este apoyo de las parcialidades indígenas de la Araucanía y las Pampas.

Aunque el tema resulta muy atractivo de abordar, los estudios son escasos. Algunos autores han abordado el tema y planteado hipótesis interesantes que rompen de algún modo con la historiografía tradicional que enfatizaba la idea de “indígenas seducidos” por los realistas o intrínsecamente belicistas y bárbaros. José Bengoa (1996) sostiene que para los mapuche la Independencia fue una guerra ajena en la que se vieron envueltos cuando el escenario bélico se trasladó al sur; sin embargo, puntualiza que frente a la contienda “los mapuche se dividieron de acuerdo a sus tradicionales conflictos” (p. 143). Por su parte, Jorge Pinto (2003) aunque no realiza un estudio detallado de los sujetos que estamos estudiando, al analizar el impacto que tuvo sobre el pueblo mapuche la construcción del Estado y la nación en Chile, plantea que la Araucanía logró articularse desde el período colonial como una región bien definida y que durante la primera mitad del siglo XIX hubo una etapa de inclusión del mapuche a la idea de Nación y Estado que se estaba desarrollando en Chile desde Santiago, pero que en la Araucanía fue resistida abiertamente en lo que la historiografía liberal denominó “guerra a muerte”. Por lo tanto, lo que ocurrió fue más bien la defensa de intereses locales por parte de una sociedad regional que no quería someterse a los proyectos centralizadores de la clase dirigente santiaguina y, por supuesto, el pueblo mapuche no se mantuvo al margen de esta resistencia. Ambos autores dejan entrever que consideran la participación indígena en la guerra como distante y asociada a sus propios intereses.

Nuevos estudios han aportado nuevas perspectivas. El trabajo de Crow y Ossa (2018) sostiene que “durante la llamada ‘guerra a muerte’ la región de la Araucanía experimentó un complejo proceso de negociación entre los principales caciques mapuche y los oficiales regulares” (p. 39). Por ende, concluyen que “en dichas negociaciones las comunidades mapuches actuaron portando una sofisticada agencia política, y no como actores supuestamente ‘manipulados’ por las autoridades realistas y/o revolucionarias” (p. 39). Por su parte, el reciente trabajo de Fernando Pairicán (2020) plantea que “la política mapuche en el siglo XIX unió rebelión y pragmatismo” (p. 88), enfatizando que durante la “guerra a muerte” la “agencia mapuche forzó a los líderes republicanos a ‘negociar’ con ellos para debilitar a los monarquistas” (p. 42). Así se configuraron distintos tipos de liderazgos, como el caso del lonko Mariluan, aliado de los realistas durante la “guerra a muerte” (p. 88), quien “actuó acorde a las necesidades políticas de ese momento histórico, como líder de una de las parcialidades mapuche” (p. 88). Rodrigo Araya (2003), analizando el liderazgo de Mariluan, sostiene que este “encabezó el antiguo proyecto político de los caciques gobernadores que consistió en dotar a la Araucanía de un mínimo orden que le permitiera desarrollarse en armonía junto a sus vecinos hispano-criollos” (párr. 4), lo que evidencia la importancia que entregó tanto a la guerra como a la diplomacia para mantener la paz en su territorio. Por su parte, la historiadora argentina Carla Manara (2021), abordando el liderazgo de los Pincheira, destaca el protagonismo de los “diversos grupos nativos que quedaron involucrados en la guerra, aliándose a revolucionarios o contrarrevolucionarios, según sus propias estrategias reubicándose frente a las nuevas presiones de unos y otros” (p. 392), destacando que las “viejas alianzas con los Borbones, fundamentaron el apoyo de gran parte de estos lonko a las montoneras realistas” (p. 393).

Estas nuevas miradas que destacan la agencia indígena abren nuevas interrogantes en torno al tema, lo cual, sumado a los mencionados trabajos sobre realismo, permiten considerar que la guerra fue para los indígenas, al igual que para los hispanocriollos, un contexto que abrió posibilidades y perspectivas.

En la tesis doctoral en curso se plantea que, aunque el conflicto revolucionario era esencialmente un conflicto entre hispanocriollos, a los indígenas de la Araucanía y las Pampas la guerra no les fue del todo ajena, pues cuando el escenario bélico se trasladó a sus tierras su rol en este conflicto implicó negociaciones, acciones de guerra y vinculaciones tradicionales que se pusieron en movimiento. Mencionar tajantemente que “la guerra de independencia les era ajena”, quita legitimidad al accionar político de estas parcialidades que se involucraron en la guerra no solo por obligación, sino también con perspectivas políticas como parte de las relaciones de hispanocriollos e indígenas en la frontera que databan de tiempos coloniales, las cuales tenían en los parlamentos una instancia fundamental. A su vez, apelar solo al interés y oportunismo de los indígenas al involucrarse en la guerra no da cuenta de la complejidad de las relaciones políticas que se desarrollaron en el marco de una guerra que estuvo vigente en diversos espacios de su territorio por más de una década.

Un elemento que, a nuestro juicio, evidencia el accionar político de las parcialidades tiene relación con sus posiciones cambiantes durante la guerra.  Las vinculaciones de las parcialidades no fueron azarosas y, menos aún, motivadas por su ingenuidad o su belicosidad intrínseca, ambos elementos muy reiterados por la historiografía tradicional. Daniel Villar y Juan Francisco Jiménez (2003b) sostienen que la relación entre los indígenas no era para nada estable, pues tenían varios conflictos no solamente entre los que se encuentran a uno y otro lado de la frontera, ya sean hispanocriollos o indígenas, sino también entre los mismos grupos indígenas que poseían disputas entre sí. Y estas se complejizaron aún más con los procesos de transformación que trajo consigo el desarrollo de la llamada “guerra a muerte” (1819-1824) en las mismas sociedades indígenas, ya que, si bien la mayoría de ellas optó por prestar ayuda a los realistas, los mismos conflictos que existían desde antes de la guerra entre los liderazgos indígenas fueron aprovechados en este contexto para dirimir sus pleitos y hegemonías territoriales (Villar y Jiménez, 2003b, p. 148). A su vez, estos estudios demuestran que las zonas en disputa por los indígenas se fueron transformando en importantes circuitos de intercambio que fueron incrementando su importancia en el flujo comercial, lo que también aumentó los conflictos interétnicos.

Es innegable que la guerra de independencia era un conflicto externo, sin embargo, este permitió a las parcialidades conseguir brazos y armas para enfrentar sus propios conflictos. No resultaba extraño, por tanto, y ha sido mencionado por otros autores que, si un lonko se aliaba a los revolucionarios, otro con quien tenía disputas de hegemonía hiciera alianza con los realistas, como fue el caso de Lorenzo Colipí y Francisco Mariluan, respectivamente.

Este último, aunque fue el principal aliado de los realistas durante la “guerra a muerte”, también negoció durante largo tiempo con los revolucionarios. No obstante, las autoridades de la época no dudaban en calificar esta conducta de “maliciosa”. Sin lugar a duda, las negociaciones y posterior firma del parlamento eran un ejemplo de un accionar político basado en la tradición colonial que los hispanocriollos no supieron cumplir tras la firma de Tapihue. Fernando Pairicán (2020) menciona que “al poco transitar, Mariluan fue mostrando signos de descontento por el curso que tomó la dinámica política de los criollos y el incumplimiento de la palabra” (p. 91) y que, de hecho, años después lo hizo saber en una carta al capitán Juan de Dios Luna (p. 91). A su vez, Rodrigo Araya (2003) sostiene que Mariluan “vivió el tránsito de ser un jefe de guerra para pasar a convertirse en un artífice de la paz” (párr. 5), por lo cual utilizó las diversas herramientas políticas que tenía a disposición, tanto las armas como la diplomacia, “hecho que fue incomprensible para sus interlocutores chilenos, quienes solo se explicaron sus repentinos cambios de política en la conducta mentirosa, inherente al mapuche” (párr. 5). Los planteamientos de Araya (2003) y de Pairicán (2020) evidencian que las posturas cambiantes en la guerra pueden enmarcarse como parte de las estrategias políticas de los liderazgos indígenas, que podían ser tan mutables como el mismo escenario bélico.

El caso de Mariluan no era el único. El lonko Martín Toriano, quien fuera hasta 1825 uno de los principales aliados de los Pincheira, también puso en juego sus habilidades políticas en las Pampas. La alianza que este estableció con los Pincheira significó que constantemente aportara hombres a las partidas, con el fin de tener apoyo para defenderse o atacar a su principal rival, el lonko Luis Melipan, quien tempranamente estuvo aliado con los revolucionarios: “don Luis, auxiliado por los independentistas con víveres y operadores de armas de fuego, atacó a Toriano, causándole unas doscientas bajas” (Villar y Jiménez, 2003a, p. 176). Por su parte, Toriano, aliado a los realistas, aportaba brazos para los ataques: “como aliado de los montoneros (…), conjuntamente con otros caciques, [Toriano] aportó 400 indígenas a una incursión de Pablo Pincheira” (Villar y Jiménez, 2003a, p. 172). Sin embargo, una vez que este último necesitó nuevos aliados y fue acorralado por la embestida criolla liderada por el coronel Federico Rauch desde Buenos Aires, renovó sus pactos y se puso a disposición para ir contra los Pincheira y sus aliados, tal como indicaba un parte a Buenos Aires donde se relataba haber “tomando prisionero al cacique Toriano quien capituló con los vencedores y ha prometido entregar a todos los sediciosos, que de Chile y provincias del rio de la plata, se refugien en sus territorios” (Ministro de Relaciones Exteriores de Chile al de la Provincia de Buenos Aires, 1825). Esta capitulación no implicó que este lonko pactara solo por estar “acorralado” por la embestida criolla, como informaba Rauch a Buenos Aires, sino que también le permitió participar de un parlamento donde concertó las paces con Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe, con lo que obtuvo la apertura del comercio en dichas jurisdicciones (Villar y Jiménez, 2003a, p. 177).

Los casos de Mariluan y Toriano no eran excepcionales y no solo pueden leerse como un mero oportunismo. Muchos indígenas redefinieron sus alianzas a medida que avanzaba el conflicto. En 1826, un prisionero tomado a Pincheira al ser consultado sobre “los indios que lo acompañaban” declaraba

me an contado a mi otros indios y les an espuesto no les da lisensia que dara parte a Chile porque le aumento muchos amigos y le [agitodoto] su comercio que [casi] se a muerto su gente y familia de anvre. (Sin nombre, 1826)

Dichos indígenas no eran otra cosa que aliados del mismo Pincheira, que luego de años de guerra estaban “con ganas de no acompañarlo mas porquen esta sabia que ysieron arriva le mataron al casique [..] que siempre le dise que va a ganar y siempre los engaña” (Sin nombre, 1826).

Aunque se podría considerar que las derrotas movilizaron los pactos renovados de los lonko y las parcialidades, parece importante atender que, en un escenario bélico tan tornadizo como el que se desarrolló tras las guerras de independencia, estos cambios resultaban menos llamativos. A medida que el conflicto avanzaba, la correlación de fuerzas cambiaba y eso obligaba a los aliados, en este caso indígenas, a ir redefiniendo sus posturas frente al conflicto según sus prioridades y estrategias.

Otro elemento que evidencia el accionar político de las parcialidades es la poca capacidad de los liderazgos realistas de tener un control efectivo sobre sus acciones. Vicente Benavides, el caudillo realista más importante de los primeros años de la “guerra a muerte”, al ser consultado “por qué entregó a los indios al Mariscal Alcázar y al mayor Ruiz habiéndose rendido bajo la promesa de las vidas que el mismo hizo” (Benavides, 1822) contestó que “los indios arrebataron del camino al Mariscal Alcazar y al mayor Ruiz con quienes tenían resentimientos un Tiburcio Sánchez a quien ellos reconocen por cabeza” (Benavides, 1822). Además, agregaba que, aunque se jactaba de su influjo entre los indígenas, lo cierto era “que su influxo es con los indios costinos y no con los llanistas” (Benavides, 1822). Este hecho fue del todo perjudicial para él, quien hasta ese momento negociaba con las autoridades enemigas en un formato más de guerra convencional. Ni el propio caudillo a cargo de las tropas realistas tenía control sobre el actuar de sus aliados. Aunque es cuestionable la declaración de Benavides, lo cierto es que los realistas sabían que debían cumplir con los indígenas para obtener su apoyo. Se comentaba, anteriormente, el caso de Montoya entregando tropas y dejando a la plaza de Valdivia con poca guarnición.

Todo lo antes mencionado pone de manifiesto dos elementos: por un lado, que el “engaño” o “seducción” a que eran sometidos los indígenas y su “ingenuidad” no eran tales. Su involucramiento en la guerra fue con objetivos que, si bien fueron cambiando y alianzas que se fueron renovando, tenían una dirección y eran parte de su acción política. En este trabajo interesa dejar en claro que la acción política de las parcialidades está en constante diálogo con el mundo criollo y que, teniendo su propia agencia, se relacionaba con las decisiones de este mundo, pero que no por eso eran sujetos pasivos que recibían lo que desde el mundo criollo venía y ejecutaban lo que estos deseaban, sino muy por el contrario.

Por otro lado, queda de manifiesto que los indígenas llevaban a cabo sus acciones políticas en un contexto bélico apelando a la negociación y que las alianzas realizadas no eran estables y se estructuraban en base a las relaciones que tenían con los hispanocriollos y a sus propios intereses. Pero ¿cuáles eran estos?

La respuesta a esta interrogante ha sido sugerida por varios investigadores e investigadoras apelando a los conflictos anteriores de las parcialidades que se involucraron en la guerra. Aunque en acuerdo con aquella mirada, se considera necesario agregar que esta vinculación definida por conflictos anteriores también tenía tras de sí un componente importante: la tradición basada en las relaciones de parentesco. Sin comprender lo importante que eran estas para el mundo indígena, gran parte de su historia queda marginada y supeditada a una mirada criolla del conflicto, donde la simpleza de buscar aliados no explica todo el entramado de relaciones fronterizas. Como plantea Pairicán (2020) “en el sistema social mapuche no había nada más fuerte que las relaciones de parentesco” (p. 225), las cuales no pueden eludirse del análisis del accionar político de las parcialidades.

Estas tradiciones se pusieron en juego también durante el conflicto, por tanto, la simpleza de “aliarse a los enemigos de mis enemigos” es solo una parte de la explicación. Cuando Mariluan junto a otros lonko decidieron negociar una alianza con los realistas, no solo estaba en juego si Colipí, su enemigo, se aliaba o no con los revolucionarios, sino también como esta sustentaba su poder económico y político sobre otras parcialidades y territorios con los cuales también tenía vínculos, como también la alianza y amistad que este lonko estableció con un importante caudillo realista como fue Juan Manuel Pico.

Junto a las relaciones de parentesco es necesario considerar que las vinculaciones políticas durante la guerra no fueron estables y tenían un trasfondo que, a nuestro juicio, es una de las variables que explica por qué la guerra no era del todo ajena y generó interés en las parcialidades: la autonomía de sus territorios.

Como mencionamos anteriormente, los estudios sobre el realismo han abierto perspectivas de análisis bastante interesantes, en particular lo que Echeverri denominó realismo popular. El realismo popular ha sido definido por Marcela Echeverri (2019) como un enfoque experimental que, en un sentido amplio, pone en evidencia que el compromiso popular con la monarquía no fue algo que puede pensarse solo como un apoyo por tradicionalismo o manipulación de los grupos populares, sino que plantea que conceptos como libertad y ciudadanía fueron fundamentales para que los realistas tuvieran el compromiso popular. Echeverri comenta que los estudios en esta línea dan cuenta de varios elementos a considerar para estudiar el fenómeno: en primer lugar, que el realismo popular representaba una opción generalizada para la acción política; en segundo lugar, se reconoce por parte de los historiadores que estudiar el apoyo a la monarquía es complejo y debe analizarse en relación con el contexto histórico específico; y por último, se cuestiona la idea de que al defender la monarquía los realistas populares eran marginales a dinámicas y procesos de revolución y modernización.

Sin embargo, estos trabajos han analizado comunidades indígenas agrupadas en los denominados “pueblos de indios” que, aunque mantenían autoridades indígenas, estaban bajo dominio español y podrían considerarse subalternos al orden colonial. La diferencia con el caso de la Araucanía y las Pampas es que, aunque consideramos que en el análisis es posible comprender las posibilidades que abrió el realismo para las parcialidades indígenas, la autonomía de los indígenas en su territorio debe tomarse como una variable fundamental a la hora de analizar a estos sujetos. Estos no eran sujetos subalternos al orden colonial, pero no por ello desestimaron las posibilidades que la defensa del realismo podría traerles. En este sentido, aunque es imposible considerar a las parcialidades y sus autoridades como “sujetos populares” subalternos, sí es posible rastrear sus intereses para desarrollar alianzas durante la guerra criolla de independencia.

Es indiscutible que la guerra abrió posibilidades para que los indígenas de la Araucanía y las Pampas pudieran dirimir sus propios conflictos apoyados por el poder militar criolla que puso a su disposición brazos, armas, etc. Sin embargo, esta fuerza que apoyaba a los indígenas les servía también para definir el poderío de las tierras autónomas donde estos habitaban, por lo cual, quien ganara la guerra también era motivo de interés para ellos. Las ventajas en la guerra les aseguraban tener a disposición las armas, municiones, caminos resguardados para comerciar, entre otros, lo cual les permitía enfrentar a sus enemigos y lograr control político, económico y territorial. Además, estar del lado de los vencedores abría posibilidades de mejores vínculos en la frontera, mantener y ampliar el comercio como también mantener y renovar los pactos. La autonomía territorial no parece ser un elemento que pueda considerarse solo de manera tangencial, aunque difícil de analizar, resulta clave para pensar.

En este sentido, no pareciese que los indígenas buscaran sumarse a los proyectos políticos que surgían en aquel momento, como sí mantener la autonomía en su territorio. No por eso las opciones en disputa de los hispanocriollos les resultaban indiferentes. Si nos situamos en 1820, sin conocer el resultado final de la guerra ¿era posible que los realistas salieran victoriosos? Ciertamente, luego de siglos de dominación, parecería lo evidente. En términos de estrategias políticas, no era raro entonces que las parcialidades apoyaran a quienes conocían y con quienes habían desarrollado tradición en relaciones.

No es intención de este artículo –y ciertamente tampoco de la tesis doctoral– escribir una historia de la resistencia realista desde la mirada indígena. Ello involucraría una nueva investigación solo dedicada a esto y mucho más conocimiento del tema del que posee quien escribe. Sin embargo, sí se considera relevante dar cuenta de la importancia de los indígenas en las guerras de independencia como un sujeto histórico en sí mismo que, aunque involucrados en este conflicto, tenía una agencia propia que permite pensar en una vinculación política con los bandos en disputa que no es solo oportunista, sino estratégica y basada en tradiciones. Aunque la investigación en curso desarrolla una mirada desde el mundo criollo al estudiar el realismo, resulta completamente imposible comprender el mismo en las fronteras sin considerar como central la participación indígena.

 

 

Consideraciones finales

 

 

El estudio de la participación popular e indígena en el bando realista ha tenido importantes avances en los últimos años, los que se han plasmado en diversos trabajos que abarcan una variedad de espacios. La investigación en curso se ha nutrido de estos avances, complementándolos a su vez con nuevas investigaciones en otros campos como es el caso de la historia del bandolerismo, la historia fronteriza y la historia indígena. Estos complementos han sido fundamentales para poder ampliar las miradas sobre el tema en estudio e intentar, aunque sea de manera general, un acercamiento que pueda dar cuenta del proceso de resistencia realista desde la mirada de todos los sujetos involucrados en ella. Narrar esta historia, intentando dar énfasis a todos los involucrados, no ha sido una tarea fácil y lamentablemente ha obligado a quien escribe a seccionarla para poder dar cuenta de ella en diversos espacios. Tal vez aquello hace perder el valor de un relato más completo que esperamos compensar en la escritura final de la tesis.

Este artículo tenía por objetivo mostrar los vínculos de la resistencia realista con las parcialidades indígenas autónomas de la Araucanía y las Pampas en clave política y poner en evidencia que la guerra que se trasladó a las fronteras abrió perspectivas y posibilidades a todos los actores involucrados en ella. Creemos que, al rastrear el accionar de los indígenas en el desarrollo de la guerra, se evidencia que estos definieron un derrotero guiado por sus intereses y formas de acción política en relación con el mundo criollo, pero no recibiendo de manera pasiva lo que este mundo intentaba imponer.

Sin duda, esta historia de resistencias diversas tuvo a los indígenas como protagonistas en las fronteras no solo en el período estudiado. Nos parece fundamental el rescate de este protagonismo que durante muchos años ha sido invisibilizado por la historiografía nacionalista a ambos lados de la cordillera, pero que hace algunas décadas ha ido ganando terreno en los relatos. Por último, este artículo –y también la tesis en curso– buscan aportar a la visibilización historiográfica de sujetos invisibilizados por el quehacer histórico como son los indígenas y los sujetos populares aliados al realismo, para dar cuenta de la importancia de sus acciones en los contextos de construcción estatal.

Referencias

Aravena, G. (2017). Chiloé. 1826. El proceso de incorporación de Chiloé a la República de Chile, 1813-1831. Ediciones 1826.

Araya, R. (2003). Mariluán, el lonko olvidado de la Guerra a Muerte. Cyber Humanitatis, (27). https://web.uchile.cl/vignette/cyberhumanitatis/CDA/texto_simple2/0,1255,SCID%253D7510%2526ISID%253D347,00.html

Benavides, B. (1822, 17 de febrero). [Declaración de Vicente Benavides en el juicio en su contra] Ministerio de Guerra (Vol. 52, f. 225), Archivo Nacional Histórico, Santiago de Chile, Chile.

Bengoa, J. (1996). Historia del pueblo mapuche (siglos XIX y XX). Ediciones Sur.

Contador, A. M. (1998). Los Pincheira. Un caso de bandidaje social. Chile 1817-1832. Bravo Allende Editores.

Crow, J., y Ossa, J. (2018). ¿Indios seducidos? Participación político-militar de los mapuche durante la Restauración de Fernando VII. Chile, 1814-1825. Revista Universitaria de Historia Militar, 7(15), 39-58.

De la Pezuela, J. (1820, 3 de mayo). [Correspondencia con Vicente Benavides]. Ministerio de Guerra (Vol. 52, f. 130), Archivo Nacional Histórico, Santiago de Chile, Chile.

De Quintanilla, A. (1821, 25 de julio). [Correspondencia con Vicente Benavides]. Ministerio de Guerra (Vol. 52, f. 133), Archivo Nacional Histórico, Santiago de Chile, Chile.

Di Meglio, G. (2013). La participación popular en las revoluciones hispano-americanas, 1808-1816. Un ensayo sobre sus rasgos y causas. Almanack, (5), 97-122.

Echeverri, M. (2018). Esclavos e indígenas realistas en la Era de la Revolución. Reforma, revolución y realismo en los Andes septentrionales, 1780-1825. Universidad de los Andes, Ediciones Uniandes.

Echeverri, M. (2019). Monarchy, Empire, and Popular Politics in the Atlantic Age of Revolutions. Varia Historia, 35(67), 15-35.

Herr, P. (2019). Contested Nation. The Mapuche, bandits and State formation in nineteenth-century Chile. University of New Mexico Press.

Instrucciones al coronel Federico Rauch. (1826, 13 de octubre). [Instrucciones que se pasan al señor coronel don Federico Rauch]. División nacional. Sección gobierno - Guerra – Expedición de Rauch (S10-1068), Archivo General de la Nación, Buenos Aires, Argentina.

Manara, C. (2021). Contrarrevolución en las fronteras. El liderazgo de los hermanos Pincheira en la guerrilla del Sur americano (1818-1832). Prohistoria Ediciones.

Méndez, C. (2014). La República Plebeya: Huanta y la formación del Estado peruano 1820-1850. Instituto de Estudios Peruanos.

Ministro de Relaciones Exteriores de Chile al de la Provincia de Buenos Aires. (1825, 1 de marzo). [Comunicación del ministro de relaciones exteriores de Chile al de la Provincia de Buenos Aires]. Chile. Correspondencia con el gobierno argentino, 1820-1830 (S10-93), Archivo General de la Nación, Buenos Aires, Argentina.

Montoya, M. (1819, 6 de diciembre). [Correspondencia con Vicente Benavides]. Ministerio de Guerra (Vol. 52, f. 106), Archivo Nacional Histórico, Santiago de Chile, Chile.

Pairicán, F. (2020). Toqui. Guerra y tradición en el siglo XIX. Pehuén.

Pérez, M. (2018). La otra cara de la montonera: un acercamiento a la política popular de la experiencia pincheirina. La Frontera, 1817-1832 [Tesis de Magíster no publicada], Universidad de Santiago de Chile (USACH).

Pinto, J. (2003). La formación del Estado y la nación y el pueblo mapuche. De la inclusión a la exclusión. Dibam.

Pinto, J., y Valdivia, V. (2009). ¿Chilenos todos? La construcción social de la nación (1810-1840). LOM Ediciones.

Rivera, J. (1824a, 11 de marzo). [Correspondencia dirigida al comandante delegado de Frontera. Año 1824-25 i 26]. Intendencia de Concepción (vol. 75, f. 7), Archivo Nacional Histórico, Santiago de Chile, Chile.

Rivera, J. (1824b, 7 de enero). [Correspondencia dirigida al comandante delegado de Frontera. Año 1824-25 i 26]. Intendencia de Concepción (vol. 75, f. 2), Archivo Nacional Histórico, Santiago de Chile, Chile.

Sin nombre. (1826, 28 de enero). [Estados mayores de plazas. Comandancias de cantones principales (1817-1835): información que menciona un prisionero de los indios que están con Pincheira]. Ministerio de Guerra (vol. 38, fs. 217-218), Archivo Nacional Histórico, Santiago de Chile, Chile.

Sobre la pacificación de los indios en la frontera de Buenos Aires. (1830, 5 de agosto). [Comunicación sobre la pacificación de los indios en la frontera de Buenos Aires al gobierno chileno] Chile. Correspondencia con el gobierno argentino, 1820-1830 (S10-93), Archivo General de la Nación, Buenos Aires, Argentina.

Téllez Lúgaro, E., Silva Galdames, O., Carrier, A., y Rojas Contreras, V. (2011). El tratado de Tapihue entre ciertos linajes mapuches y el gobierno de Chile (1825). Cuadernos de Historia, (35), 169-190.

Valenzuela Márquez, J. (2005). Los franciscanos de Chillán y la independencia: avatares de una comunidad monarquista. Historia, 1(38), 113-158.

Vicuña Mackenna, B. (1868). La Guerra a Muerte. Memorias sobre las últimas campañas de la independencia de Chile. 1819-1824. Imprenta Nacional.

Villar, D., y Jiménez J. (2003a). Conflicto, poder y justicia. El cacique Martín Toriano en la cordillera y las pampas (1818-1832). En D. Villar, J. Jiménez, y S. Ratto, Conflicto, poder y justicia en la frontera bonaerense, 1818-1832 (pp. 131-286), Departamento de Humanidades de la Universidad Nacional del Sur y Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de La Pampa.

Villar, D., y Jiménez, J. (2003b). La tempestad de la guerra: conflictos indígenas y circuitos de intercambio. Elementos para una periodización (Araucanía y las pampas, 1780-1840). En R. Mandrini, y C. Paz (Eds.), Las fronteras hispanocriollas del mundo indígena latinoamericano en los siglos XVIII-XIX. Un estudio comparativo (pp. 123-172). Centro de Estudios de Historia Regional-UNCo/ Departamento de Humanidades-UNS/ Instituto de estudios Histórico-Sociales-UNCPBA.


[1] Profesora y Licenciada en Educación en Historia y Ciencias Sociales y Magíster en Historia por la Universidad de Santiago de Chile (USACH). Actualmente es doctoranda en Historia en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y becaria del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en el Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani” (UBA/CONICET) donde se desempeña como Representante del Claustro de Jóvenes Investigadores. También es integrante del Grupo de Historia Popular del mismo Instituto.

Correo de contacto: emilia.riquelme@gmail.com