Alvite, A. (junio de 2022 – diciembre de 2022). Los Vicios Populares: La Visión Higienista del Partido Socialista en la Argentina entre los años 1917 a 1922. Antigua Matanza. Revista de Historia Regional, 6(1), 103-144. https://doi.org/10.54789/am.v6i1.120  

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Los Vicios Populares: La Visión Higienista del Partido Socialista en la Argentina entre los años 1917 a 1922

Popular Vices: The Hygienist vision of the Socialist Party in Argentina between the years 1917 to 1922

Alejandro Alvite[1]

Universidad Nacional de La Matanza, Escuela de Formación Continua, San Justo, Argentina.

 

Recibido en 15/04/2022

Revisado en 28/04/2022

Aceptado en 04/05/2022

 

Resumen

La siguiente investigación está centrada en conocer la visión higienista del Partido Socialista entre los años 1917 - 1922. Para esto se ha realizado un análisis cualitativo de las editoriales del diario La Vanguardia, órgano oficial del Partido Socialista de Argentina. La temática propuesta tiene suma relevancia, ya que, a partir de esta, es posible abordar cómo los líderes socialistas analizaron su realidad proyectando hacia sus seguidores un conjunto de costumbres, hábitos y prácticas enmarcados en el movimiento higienista. El periodo seleccionado responde a un contexto de gran conflictividad clasista e interclasista influenciado por distintos procesos nacionales e internacionales, como por ejemplo la Revolución Bolchevique, que configuró un escenario particular de gran actividad por parte del movimiento obrero y las elites en todo el mundo. En la siguiente investigación se sostiene que los líderes del Partido Socialista, entre los años 1917 a 1922, proyectaron en el movimiento obrero, a partir de distintos artículos del diario La Vanguardia, prácticas enmarcadas en el higienismo ligadas a tendencias hegemónicas con el objetivo de lograr un progreso en el ámbito social, cultural, y político. Los resultados muestran la existencia de un consenso entre los líderes socialistas y representantes de variadas expresiones políticas en relación con las propuestas higienistas, a partir de éstas se buscó modificar ciertos patrones de conducta en la sociedad que conducían a consecuencias definidas como negativas. Los socialistas propusieron medidas sanitarias que pertenecieron a la tendencia hegemónica del higienismo, pero con una impronta propia que buscó el cambio social y cultural pretendiendo su beneficio político partidario.

Palabras-clave: socialismo, positivismo, racismo

 

Abstract

The following research is focused on knowing the hygienist vision of the Socialist Party between the years 1917 - 1922. To this end, a qualitative analysis has been carried out of the editorials of the newspaper La Vanguardia, the official organ of the Socialist Party of Argentina. The proposed theme has great relevance, since from it, it is possible to address how the socialist leaders analyzed their reality projecting towards its followers a set of customs, habits and practices framed in the hygienist movement. The selected period responds to a context of great class and interclass conflict influenced by different national and international processes, such ass the Bolshevik Revolution, which set up a particular scenario of great activity on the part of the workers' movement and the elites throughout the world. In the following research it is argued that the leaders of the Socialist Party, between 1917 and 1922, projected in the labor movement, based on different articles in the newspaper La Vanguardia, practices framed in hygienism linked to hegemonic tendencies with the aim of achieving progress in the social, cultural, and political spheres. The results show the existence of a consensus among socialist leaders and representatives of various political expressions, in relation to hygienist proposals, from these it was sought to modify certain patterns of behavior in society that led to consequences defined as negative. The socialists proposed sanitary measures that belonged to the hegemonic tendency of hygienism, but with their own imprint that sought social and cultural change pretending their partisan political benefit.

Keywords: socialism, positivism, racism

 

Los Vicios Populares: La Visión Higienista del Partido Socialista en la Argentina entre los años 1917 a 1922

 

Introducción

 

 

La siguiente investigación se origina a partir del proyecto de tesis centrado en la representación de ciudadano que tuvo el Partido Socialista (PS) en la Ciudad de Buenos Aires entre los años 1917 y 1922. Es desde esta iniciativa que se busca abordar en el artículo presente cómo los líderes socialistas analizaron su contexto proyectando hacia sus seguidores un conjunto de costumbres, hábitos y prácticas enmarcados en el movimiento higienista, íntimamente ligado, desde su visión, al progreso político del partido. Para la realización de la investigación se han utilizado como fuentes las editoriales del diario La Vanguardia, órgano oficial del PS, que expresan el pensamiento de los líderes del partido en el país en el periodo propuesto.

El recorte temporal responde a un contexto nacional y mundial, en donde tanto la Primera Guerra Mundial como la Revolución Rusa llevaron al país a una serie de condiciones que calaron profundo en el movimiento obrero como también en los sectores de la élite. El proceso se manifestó en las consecuencias económicas negativas que la guerra generó y su posterior despegue para 1918, abriendo un periodo de grandes movilizaciones obreras que exigieron, en primera instancia, mejoras en las condiciones laborales hasta llegar a objetivos más profundos relacionados con el cambio social. Esto, juntamente con la influencia que la revolución Bolchevique tuvo en la Argentina, despertó grandes conflictos dentro del movimiento obrero que llevaron por ejemplo a la división del PS, hecho por el cual se originó para 1920 el Partido Comunista. Este particular contexto es el que llevó, además, a una multiplicidad de acciones por parte de sectores ligados a las clases altas como, por ejemplo, las distintas expresiones nacionalistas y católicas que rechazaron de manera violenta las tendencias de izquierda ligándolas a la posibilidad de una revolución maximalista en el país (Belini y Korol, 2012; Camarero, 2017).

Las características expuestas llevaron a una etapa marcada por la conflictividad clasista e interclasista cruzada por los cambios políticos existentes que se inician en la administración de Hipólito Yrigoyen, es decir, el primer gobierno democrático resultado de la Ley Sáenz Peña, gobierno caracterizado por adoptar medidas ambivalentes hacia el movimiento obrero entre el acuerdo y la represión, lo que configuró en el plano nacional una relación con los trabajadores inestable.

El cierre del periodo a trabajar, el año 1922, responde al cambio de gobierno nacional que se da con la asunción a la presidencia de Marcelo Torcuato de Alvear, en donde la conflictividad y el ataque a los trabajadores mermó, pero además también a la fragmentación que comenzó a darse en el mismo movimiento obrero, lo que motivó el comienzo de la desmovilización del mismo (Camarero, 2017; Rock, 1977). Este recorte temporal, caracterizado por una gran conflictividad social, puede ayudar a focalizar de una manera más precisa cómo abordaron los líderes del PS los conceptos higienistas y cómo lo proyectaron hacia el movimiento obrero y la política argentina.

El abordaje del movimiento higienista por parte del socialismo argentino pretende darle relevancia a las distintas prácticas, hábitos y manifestaciones culturales que pregonaron y proyectaron los líderes del partido en el país en cuanto a esta temática. Estos fenómenos pueden analizarse como un conjunto de expresiones culturales enmarcadas en el movimiento positivista, que influyó decididamente en la visión socialista en cuanto a los hábitos y la cotidianeidad de los ciudadanos relacionado con distintos aspectos discursivo-ideológicos. Estos elementos fueron parte de la identidad socialista en el periodo, que los asemejó a la élite argentina que tanto cuestionaban en sus discursos, demostrando la fuerte influencia cultural del positivismo.

Los objetivos del siguiente artículo son examinar las prácticas y hábitos del sector obrero cuestionados por parte del PS en Argentina entre los años 1917- 1922, y analizar la influencia del higienismo en el discurso de los líderes socialistas generando una identificación de ellos con este movimiento. A partir de esto se sostiene que el PS de Argentina, entre los años 1917 a 1922, proyectó en el movimiento obrero, a partir de distintos artículos del diario La Vanguardia, prácticas enmarcadas en el higienismo ligadas a tendencias hegemónicas con el objetivo de lograr un progreso en el ámbito social, cultural y político.

 

 

Materiales y Metodología

 

 

Teniendo en cuenta la importancia de las fuentes en toda investigación histórica, consideramos relevante profundizar ciertas cuestiones que clarifican y expresan el trabajo del historiador, aspectos que tienen que ver con el núcleo de todo trabajo histórico, por lo cual, es necesario realizar un breve abordaje sobre las fuentes analizadas en este trabajo.

El periódico La Vanguardia, órgano político y militante desde sus inicios en 1894, tuvo la función de ser difusor del marxismo en la Ciudad de Buenos Aires entre los obreros y espacio de debate interno del PS. Este, además, cumplió el rol principal de difusor de la doctrina socialista promoviendo la institucionalización del partido. Sus publicaciones difundieron distintas cuestiones como reuniones, manifestaciones y material doctrinario; que acompañaron a las editoriales donde destacaron los textos reflexivos sobre temáticas de actualidad del ámbito local e internacional como medio de promoción de los ideales socialistas. Es destacable que las publicaciones comenzaron siendo semanales para, en 1905, convertirse en un diario matutino (Buonuome, 2015).

A partir de la democratización en la lectura de la población en las primeras décadas del siglo XX (Prieto, 2006), el objetivo de trascender sobre los círculos militantes hacia lectores más heterogéneos llevó a que, desde sus inicios en la Ciudad de Buenos Aires, la llegada del periódico se expandiera hacia la provincia de Buenos Aires y la región litoral del país, buscando de esta manera tener una llegada al ámbito nacional. Sus editoriales, que pocas veces estaban firmadas o se identificaban con seudónimos, fueron elaboradas por los líderes del PS como, por ejemplo, Juan B. Justo, Enrique Dickmann y Nicolás Repetto. Es importante destacar que los discursos expresados en sus páginas buscaban interpelar a amplios sectores, llevando a que las prédicas cambiaran de ser, en los primeros años, los trabajadores, para pasar a nombrar a sus destinatarios como ciudadanos o pueblo (Martínez Mazzola, 2005).

La selección de la muestra del periódico está ligada al periodo presentado en párrafos anteriores, es decir, de 1917 a 1922, la cantidad de editoriales abordadas fue de 65 publicaciones. Su elección se liga a la búsqueda de una temática específica como es el higienismo adoptado por el PS y los distintos tópicos identificados con esta cuestión.

Toda investigación está conformada a partir de procedimientos bien marcados que le confieren validez y coherencia. En el caso del siguiente trabajo se ha utilizado una metodología cualitativa en donde se interpretaron las editoriales del diario seleccionadas para lograr analizar la perspectiva higienista del PS. Para esto se ha focalizado en ciertas variables relacionadas con los objetivos planteados como los discursos que se centran en las condiciones de la vivienda de la población, el consumo de alcohol de estos, las enfermedades como la tuberculosis, prácticas de los trabajadores como el juego, la prostitución y aspectos que tienen que ver con la adopción de hábitos saludables.

Por último, para finalizar este apartado, consideramos de importancia destacar el uso de las fuentes periodísticas en las investigaciones históricas, materiales que nos brindan una multiplicidad de herramientas de análisis para la investigación de la disciplina. Una fuente histórica, como plantea Aróstegui (2001), nunca es neutra, por lo cual el trabajo del historiador no es transcribir información sino realizar una construcción a partir de su análisis. En el caso de las fuentes periodísticas no solo nos da la posibilidad de estudiar la temática propuesta, sino que también nos brinda la oportunidad de investigar discursos, ideas, formas de comunicación y enunciación hacia públicos específicos, cuestión destacada en este tipo de materiales.

Como se destacó, no es menor que el periodo estudiado sea parte de una etapa en donde se masificó el acceso a los medios periodísticos de comunicación, juntamente con un proceso de alfabetización de suma importancia, lo que les da mayor significatividad a las fuentes seleccionadas. Estas nos dan la posibilidad, además, de un análisis pormenorizado de las cuestiones a abordar debido a su carácter diario de continua producción. Sin embargo, este análisis, como de cualquier otra fuente escrita, obligan al historiador a interpretar, no solamente lo que se plasmó por parte de los que elaboraron la fuente, sino también en pensar qué es lo que quisieron transmitir en un periodo determinado, aspecto a tener en cuenta debido a la elaboración de la fuente en una época específica y con una distancia interpretativa que nos llevan, en nuestro presente, a realizar una tarea de comprensión y contextualización de suma relevancia para la producción histórica (Appleby et al, 1994).

 

 

El contexto positivista

 

 

Existió en toda Latinoamérica una decidida influencia de la ideología positivista; en el caso argentino fue una guía para la elite gobernante del país que entendió que el lema paz y administración debía seguirse para la conformación de la nación. La hegemonía que el movimiento positivista tuvo en la Argentina estuvo representada por tres pilares: el discursivo, la formación de profesionales en las universidades y las prácticas institucionales; influencia que planteó en distintos ámbitos la toma de medidas y posturas, por parte de los distintos gobiernos del periodo identificados con la generación del 80, con el objetivo de cambio ante la realidad del país que asemejaban con el atraso (Terán, 1987).

El positivismo fue un movimiento originado en el siglo XIX en Europa, bajo esta designación podemos encontrar variadas interpretaciones, que detrás de una postura aparentemente unitaria, es posible identificar contradicciones y divergencias. Sin embargo, no es tarea de esta investigación desarrollar en profundidad la ideología positivista, sino contextualizar la decidida influencia que tuvo sobre el higienismo adoptado por el Estado y el PS en el periodo propuesto, aspecto que desarrollaremos en páginas posteriores.

Auguste Comte, filósofo francés, fue uno de los formuladores de la doctrina positivista y el principal exponente, quien alejándose de las nociones absolutas de la metafísica propuso a la experiencia, el razonamiento y la observación, como las etapas más importantes para cualquier tipo de análisis en donde los conocimientos deben ser enteramente comprobables. Un movimiento que nace como reacción ante la filosofía idealista y el Romanticismo, y que concluye en interpretaciones ligadas al biologismo, es decir, interpretar a partir de principios biológicos distintos ámbitos de la realidad, extrapolando de esta manera conceptos de las ciencias biológicas al fenómeno social.

El positivismo se presenta como una etapa cultural originada en Europa que fue desplegada en la Argentina por distintos representantes, sin embargo, es importante destacar que esta se exhibe desde múltiples posturas dependiendo de su intérprete, lo que complejiza sistematizar una serie de características. Aspecto que, de igual manera, no obstaculiza identificar ciertas particularidades propias a partir de la aplicación en un contexto diferente como el argentino (Martínez de Codes, 1988).

 Existen representantes argentinos que nos permiten delimitar a grandes rasgos el desarrollo y análisis social del positivismo en el país como José María Ramos Mejía, quien estuvo al frente del Consejo Nacional de Educación y José Ingenieros, médico especializado en el ámbito de la psicología quien fue director del Instituto de Criminología de la Penitenciaría Nacional. Ambos, identificados con la corriente positivista, desarrollaron textos[2] que presentan características discursivas similares, en donde la extrapolación de conceptos biológicos hacia la sociedad es un aspecto común. En estos escritos se destacan visiones presentadas como neutrales y objetivas, científicas para decirlo de otra manera, en donde la constante es identificar regularidades en los fenómenos sociales, leyes que permitan conformar diagnósticos sociales con el fin de presentar soluciones ante lo que consideran problemas en sus análisis, abordando a la sociedad como un organismo y a la crisis como una enfermedad. Es desde esta perspectiva en donde el darwinismo social[3] se presenta como una manera de evaluar a la sociedad argentina, entendiendo que unos sujetos son más evolucionados que otros, aspecto que trae a consecuencia, según este enfoque, hábitos y procederes morales que revelan su condición, dando paso a un discurso enmarcado en una ideología racista (Suárez Ruíz, 2019; Terán, 1987).

 

 

 

Un discurso ideologizado

 

 

Los factores raciales fueron un criterio prioritario en el análisis que los exponentes del positivismo tuvieron para abordar la realidad, esto puede ser identificado por parte de los intelectuales argentinos en el hecho de atribuir exclusivamente la culpabilidad del atraso nacional a los sectores que consideraron razas inferiores. De esta manera Ramos Mejía definirá, por ejemplo, a las masas en la historia argentina como carentes de inteligencia y raciocinio, movilizadas únicamente por instinto e inconsciencia (Terán, 1987). El gran porcentaje inmigratorio que compuso a la población de la Ciudad de Buenos Aires y su condición, llevaron a cuestionar el lema alberdiano de gobernar es poblar por parte de los intelectuales positivistas[4], promoviendo la selección de los inmigrantes por parte de una policía preventiva, en donde la raza, nacionalidad y nivel social serían criterios para permitir la entrada al país (Conti, 2011).

Este segregacionismo se vio representado, además, por las teorías positivas criminalistas, en donde, siguiendo la doctrina lombrosiana[5], se tipificaba científicamente a aquellos que pudieran tener rasgos físicos o psíquicos que propendieran a la criminalidad, individuos a los que se les reconocieran patologías que pudieran derivar en la prostitución, la inversión sexual, la delincuencia, las adicciones, etc. Interpretaciones que serían desarrolladas por distintos exponentes en la Argentina como José Ingenieros, quien en las primeras décadas del siglo XX se alejó, sin embargo, del análisis antropomórfico en relación a la identificación de la criminalidad, centrándose en criterios psicopatológicos como los aspectos intelectuales y morales, cuestiones de carácter congénito o adquirido que podían ser analizadas para descubrir las causas individuales que condujeran a que los sujetos cometieran delitos (Sozzo, 2011).

Existe en esta dinámica discursiva, además, una serie de cambios en cuanto a la percepción hacia ciertos sectores en el país, revitalizando la figura del gaucho, por años desdeñada, como símbolo purificador de la sociedad y representante de la nacionalidad; en contraposición de sectores que interpretaban como primitivos ligados al aluvión inmigratorio. Reconfigurando de esta manera la visión del pasado, destacando los aspectos positivos del gaucho conectados con la tradición para atacar los que consideraban negativos de los inmigrantes (Terán, 2000). Claramente esta nueva interpretación del gaucho, desaparecido ya de la sociedad argentina, respondió a un contexto nacional en donde el otro, el diferente y percibido como peligroso, ya no está ligado con este sector sino con los nuevos inmigrantes, sectores identificados con ideologías que consideraban extranjerizantes, con hábitos que emparentaron al salvajismo, el atraso y la barbarie; sujetos que, desde esta perspectiva, era necesario disciplinar. De esta manera la intelectualidad positivista argentina utilizó una serie de herramientas de distinta índole con relación a la cuestión social, que inevitablemente estuvo ligada a la conflictividad obrera y la represión que existió en las primeras dos décadas del siglo XX con el objetivo de someter al movimiento obrero.

 El discurso positivista se construye y readapta ante un contexto de suma conflictividad, en donde se entrelazan visiones que plantean lo que es civilizado de lo que no lo es, en donde lo no civilizado, lo bárbaro, se presenta de manera clara como una amenaza. Este peligro identificado por la elite argentina tendrá diferentes nombres, sin embargo, la caracterización de las clases populares con lo atrasado, lo inmoral y lo delictivo, será una cuestión común. Este contexto ligado a distintas problemáticas relacionadas con la cuestión sanitaria en el país llevó al movimiento positivista a implementar una serie de medidas ligadas con el higienismo, doctrina que se presentó como una forma de solucionar los problemas a partir de la regulación y el control social de variados aspectos de la vida de las personas.

 

 

El Higienismo: La enfermedad como problema social

 

 

El higienismo es una corriente de pensamiento originada en el continente europeo a partir de la Revolución Industrial en el siglo XVIII. La precariedad, el hacinamiento y la falta de una planificación urbanística, consecuencias de la industrialización, llevó al surgimiento de serios problemas sanitarios que generaron la toma de medidas por parte de los Estados europeos avaladas por médicos que se identificaron con este movimiento sanitarista. Esto llevó a que los gobiernos de los distintos países promovieran en sus poblaciones, principalmente en los sectores obreros, hábitos de alimentación y ejercicios que consideraron saludables.

Las grandes ciudades en Argentina, a pesar de no haber estado ligadas a una tendencia industrialista como en Europa, sufrieron una serie de condiciones que llevaron a la promoción del higienismo en nuestro país.  La Ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, en las primeras décadas del siglo XX, se caracterizó por los problemas habitacionales y el hacinamiento, la cultura del inquilinato restringía la vida de los trabajadores nacionales e inmigrantes a antiguas casas familiares de la elite que habían sido abandonadas años antes debido a las epidemias. Estos caserones conocidos como conventillos fueron una fiel representación de la cotidianeidad de la población en la ciudad, espacios sobrepoblados, gran parte de ellos de madera y pisos de tierra, con muy baja disponibilidad de baños respecto a la cantidad de personas que habitaban las casas llegando, además, que un 10% de estos edificios carecieran del servicio. Sin embargo, las preocupaciones no se focalizaban solo en estos, los ranchos, los mataderos, los cementerios, el taller, eran espacios, entre otros, portadores de la amenaza relacionadas con las enfermedades infectocontagiosas (Armus, 2000; Barrancos, 1996; Murillo, 2000).

Los pensadores positivistas vieron en el abrupto crecimiento de la población urbana un claro problema en donde se destacó la marginalidad y la delincuencia, por este motivo existió por parte del Estado el desarrollo de un dispositivo de higiene urbana con el objetivo de mejorar la salud pública previniendo enfermedades y promoviendo una mejora en la alimentación, entre otras propuestas, alejándose de su antiguo rol de responder solo ante las urgencias, la planificación higienista se conformó como una estrategia central. La perspectiva disciplinadora de estas medidas también fue importante, la visión de que quienes eran reproductores de las problemáticas abordadas fueran solo las clases populares, postuló a estas estrategias sanitaristas como una forma de control y estructuración de costumbres y hábitos, acorde a lo pretendido por la élite. A cargo de estas iniciativas estuvo Guillermo Rawson quien fue el presidente de la Asociación Médica Bonaerense y primer Profesor Titular de la Cátedra de Higiene Pública de la Universidad de Buenos Aires (UBA), uno de los principales exponentes del rol político que tomó la medicina (Armus, 2000; Conti, 2011).

Es importante destacar que la lista de problemáticas a la que los higienistas se abocaron fue variada, los prostíbulos por ejemplo era un espacio aceptado pero que debía ser controlado para que no se difunda la mala moralidad, como tampoco las enfermedades, la sífilis se convirtió en una enfermedad común que muchas veces excedía la capacidad de los hospitales para atender a los enfermos. La falta de agua potable fue un problema recurrente para una ciudad que creció sin ningún tipo de planificación dejando ver que la infraestructura sanitaria era demasiado endeble para soportar el crecimiento urbano generado por la inmigración europea. Las epidemias fueron comunes para finales del siglo XIX, la fiebre amarilla, el cólera y la viruela azotaron a la población de la ciudad mostrando la fragilidad que existía en los distintos aspectos sanitarios. Por último, y para concluir con este derrotero, el alcoholismo era uno de los vicios comunes existentes para el periodo, dejando un panorama poco optimista y, por el cual, el higienismo fue vislumbrado como necesario. De esta manera quienes tuvieron el poder del gobierno, relacionaron estas problemáticas exclusivamente a los sectores trabajadores, a quienes identificaron como reproductores de una vida licenciosa y promiscua. El objetivo principal fue controlar y ordenar la realidad social, una realidad que vislumbraron amenazante, siendo necesario darles racionalidad y solución a las distintas problemáticas (Armus, 2000; Murillo, 2000).

Partiendo de la idea positivista de que la Ciencia es la manifestación más avanzada del progreso, la medicalización de la sociedad fue la estrategia implementada por quienes tenían el control estatal. El higienismo planteará un ser humano que físicamente es inmodificable, sin embargo, su carácter y medio social pueden ser transformados, esta sería la tarea por emprender. Los médicos a partir de este pensamiento serán figuras centrales, la corporización humana de la ciencia, un pilar para las estrategias higienistas del Estado; quienes intervendrán, desde el movimiento alienista[6], a la instancia de hospitalización, aislamiento y tratamiento moral para los sujetos clasificados como enfermos. El concepto de normalidad y anormalidad se convirtió en un parámetro común en el diagnóstico de los sujetos dentro de este contexto, quienes no encajaran en las medidas delimitadas eran identificados con la necesidad de regeneración o readaptación social. Siguiendo las tendencias spencerianas era necesario socorrer a los menos aptos dentro de la sociedad con el fin de reinsertarlos en la sociedad, o separarlos definitivamente, proponiendo de esta manera a la exclusión y la vigilancia como dos de los planteos más importantes en donde se centrarían las demás propuestas de los higienistas (Armus, 2000; Murillo, 2000).

Las prácticas higienistas impulsaron un sin número de medidas por parte del Estado Nacional, principalmente en los centros urbanos, ideadas en gran parte por una institución que fue el Departamento General de Higiene, desde este espacio creado en 1880, se proyectaron medidas como aumentar los espacios destinados a las plazas[7], reglamentar el funcionamiento de los prostíbulos creando un registro de prostitutas, iniciar el saneamiento de Buenos Aires proporcionando cloacas y agua potable[8], reglamentar la mendicidad, orfandad y exposición de niños, etc.; medidas que tenían el fin principal de transformar a la ciudad con una idea modernizadora.

Los médicos eran percibidos socialmente como personas que podían reducir la miseria, educar al pueblo a través de un plan racional e higiénico, una vida más sana en lo físico y lo moral para los ciudadanos, figuras populares y respetadas en el entorno social en el que se movían. La existencia de profesionales de la medicina dentro del Partido Socialista, con Juan B. Justo[9] como figura más importante, fue un aspecto destacado dentro de la postura higienista del partido. Sería común ver a los líderes del PS ser presentados como modelos a seguir para la población y, más específicamente, para los ciudadanos socialistas, partícipes activos en la comunidad en cuanto a su contribución a la cultura, promocionando hábitos de lectura, buenas costumbres y respeto hacia la comunidad (Adelman, 2000). Era una práctica recurrente, por ejemplo, en las publicaciones del diario La Vanguardia del periodo, difundir publicidades de distintos médicos que pertenecían al partido con la posible idea de acercar la medicina a los lectores buscando instaurar hábitos más saludables (véase figura 1 y figura 2).

Figura 1. Publicidad de profesionales de la salud I (Profesionales, 1917).

Figura 2. Publicidad de profesionales de la salud II (Profesionales, 1917).

 

 

Los Vicios Populares

 

 

¡Mala, criminal ganancia la que se saca de la salud

y la vida del prójimo, de las lágrimas de las mujeres

y niños! Si ella fuese respetada o protegida por los gobernantes,

¿para qué las cárceles y los códigos?

(El descanso dominical y las tabernas, 1917).

Teniendo en cuenta el contexto presentado en las páginas anteriores, los líderes del PS conformaron un discurso que buscó generar el cambio en una serie de hábitos en los ciudadanos que entendían que eran negativos, cuestiones que estos identificaron con la política criolla[10]. La intención de los socialistas fue alejar a los sectores trabajadores de ciertas prácticas que ellos entendían como vicios que atentaban contra sus pretensiones políticas y que beneficiaban a partidos como la Unión Cívica Radical, ya que entendían que este partido “cifra sus éxitos antes que, en la paulatina elevación mental y material de las masas, en adular su ignorancia y fomentar sus bajas pasiones” (Graves síntomas, 1917).

Bajas pasiones que el socialismo ligó a ciertas prácticas por parte del radicalismo en donde el alcohol y el asado eran dádivas comunes y suficientes para generar el apoyo de los futuros sufragantes. Desde esta perspectiva, la ignorancia de los sectores obreros, ligada a hábitos perjudiciales desde la visión socialista, condujo a plantear la cuestión del consumo de alcohol en la sociedad argentina como una problemática central, publicando una gran cantidad de notas en el periódico sosteniendo la necesidad de cambiar las costumbres de la población y hasta proponiendo la prohibición de la venta del mismo, ya que el consumo de alcohol era un claro ejemplo de las costumbres ligadas a los vicios populares.

Esta idea, como ya se ha desarrollado, no fue original del PS, las propuestas en relación con este aspecto se extendieron a distintos hábitos y costumbres de la vida cotidiana de las personas como la alimentación, la sexualidad, el trabajo, la vivienda, el cuidado de la salud, las enfermedades y el tiempo libre. Características que el socialismo argentino identificó con aspectos que eran civilizados o bárbaros[11], la moralidad y lo pretendido hacia los ciudadanos socialistas configuró posturas específicas en cuanto a esto con el objetivo de solucionar las enfermedades sociales que llevaban a obstaculizar la creación de una conciencia proletaria en los sectores trabajadores (Barrancos, 1996; Berensztein, 1991; Da Orden, 1991).

La propaganda abstencionista en cuanto a la bebida será común por parte de los socialistas, tanto así como todo lo referido a juegos de azar, ya que promueven el vicio y la degradación de la clase obrera, trabajadores además que “mal alimentados, están en peores condiciones para resistir los efectos del terrible veneno” (El descanso dominical y las tabernas, 1917). Estas visiones no fueron publicadas sin contradicciones ya que en el periodo abordado pueden encontrarse en el periódico publicidades de bebidas alcohólicas como puede verse en la figura 3. Mismo caso se da con el consumo del tabaco que es identificado como un vicio pernicioso por parte de las editoriales socialistas, aunque no de manera central como el de las bebidas alcohólicas y, a la vez, se publican varias ofertas de marcas de cigarrillo en sus páginas.

Figura 3. Publicidad de cerveza Quilmes (Quilmes Cristal, 1921).

Puede citarse en relación con los vicios populares, a modo de ejemplo, un día que las carreras de caballo estuvieron suspendidas, planteando que:

Mucha gente no faltó a sus ocupaciones, y por los alrededores del hipódromo no contemplóse a esa por demás característica caravana de dominados por el vicio, melancólicos y cabizbajos, que vuelven a sus casas después de haber perdido hasta los últimos centavos. Es seguro que también habrán ocurrido menos incidentes conyugales y que en más de un hogar se habrá cenado por primera vez en día jueves. (Carreras y lotería, 1920, p. 1)

Es posible analizar en la cita cierto aire puritano que busca reafirmar la vida familiar en contra de lo que entienden que son prácticas identificadas con el vicio. Esta postura se asemeja, también, en el rechazo hacia los prostíbulos y a distintas propuestas sobre el uso del tiempo libre de los trabajadores. Los socialistas plantearon la idea de que el día debería dividirse en ocho horas entre el trabajo, el descanso y el tiempo libre, pero la realidad era diferente y las horas de trabajo mucho más extenuante, lo que los llevaba a entender que los trabajadores tenían menos horas de descanso, aspecto que acarreaba a una mala alimentación y a pasar su tiempo libre en zonas cercanas a sus trabajos consumiendo alcohol, dedicados al juego y a permanecer en los prostíbulos. Desde la lógica socialista, si las horas de trabajo fueran menores, el obrero dedicaría su tiempo libre a la familia estando más tiempo en su casa con hábitos más saludables.

Tomando estas iniciativas del PS podemos establecer un paralelismo entre sus propuestas referidas a la política cultural y las desarrolladas por parte del Estado, reafirmando la idea expuesta por Sergio Berensztein (1991) de que los socialistas no elaboraron una línea discursiva que pueda llamarse contracultural, sino que se apropiaron de elementos del sistema cultural hegemónico incorporando matices e interpretaciones propias.  Es de esta manera que entendieron que la sociedad evolucionaba inevitablemente y, gradualmente, hacia el progreso; partiendo desde posiciones racionalistas y biologistas en cuanto a lo social, plantearon una perspectiva moral específica, en donde diferenciaron lo aceptable y lo que no lo era, lo normal y lo anormal, la civilización y la barbarie.

A pesar de seguir una línea discursiva en cuanto al higienismo similar, las críticas por parte del socialismo hacia el gobierno de Hipólito Yrigoyen fueron comunes. En estas el mensaje era claro, el gobierno promovía prácticas negativas en el movimiento obrero o no hacía demasiado por cumplir sus propias disposiciones en contra de los vicios populares, ya que estos llevaban finalmente a la población, según la visión socialista, a no tener una conciencia de clase por lo cual apoyaban a los partidos tradicionales. Sin embargo, las denuncias publicadas en La Vanguardia referidas a aspectos sanitarios no solo apuntaban a estos objetivos por parte del gobierno, sino también a la desidia e impericia de los funcionarios de turno, mal organizados y peor capacitados para realizar sus tareas de manera efectiva.

 

 

Las propuestas higienistas

 

 

Partiendo de que el PS era un partido político que eligió la vía democrático-electoral, es importante destacar una serie de propuestas y acciones que tomó con el objetivo de cambiar la realidad en la que estaba inmerso a partir de una estrategia pacifista y reformista. Estas generalmente tendieron a buscar solucionar ciertas problemáticas y necesidades del sector obrero enmarcadas en el pensamiento de la época, originada a partir de los movimientos culturales hegemónicos ya desarrollados. El higienismo de esta manera se convirtió en una guía para una serie de iniciativas que los socialistas entendieron que eran el camino para el progreso en distintas facetas de la vida de las personas, cuestiones que no buscaban solamente resolver las consecuencias de los problemas sino abordarlos desde su origen para dar soluciones estructurales.

Una de las iniciativas más importantes por parte del PS en donde se expresaron las tendencias higienistas fue la construcción de viviendas. Desde 1905 existió una de las experiencias más exitosas del cooperativismo[12] para el periodo, El Hogar Obrero, fundada por Juan B. Justo y Nicolás Repetto[13] con el objetivo principal de ser una cooperativa de ahorro y crédito para la construcción de viviendas bajo el lema La cooperación libre es la solidaridad para hacer, tuvo destacados resultados creando su primera vivienda colectiva de departamentos en 1913 e incorporando diferentes secciones de consumo que la llevarían a ser la mayor cooperativa de consumo  del país (Montes y Ressel, 2003).

El plan en cuanto a las viviendas construidas por la cooperativa tenía la función de paliar la problemática habitacional obrera, pero también la de proponer un tipo de casa siguiendo las tendencias higienistas del periodo, disponiendo de favorables condiciones de ventilación con jardín al frente y al fondo buscando conectar el ámbito doméstico con el espacio libre, con la intención principal de que la familia tuviera hábitos más saludables. Se configuraba un gran cambio con respecto a la construcción clásica de viviendas ya que, a diferencia de las edificaciones a un lado del terreno de piezas en hilera, conocida como casa chorizo, se construyeron casas distribuidas según el tipo inglés llamado cottage, una planta baja con comedor espacioso, cocina, baño y dos habitaciones en la planta alta, en donde se respeta el espacio entre viviendas distribuyendo hasta 32 casas por hectárea siguiendo parámetros guiados por el concepto de higiene y estética (Cravino, 2016).

Estas construcciones debían, además, conducir a establecer una serie de conductas pretendidas por los líderes socialistas ligados a ciertas condiciones de decencia. De esta manera Nicolás Repetto (1918) sostenía que “El hacinamiento, la promiscuidad y el bullicio son condiciones que ejercen una influencia demasiado desfavorable sobre la vida de la familia” (p. 1). La idea era alejar a los sectores obreros de los conventillos y casas precarias brindándoles hogares que les aseguraran ciertas condiciones de vida identificadas con aspectos saludables, en donde el espacio disponible y la moralidad se configuraban como cuestiones centrales para el progreso social y cultural de los sectores trabajadores.

Teniendo en cuenta los problemas habitacionales del período, la falta de acceso a condiciones higiénicas de trabajo y distintas cuestiones relacionadas con la salud de las personas que les era imposible paliar, la tuberculosis se convirtió en una enfermedad común en la Ciudad de Buenos Aires. Esto generó una línea discursiva por parte del socialismo con el objetivo de abordar las consecuencias de la enfermedad, debido a esto sostenían que:

El individuo necesita para el desarrollo de su organismo alimentación abundante, sol, habitación limpia y de una capacidad de aire determinada para cada persona. (…) Hay todavía en el corazón de la ciudad inmundos conventillos, verdaderos chiqueros, focos de corrupción física, donde es un milagro no encontrar un enfermo. (La lucha contra la tuberculosis, 1918, p. 1)

Es desde esta perspectiva que los socialistas percibieron la necesidad de proponer mediante distintas iniciativas luchar contra las causas de los problemas, y no paliar sus consecuencias. En cuanto a la problemática de la tuberculosis, por ejemplo, entendían que era necesario, mediante la militancia política-partidaria, terminar con la explotación capitalista que llevaba a magros sueldos, resultado de trabajos insalubres que obligaban a los trabajadores a vivir en malsanas habitaciones y alimentarse de manera pésima. Todo este proceso es el que llevaba finalmente a llenar los hospitales de enfermos, una realidad sin solución si el problema no era abordado desde su origen brindándoles buenos salarios a los trabajadores para asegurar condiciones salubres de vida y una legislación social y obrera que abarque el taller, la escuela y la vivienda; es por esto que el PS sostenía que “Toda nuestra acción política, toda nuestra actividad social está inspirada en una alta unidad de pensamiento: aspiramos a la salud física y mental del individuo humano” (La lucha contra la tuberculosis, 1918).

La cuestión de la explotación laboral, realidad a la que el socialismo dedicaba gran parte de sus iniciativas, se convertía de esta manera en el mal principal referido a la higiene, que derivaba en problemáticas de distinta índole asociadas a lo sanitario y lo moral, de esta manera sostenían que:

Donde los hombres no ganan, en su mayoría, lo suficiente para formar una familia, es inevitable y fatal el celibato forzoso con todas sus consecuencias corruptoras sobre las costumbres, que los moralistas pretenden corregir con patéticos sermones. Ahí es donde es preciso remontarse para explicar el incremento de la prostitución y del vicio, el abandono de la niñez con todos sus horrores, la desorganización de la familia. (El “honor de la raza”, 1919, p. 1)

En esta cita puede apreciarse, además, las críticas hacia el sector eclesiástico muy difundidas entre los socialistas, a quienes califica como moralistas que no accionan frente a los problemas más que con sermones. El cuestionamiento a la moral cristiana y a la Iglesia será común en los discursos socialistas, distanciándose en ciertas posturas a pesar de la existencia de puntos de contacto como, por ejemplo, la intención de prohibir la prostitución. Es importante destacar, sin embargo, que esta iniciativa solamente quedó en pretensiones a futuro, ya que, en las distintas noticias difundidas, únicamente se plantean ciertos cuidados y mayores controles de la actividad en los prostíbulos mediante modificaciones en la ordenanza. En esta se proyectaron distintas medidas como que haya solo una mujer por casa para evitar que existan tertulias groseras, limitar la figura del proxeneta y de los caftens[14], que los servicios no se ofrezcan en las calles y evitar la trata de blancas.

Otras de las propuestas de los socialistas enmarcadas en la tendencia higienista fue la ya destacada intención de prohibir el alcohol, conocida como Ley seca[15], fue un proyecto[16] elaborado y presentado sin éxito por el senador del Valle Iberlucea[17]. En una entrevista en el diario La Vanguardia al doctor Ángel M. Giménez[18], concejal socialista por la Ciudad de Buenos Aires para ese periodo, expuso que “El estado, velando por la colectividad, tiene el deber de combatir la ignorancia, las malas costumbres y los vicios populares” (El proyecto de la ley “seca”. Lo que piensa un concejal socialista, 1920, p. 1). Para esto era necesario tomar una decisión tajante con relación al problema.

Como se planteó anteriormente, en relación con la tuberculosis, la iniciativa se originaba como una manera de cortar el problema de raíz, para terminar con las enfermedades y problemáticas derivadas del alcoholismo no era suficiente concientizar a la población de sus males o dar ayuda a quienes estaban ligados a la adicción, la prohibición definitiva como ya se había dado unos meses antes en Estados Unidos era la respuesta para concluir con un sinfín de problemas. Consultado por el entrevistador en cuanto al tema de los perjuicios económicos que este proyecto traería para un país con gran producción vitivinícola, Giménez sostuvo que:

sería a la inversa, una excelente operación financiera, de esas que dan dividendos en verdad crecidos, por cuanto disminuirá el presupuesto de la asistencia pública y social, se reducirían los asilos de locos, retardados, desvalidos y vagabundos. Las cárceles y depósitos de contraventores verían sus salones o celdas casi vacías, la policía tendría poco que hacer, y entonces podríamos vanagloriarnos al comprobar que, junto con el despertar económico nacional, se presentan estadísticas demostrativas de la elevada moralidad y cultura de nuestro pueblo. (El proyecto de la ley “seca”. Lo que piensa un concejal socialista, 1920, p. 1)

La visión sumamente optimista del prohibicionismo del alcohol en el país nos da la posibilidad de analizar la forma en que el PS estructuró su relato higienista a partir de ciertas problemáticas base que de solucionarlas llevarían, como una especie de efecto dominó, a la transformación a partir de ciertos patrones culturales a cambios estructurales de la sociedad argentina[19].

Por último, y como iniciativa significativa, una cuestión a resaltar con respecto a las secciones del diario La Vanguardia, es la importancia que se le da al deporte y al fomento de este para las masas populares, resaltando disciplinas como el fútbol, el atletismo y el ciclismo, entre otros. En esta sección puede destacarse la publicación del 1 de enero de 1921 un apartado con Algunos consejos para la conservación de la salud, en donde se plantean una serie de principios para seguir hábitos en la vida, y en el tiempo libre, que generen mayor salud, fuerza y vitalidad. De esta manera cuestiones como ejercicios de respiración, ventilar bien los ambientes, incluso en invierno proponen dormir con las ventanas abiertas, beber abundante agua y alimentarse con cereales y frutas, cuidar la dentadura, consejos en cuanto al baño diario referidos a la duración y temperatura del agua; el descanso y la realización de ejercicios diarios; son recomendaciones que se enmarcan en el cuidado físico que a partir de las tendencias higienistas se volvieron significativas para un mejor estilo de vida de las personas, pero, también, como una manera de mejorar la estética de los sujetos de lo que, para el periodo, era considerado adecuado. A modo de ejemplo, puede destacarse una publicidad referida a la cuestión del sobrepeso (figura 4).

Figura 4. Publicidad “Fajas LEONARD” (Obesidad, 1921).

Estas recomendaciones ligadas a la salud y la estética de los trabajadores planteaban, además, hábitos recomendados para el tiempo libre con la clara intención de alejar a los trabajadores de las costumbres tan criticadas para el periodo, aspectos que encerraban además cuestiones más profundas e implícitas que las expresadas en los discursos referidas a cómo los líderes socialistas identificaban a la masa obrera. Una identificación que muchas veces condujo a diferenciarse de esta por ligarla a una raza inferior, que era necesario encauzar en el pensamiento socialista por ser percibidas como exponentes de una cultura atrasada, el higienismo en este marco se ordena como ideas que tenían el objetivo de atacar y transformar esta caracterización en los obreros. De esta manera los socialistas expresaron distintas opiniones con relación a las razas que los llevaron a tener una óptica particular.

 

 

La igualdad de razas

 

 

Las perspectivas positivistas e higienistas le dieron un lugar importante al concepto de raza en las distintas sociedades, como se destacó anteriormente, esto configuró un discurso ideologizado. La visión de que existen razas superiores e inferiores a partir de distinciones biológicas y culturales tuvo una importante preeminencia en los discursos de las clases dominantes. A partir de esto se considera interesante analizar brevemente dos editoriales del diario La Vanguardia, la primera es del 27 de diciembre de 1920 refiriéndose a estas cuestiones, que contrariamente a la tendencia que se viene desarrollando, plantea una visión distanciada de los discursos hegemónicos.

El análisis de la editorial socialista trata la situación de ciertos países como Estados Unidos, Canadá, Australia y Sudáfrica en relación con la raza, países en donde se estaban dando fuertes debates sobre persecución de las razas inferiores, sobre la libertad de matrimonio de distintas razas y la igualdad de derechos.  A diferencia de los discursos positivistas se sostiene que:

En este conflicto racial no hay fundamento biológico alguno, pues ya no existe, ni en las islas más pequeñas y solitarias, un tipo de raza puro, sin mezcla. Todas las razas humanas se han cruzado, en mayor o menor grado, y como son fecundas entre sí porque pertenecen a una misma especie, han dado mestizos de diversos matices que se escalonan entre los tipos representativos de las razas más puras. (La igualdad de las razas, 1920, p. 1)

Tomando distancia de los discursos guiados por el darwinismo social, los socialistas postulan ideas que cuestionan los prejuicios y la discriminación, discutiendo, a partir de considerar a todas las razas mestizas, la idea de pureza y de determinismo biológico. De esta manera sostienen que “En materia de raza, lo que debemos hacer es tratar de llegar cuanto antes a la unificación, una sola raza: la humana” (La igualdad de razas, 1920, p. 1).

Estos enunciados pueden ligarse a la necesidad, además, del PS de lograr apoyos de distintas nacionalidades sin ningún tipo de distinción por su procedencia en una ciudad en donde el cosmopolitismo era un rasgo central. Es decir, una postura estratégica para el socialismo que, a partir de este lineamiento discursivo, se mostraba abierto a cualquier tipo de raza sin hacer valoraciones o distinciones.

Sin embargo, nada es tan lineal y coherente dentro del mismo discurso del PS, las mismas editoriales, muchas de las cuales no eran firmadas por sus autores, eran contradictorias entre sí o diferían en ciertos aspectos. Unos meses después a la editorial presentada en los párrafos anteriores se publicó un análisis con un fuerte sesgo eurocentrista[20] que también marcaba el pensamiento de los socialistas. En un artículo publicado el 1º de mayo de 1921 titulado El socialismo y los trabajadores de color, el PS planteó sus ideas en relación con las razas en donde se expresa que “el socialismo (…) es un movimiento mundial de todos los trabajadores sin distinción de razas, y rompe completamente con los prejuicios ‘burgueses’ imperialista respecto de las ‘razas dirigentes’ y las ‘razas súbditas’ ” (El socialismo y los trabajadores de color, 1921, p. 7). A partir de esta frase puede analizarse, en primera instancia, la intención de unificar por parte de los socialistas lo que ellos consideraron que eran las distintas razas, con la intención de no responder a la lógica burguesa, por lo cual plantean la lucha en conjunto de las clases proletarias indiferentemente de la pertenencia racial. De esta manera se continúa con la lógica de la editorial publicada casi cinco meses antes.

A pesar de esto, inmediatamente proponen en el mismo texto una diferenciación ya que existe “la inferioridad de ciertas razas frente a otras en la civilización presente” (El socialismo y los trabajadores de color, 1921, p. 7). Manifestando así el pensamiento de que hay trabajadores de razas superiores, que serían los europeos y descendientes de estos y los otros, identificados con los nativos de la India, África y América, más dóciles que no se levantan frente a la explotación debido, en parte, a un atraso intelectual y la inexistencia de una cultura de lucha contra los explotadores. Este discurso, construido a partir de constataciones científicas poco desarrolladas que se originan en el racismo, plantea desde una visión mundial la idea de civilización y barbarie del PS. Prueba de esto es la afirmación que propone “la de atraer a los nativos menos civilizados para formar con los blancos una comunidad compuesta, lo que para aquellos será beneficioso” (El socialismo y los trabajadores de color, 1921, p. 7) ya que entendían que una comunidad conformada enteramente por nativos autóctonos llevaría a condiciones negativas para implantar el socialismo debido a su carácter incivilizado.

A pesar de sostener gran parte de su razonamiento en el racismo, entienden que es usado por la burguesía para separar a los trabajadores, dando el ejemplo del fenómeno que se da en Sudáfrica entre obreros blancos e indígenas para 1921, en donde cuestionan el odio que existe del trabajador blanco hacia el negro, buscando desentrañar la existencia del beneficio que la separación de los trabajadores implica para el capitalista, y proponiendo la unión entre estos por un fin en común.

La lógica racista que el socialismo cuestiona de parte de la burguesía termina siendo practicada por ellos desde una óptica diferente, con el foco centrado aún en aspectos que distinguen a los distintos grupos según su procedencia, costumbres y hábitos, características que componen la teoría spenceriana del darwinismo social. Una discriminación que puede considerarse menos burda, se torna más en un racismo simbólico con características propias y particulares, que pretende justificarse mediante iniciativas estrictamente racionales ligadas al pensamiento positivista, que supuestamente es posible constatarlas a partir del estudio de las problemáticas sociales y el análisis de la realidad (Wierviorka, 1922).

De esta manera, se cae en visiones eurocentristas, en donde se destaca, además, la idea de que en la ciudad están los sectores menos ignorantes a diferencia de los trabajadores agrícolas, la inmigración europea es puesta en primera línea como merecedora de una caracterización ligada a lo civilizado, necesaria para el progreso de los demás países condenados a una barbarie malsana y congénita, una especie de antídoto frente la enfermedad del atraso. Esta doble visión, en donde promueven la unión de las distintas razas, pero a través de una postura que puede considerarse racista, fue la que llevó a los socialistas a presentar a los fenómenos culturales europeos como una línea a seguir, desde el cooperativismo inglés en donde buscaron imitar la arquitectura de las construcciones de casas obreras, hasta la influencia de la profilaxis de la medicina francesa. Desde el socialismo, el higienismo finalmente se proyectó como una serie de medidas para transformar la cultura de los sectores que consideraban atrasados, buscando asimilarse a grupos, o razas, que consideraron modelos de lo que era civilizado.

 

 

Conclusiones

 

 

La centralidad que el PS le dio al periódico La Vanguardia como difusor de sus ideas, análisis y proyecciones para el periodo investigado, presenta una fuente histórica de gran relevancia que permite, en nuestro presente, la posibilidad de abordar problemáticas, deconstruirlas y analizarlas para la producción histórica, aspecto de suma relevancia para futuras investigaciones. Los líderes socialistas interpretaron su realidad de una manera determinada e identificaron cuestiones de parte de la sociedad argentina ligada a prácticas y costumbres entendidas como atrasadas. El periódico, junto con otras experiencias, fue central como órgano difusor de las ideas proyectadas por el partido hacia sus lectores, lo que le brinda una centralidad relevante.

El recorrido realizado en la investigación nos permite identificar un consenso marcado sobre la cultura de la higiene, educadores, médicos, políticos y burócratas; junto con liberales, anarquistas, socialistas, radicales, católicos y conservadores, consideraron necesario modificar los patrones de conducta antiguos que habían llevado a una serie de penurias que era posible evitar a partir de la aplicación de las medidas higienistas. Los estereotipos y prejuicios de la época llevaron a ligar solamente a los sectores trabajadores con estas problemáticas, sin embargo, la realidad era más abarcativa, la sociedad en su conjunto tuvo que aplicar cambios que llevaron a modificar históricas costumbres, o por lo menos a buscar paliarlas.

Las medidas sanitaristas fueron conformando una serie de valores que excedían las problemáticas de las enfermedades originando una nueva moral para la sociedad, aspectos relacionados con la responsabilidad individual y la autodisciplina que modificaron los consumos referidos a la salud, presentando, además, una perspectiva disciplinadora hacia la sociedad. El socialismo tomó estos lineamientos establecidos desde la élite para reproducirlos en muchos casos de manera similar, pero con una lógica propia que buscó el cambio social y cultural pretendiendo su beneficio político partidario. Las iniciativas por parte del PS, en referencia al higienismo, se basaron en gran parte en medidas que buscaron ser soluciones estructurales a las distintas problemáticas, cuestionando de esta manera las decisiones por parte del Estado, según su perspectiva, de atenuar solamente las consecuencias de los problemas sanitarios.

La visión que el PS tuvo sobre las costumbres de las clases bajas estuvo guiada por las categorías de civilización y barbarie, en estas se pueden identificar la distinción de hábitos y costumbres que los socialistas entendieron que eran los culpables de su fracaso en el ámbito electoral de todo el país por el cual era sumamente importante tratar de cambiarlos. El análisis de este fenómeno resulta interesante para desarrollarlo en posteriores investigaciones.

Es importante destacar la visión que los socialistas expresaron con relación a las razas, alejándose de la visión estrictamente positivista en cuanto a la división de estas, pero con una lógica donde se identificaron razas inferiores y superiores en donde el higienismo se conformó como una estrategia para transformar las características atrasadas de los sectores discriminados.

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[1] Comienzos de estudios terciarios en el año 2004 para finalizarlos con el título de profesor de Historia en 2009. Desde 2010 ha concluido nueve cursos en el CIE (Centro de Investigaciones Educativas) en Historia, Sociología y Economía. Desde el año 2019 cursa en la Universidad Nacional de La Matanza la Licenciatura de Historia.

Correo de contacto: alealvite@gmail.com

https://orcid.org/0000-0001-9092-1521

[2] En el caso de Ramos Mejía el pensamiento positivista influyó en su libro Las multitudes argentinas de 1899. En cuanto a José Ingenieros puede destacarse La simulación de la locura del año 1900 (Terán, 1987).

[3] El darwinismo social es una interpretación de la teoría de la evolución de Charles Darwin elaborada por Herbert Spencer, quien sostiene que existen individuos o grupos de estos que están más evolucionados que otros, entendiendo que la lucha por la supervivencia de los seres humanos concluye con el dominio de unos sobre otros debido a una mayor evolución y adaptación al contexto en el que se encuentran. Estos postulados son utilizados además para el análisis en el plano social y la historia humana, lo que lleva a la conclusión de que aquellos que no se adaptaron a su contexto no conseguirán ciertas metas como el éxito económico, el acceso a la educación, etc. (Conti, 2011; Suárez-Ruíz, 2019).

[4] Existió en el periodo de entreguerras un grupo importante de intelectuales y médicos preocupados por el bajo crecimiento poblacional, debido en parte a la interrupción de las olas inmigratorias. Estos vieron a la eugenesia como una posible solución para el incremento demográfico del país proponiendo de esta manera medidas ligadas a la natalidad, prestando atención a los factores hereditarios y a la idea de mejorar la raza (Biernat, 2005).

[5] La doctrina lombrosiana se origina en las teorías del italiano Cesare Lombroso y sus discípulos, quienes abordando la cuestión de la criminalidad aplicaron el elemento antropomórfico como una metodología para descubrir cuestiones que tenían que ver con las tendencias a cometer actos criminales planteando conceptos tales como anómalo o criminal nato (Sozzo, 2011).

[6] Enmarcado en la criminología correccional, el alienismo comprendió una serie de medidas de reformas hospitalarias y carcelarias con la intención de articular arquitectura y terapéutica con el objetivo de regenerar a los anormales. Sin embargo, muchas de estas instituciones concluyeron siendo solamente centros de reclusión (Murillo, 2000).

[7] Con el objetivo principal de promover los paseos al aire libre de la población con la idea de que la luz del sol era un atenuante para la influencia de las bacterias.

[8] Para 1891 sólo el 0,79% de las casas de la Ciudad de Buenos Aires tenían cloacas y el 44,09% agua potable (Murillo, 2000).

[9] Juan Bautista Justo fue un médico cirujano y precursor de las ideas de izquierda en Argentina, fundador del Partido Socialista en 1896.

[10] El concepto de política criolla es trillado en el discurso socialista, y tiene una clara connotación negativa que se retrotrae históricamente a la dominación española, y posteriormente a la figura de los caudillos y a la oligarquía, procesos históricos que para los intelectuales socialistas configuraron en parte el atraso en la Argentina (Portantiero, 1999, p. 49).

[11] La dicotomía civilización y barbarie, tan difundida por parte de la elite argentina, es reproducida por el PS con un discurso que expresa cierta continuidad con las visiones de los intelectuales de la época y readaptaciones siguiendo una lógica propia.

[12] El cooperativismo en la Argentina estuvo ligado a la inmigración europea de fines del siglo XIX, organización socioeconómica con el objetivo de defender los intereses de los sectores menos favorecidos a partir de la producción y el consumo de bienes y servicios, representarlos ante el Estado, dar acceso a servicios sociales y educativos, entre otros. Caracterizado por una impronta asociativa en base a la solidaridad y un profundo sentido de reivindicación social, el cooperativismo tuvo la función principal de responder ante ciertos perjuicios de la economía capitalista como la concentración monopólica, sobreprecios o desabastecimiento que generaban consecuencias negativas para la gran mayoría de la sociedad, en donde los sectores obreros son los más vulnerables. Esta forma de organización estuvo identificada en el pasado principalmente a los anarquistas y socialistas (Plotinsky, 2015).

[13]  Pilar importante del PS en la primera mitad del siglo XX, Nicolas Repetto fue un médico elegido como diputado por la Ciudad de Buenos Aires en distintas ocasiones. Participe activo de la Sociedad Luz y miembro fundador de la cooperativa El Hogar Obrero.

[14] Los caftens era una denominación usada en el periodo para los proxenetas provenientes del extranjero.

[15] Este nombre fue tomado de la ley aprobada en Estados Unidos en 1919 que prohibía el consumo de alcohol en todo el país. En el caso norteamericano, la también conocida como decimoctava enmienda de la Constitución, fue promovida por grupos feministas y de las Iglesias protestantes vedando el consumo y venta de bebidas que contuvieran más del 0,5 por 100 de alcohol (Adams, 1979, pp. 283-284).

[16] En el mismo no se propuso una prohibición tajante sino paulatina, en donde en primera instancia afectaría a las bebidas destiladas, para luego, pasar a la supresión de la fabricación y expendio de vinos, cervezas y sidras, es decir, bebidas fermentadas (El proyecto socialista prohibiendo el comercio de licores. Una crítica sospechosa, 1920).

[17] Figura destacada por ser, en 1913, el primer socialista en Latinoamérica que fue electo para senador.

[18] Ángel Mariano Giménez fue un miembro fundador del Partido Socialista y mentor de la Sociedad Luz, institución ligada al socialismo que promovió en los trabajadores saberes relacionados con la profilaxis, la higiene y la salubridad (Barrancos, 1996).

[19] En relación con esta postura puede destacarse la acción de la ya nombrada Sociedad Luz dirigida por el socialista Ángel Giménez, quien abordando la problemática de las enfermedades venéreas en la sociedad instaba a implementar medidas llamando a la reflexión sobre la sexualidad y postulando reformas médico- sociales en lugar de solo eliminar las dolencias de los enfermos (Barrancos, 1996).

[20] Puede identificarse una fuerte influencia de los países europeos en el pensamiento de los líderes socialistas, a pesar de esto, sus posturas no avalaron ciertas cuestiones que iban en contra de aspectos republicanos emparentados con lo que consideraban como civilizado. Se destaca frente a esto la intención de establecer una impronta propia de parte del PS, y particularmente de Juan B. Justo, de adecuar la ideología partidaria a la realidad nacional (Da Orden, 2007).